La coleccionista de estrellas

cap 4

Contar estrellas es sin duda imposible, no para Venecia contar estrellas en su mundo era la manera de aislarse de sufrimientos consabidos y punzantes. Colocarle nombre a sus estrellas pintadas en el techo de su cuarto, no era un hobby era su forma tácita de denominar sus fantasmas y sus ángeles.

La estrella pintada en un principio de una plata luminosa fue mutando a un oscuro gris de lágrimas, de preguntas golpeándose contra la realidad, de un gris de vacíos y de imposible.

Esa estrella que pinto con tanto ensueño, con las primaveras de sus 13 años, sintiendo ese calor por su cuerpo, sentirse feliz solo por haber despertado de un sueño donde la imagen que permanecía en su mente eran esos ojos intensos y sonrisa encantadora, encantador de serpientes, de corazones, de mentiras y canciones sin sones. Habían pasado tres años, ya no tenía esos 13 años donde le robó su primer beso bajo la pérgola de santa ritas a escondidas del mundo una tarde de primavera. Para convertirse después en el invierno más frio de su inocencia al sentirse usada y engañada al verlo con cuanta chica pudiese. Se burló así como hace un seductor a sabiendas y mayor que ella. No iba a permitir que otra vez la sumergiera en esa noche sin estrellas esta vez ella sabría decir que no.

Tomó su cuaderno y comenzó a diseñar una nueva estrella, de muchos colores y con sus puntas en forma de alas.

_Estrella número 125, estrella de la confianza en mí misma.

La colocó en la cabecera de su cama, la observó y sintió eso confianza que para ella era más que una palabra. Fue hasta la ventana graduó su telescopio heredado de su abuelo y observo los nuevos cuadrantes ubicados y allí estaba, era aquella esa que parecía guiñarle con el titileo de su luz. Hizo sus anotaciones y las colocó en su pizarrón. La luz que no era de sus estrellas le llamó la atención, giró hacia los arboles del frente su telescopio y lo vio, la linterna y su absurdo código morse. Levanto la vista el derrumbaba cualquier propósito de olvidarlo que se pusiese. No iba a bajar, pero el mensaje decía claramente “o bajas o subo”.

Dijo a la abuela que iría hasta las caballerizas a ver a la yegua que había parido esa tarde, mentía…

Sentía ansiedad y temor al mismo tiempo, y sabía que se engañaba a sí misma, todas esas sensaciones con las cuales uno lucha diciendo que jamás volverá sentir y que la vida se encarga de demostrarte que somos tan tangibles.

Él estaba recostado sobre una de las caballerizas, la naturaleza había sido demasiado bondadosa con el su cuerpo esbelto, trabajado, piel cobriza, ojos verdes ese cabellos trigueño rebelde en ensayos de rizos que nunca se definían. Guillermo Mendoza era hijo del primer matrimonio del doctor Mendoza, su madre, una mujer de la cual sin dudas él había heredado su belleza, una española medica pediatra la cual hacía tiempo había regresado a España, justamente de donde estaba regresando Guillermo. A sus 18 años Guillermo era un promisorio músico y compositor, por lo que vivir en Barcelona le había abierto las puertas de muchas oportunidades. Entonces qué hacía allí derrumbando toda sus murallas.

 

 

La alumbró varias veces jugueteando con la linterna como si nada entre ellos hubiese pasado.

_No sé qué haces acá pero no quiero que mi abuela te vea y yo mucho menos tengo interés en hablar con vos.

Guillermo se sonrió irónico, le gustaba verla en aquella posición de niña superada .Se le acercó adrede para ver su reacción, y fue lógica, ella retrocedió.

_Calma…me tienes miedo aún.

_Sigues tan creído como siempre…

_y vos tan directa.-Apagó su linterna y sacó una pequeña cajita de su bolsillo.

_Para vos…_Venecia meneo su cabeza no podía creer actuara como si nada hubiese pasado. _Anda tómalo-insistió, Venecia se negó, Guillermo abrió la pequeña caja y una cadena muy delicada con un dije en forma de estrella sorprendió a la muchacha. De todas formas Venecia no la tomó. Guillermo la colocó nuevamente en la caja y la dejo sobre un atado de heno.

_Lo ves muy simple ¿verdad?

_Es simple, era un crio creído como dices y me cría eso de ser un galán. Lo hecho, hecho está Venecia y me arrepentí mil veces…por eso solo vine a decir lo que tal vez esperaste…Perdóname.

¿Esperar?...eso era lo menos, el dolor y la angustia de haberse sentido humillada…pero tal vez era cierto no solo esperaba aquella palabra…

_Bien perdonado…-dio media vuelta y comenzó a irse, Guillermo corrió y se adelantó a ella.

_Espera, no termine de decir lo que vine a decir.

_Cinco minutos es toda mi paciencia…

Guillermo levanto sus manos y entendió.

_Me sobra el tiempo, lo siento, fui muy estúpido, lo sigo siendo pero, pero siento cosas por vos que nadie me provocó, te amo si es lo que quieres escuchar…

Tal vez sin poder negárselo era lo que deseaba escuchar, pero sí no estaba segura de que pudiera procesarlo en ese momento.

_ Se acabaron tus cinco minutos, buen intento pero ya no tengo 13 años.



#45554 en Novela romántica

En el texto hay: fantasia

Editado: 26.08.2018

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