Emma.
Miedo, emoción, duda, expectación y una profunda tristeza es lo que siento en este momento mientras conduzco. Hace dos horas que salí de la casa de Daniel y desde hace una hora dejé de llorar.
Me digo a mí misma que estoy siendo una exagerada que en una semana estaré en casa con mi padre y en los brazos de mi novio, pero la presión en mi pecho me dice lo contrario.
Quisiera regresar el tiempo y volver a estar en la cama de mi novio con él. Sonrío cuando pienso en Daniel, ese chico tierno, bondadoso y amoroso que me ha demostrado lo mucho que me ama, pensar en él hace que tenga ganas de no seguir mi camino y volver a él, donde pertenezco, pero también algo en mi interior me dice que siga.
Confundida por todas estas emociones decido aparcar en una tienda que está a medio camino, mi estómago gruñe debido al hambre que tengo, así que no lo pienso más y salgo del auto para dirigirme a la pequeña tienda. El frío del aire acondicionado me recibe cuando abro la puerta, veo a un chico en la caja que no hace el intento de volver a verme. Me encojo de hombros y decido recorrer los pequeños pasillos, tomando rápidamente, una bolsa de papas, una botella con agua y dos barras de chocolate. Me acerco al chico para pagar.
—Son 20 libras, señorita. —Dice aun sin verme.
Pago y de inmediato salgo de la tienda. Camino tranquilamente hacia mi coche mientras tarareo una canción.
Entonces pasa…
Una voz.
No vayas
Me detengo a un metro del coche al escuchar una voz, otra vez el miedo recorre mi cuerpo y la sensación de que alguien me observa vuelve otra vez, le echo un vistazo a la tienda para comprobar que no haya sido el chico, pero lo veo en la misma posición sin verme.
No debes ir, vuelve a casa donde has estado a salvo.
Una mujer, es la voz de una mujer lo que escucho, con el pavor creciendo en mi interior mi vista recorre todo perímetro, pero como de costumbre no hay nada, así que no lo pienso más y como la cobarde que soy corro al auto y entro rápidamente. Respiro profundamente mientras aprieto mis manos en el volante, el miedo todavía no me abandona y comienzo a temblar un poco.
—No es real, no es real. —Me repito. —Esa voz no es real. —Es la primera vez que la escucho y espero que sea la última. Me quedo así por unos diez minutos tratando de tranquilizar mi pobre corazón que palpita muy rápido, hago un pequeño ejercicio de respiración que logra ayudar, una vez ya calmada y con un suspiro atrapado en mis labios me pongo en marcha aun temerosa de escuchar la voz desconocida.
Detengo el coche cuando veo la entrada de Bibury, un pueblo pequeño. Ronald, el chico de la biblioteca, había dicho que el pueblo mágico de Lycans quedaba a 20 km más adelante después de Bibury.
—Ok, ya estoy cerca. —La emoción poco a poco va invadiendo mi cuerpo olvidando lo ocurrido en la tienda, así que con una medio sonrisa nuevamente me pongo en marcha. Trato de asimilar que estoy más cerca de conocer acerca de los hombres lobos y si tengo suerte a uno en persona si es que no me llegan a hacer algo malo, un escalofrío recorre mi cuerpo al llegar a la conclusión de que me pueden hacer daño.
Ok, al parecer tengo poco instinto de supervivencia, pero por alguna razón siento que una parte de mi pertenece a ese lugar o eso quiero pensar. Tras pasar los 20 km detengo totalmente el coche a la orilla de la carretera y me bajo de este situándome de frente donde se supone que debe de estar el camino al pueblo de Lycans, pero lo único que ve son demasiados árboles, tantos que ni siquiera puedo entrar o caminar entre ellos.
—Debí suponerlo. —Digo frustrada.
Solo los humanos que son compañeros de hombres lobos pueden ver el camino.
Recuerdo lo del blog sintiéndome muy tonta, soy una simple humana que no es compañera de ningún hombre lobo -Aunque eso ya lo sabía- pero tenía la esperanza de que por obra del destino yo pudiera verlo.
Decido volver al coche para sacar una barra de chocolate ya que no hay nada que el chocolate no pueda arreglar, así que abro la puerta y saco el chocolate de la bolsa una vez en mi mano me doy la vuelta para quedar nuevamente frente a la que se supone debía estar en la entrada y de inmediato jadeo sorpresivamente dejando caer el chocolate al suelo al ver ante mi un camino que definitivamente no estaba antes. Con el corazón casi saliéndose por la boca me acerco, el camino es de tierra algo estrecho.
—¡Si! — Grito de alegría sin ponerme a pensar el por qué puedo ver el camino. —¡Mi cámara! — Vuelvo al coche en busca de mi cámara y un cuaderno, aseguro mi coche y con una gran sonrisa y los nervios en punta comienzo a caminar por el estrecho camino.
Mientras avanzo voy admirando los grandes árboles que están alrededor, los pájaros haciendo un poco de ruido, aunque también voy a la expectativa por si ocurre algo raro. Me detengo para tomar fotos del paisaje cuando escucho el aullido de un lobo, con la emoción en mi cuerpo doy vueltas para deducir en qué dirección proviene el aullido, pero nada, pasan cinco minutos y no se vuelve a escuchar así que decido avanzar.
Conforme avanzo más los árboles al lado del camino de tierra van disminuyendo para poder acceder al bosque, escucho las hojas crujir bajo mis pies y entonces pasa otra vez escucho el aullido del lobo, pero esta vez más cerca y no lo pienso ni dos veces cuando comienzo a correr para meterme de lleno al bosque y seguir el sonido del aullido del lobo, corro unos minutos y me detengo cuando la respiración me falla.
Esto me pasa por no hacer ejercicios.
Me inclino poniendo mis manos en las rodillas mientras recupero aire, ya un poco mejor decido enderezarme, pero los sonidos de unas hojas crujir me paralizan.
—¿Quién eres? —Preguntan a espaldas de mí. No encuentro el valor para voltear así que solo me quedo inmóvil. —Te pregunté ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? — Tiemblo al escuchar su voz, ronca. Un clic se hace en mi cabeza al reconocer su voz.
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Editado: 29.10.2024