CAPÍTULO PRIMERO: FLASHBACK
Episodio 3: Encuentro furtivo.
Mirando hacia el cielo nocturno, donde las luces brillantes e iridiscentes laten sin cesar, el tiempo del desove ya se acercaba y habría de ocurrir de acuerdo a lo planificado por el Consejo Real.
Los genes del joven y esbelto ejemplar Lengo ya habían sido depositados y el tiempo del desove se acercaba a pasos de gigantes. El joven zángano, trabajador incansable y fornido espécimen, continuaba sus trabajos de recolección que le correspondían, y continuaba su vida laboral como cualquier otro zángano del pelotón, pero con la satisfacción de haber cumplido su deber con la colmena.
Argo, el joven de los ojos como dos perlas, al no haber sido seleccionado como el reproductor génico oficial de la colmena, había vuelto a sus labores en el pelotón de recolección. Trabajando de manera incansable, dedicada y con una gran sonrisa. Pero con su mente aún fija en la joven Reina Aldhara.
«Aldhara… ¡Qué nombre más bello! Desearía poder nombrarla en voz alta. Saludarla a diario… ¡Y no tener que despedirme nunca de ella!», pensaba Argo, mientras una sonrisa le adornaba su rostro.
Aldhara; por su lado ya pronta al desove, en su despacho personal, miraba el manto perlado sobre su cabeza a través de las rendijas de su habitación. Pensaba en la colmena, divagaba mentalmente acerca del futuro que le deparaba a su preciada colmena hogar, en la abundancia que reinaba, en el orden mágico, en la comunión con otras colmenas en el pacto futuro y en la felicidad de los suyos. Pero de todos los pensamientos felices que inundaban su corazón en ese momento, lo que más envolvía su alma eran los ojos negros del joven Argo, de los ojos negros.
—¡Capitán! —gritó hacia la puerta.
Al cabo de unos instantes, se sintió llegar un soldado a su entrada.
—Mi Reina Aldhara. —Golpeó—. ¿Qué necesita, máter?
—Necesito al capitán Koe, soldado… ¡Ya llegó la hora!… ¡Que organicen el desove!
El protocolo del desove fue ejecutado de acuerdo a lo planificado y de acuerdo a las instrucciones establecidas por las anteriores generaciones. El espacio definido para esta acción tan importante y crucial para la colmena, debía ser resguardada por melipones entrenados para el proceso, y debía ser llevado a cabo bajo un estricto secreto. Tan sólo algunos integrantes del Consejo Real tendrían acceso al depósito ovario donde se depositarían los huevos, además de la presencia de la aconsejadora personal de La Reina y de las nodrizas que recibirían los huevos y los depositarían cuidadosamente en su lugar para darle cobijo hasta su eclosión.
Durante el desove, La Reina Aldhara sólo pudo pensar en una sola cosa, y aquello era un sentimiento muy poderoso. Sabía que estaba llevando a cabo su misión más importante para con su colmena, y lo hacía depositando, en cada uno de los huevos, su mayor devoción y entrega. Pero dentro de su corazón el nombre de Argo continuaba resonando tan fuerte como un huracán.
El desove transcurrió sin sobresaltos y de acuerdo a lo esperado: tomó el tiempo que debía tomar y dejó a La Reina completamente extenuada. Al terminar, La Reina fue conducida por las nodrizas de regreso a su habitación y puesta a descansar en su cama, donde debía dormir, por el tiempo que fuera necesario, hasta su total recuperación.
Tarde, durante la noche, despertó de un salto. Sus energías aún eran escasas, pero su sed la obligó a salir de la cama. Se levantó con bastante dificultad y caminó muy lento hasta el bebedero donde libó un poco de agua de menta fresca. En su reflejo vio sus ojos brillando y temblando con el vaivén de las minúsculas olas producidas por el suave movimiento de sus manos. Sin pensarlo, dejó caer agua sobre su reflejo, desbaratándolo por completo. La imagen del joven Argo se formó ahí en la superficie del agua y le sonrió. En ese instante su corazón se saltó un latido y se llenó de alegría. La joven Aldhara lo decidió ahí mismo en ese preciso instante: organizaría verlo, en secreto. Deseaba verlo. Necesitaba verlo.