—Me temo que la señorita Alaia no está embarazada, Alfa. — Después de la revelación que le hizo la chica sobre el supuesto embarazo, Cristian de inmediato había llamado al médico principal de la manada para confirmar la noticia que ahora sabía que era una vil mentira.
—¡Eso no es cierto! Si estoy embarazada, mi amor. Este doctor no sabe nada. —La amante del Alfa se levantó de un salto de la cama para llegar a Cristian, pero con una mirada mortal de parte de este la chica se detuvo.
—Muchas gracias, David por venir hasta aquí. Puedes retirarte. — Con una inclinación salió rápidamente de la habitación, no quería ser testigo de la ira de su Alfa.
Cristian respiró profundo para tratar de tranquilizarse, aunque fue en vano, se sentía furioso con la chica por haberle mentido, sentía que ya no podía más. Necesitaba alejarse de ella porque si no iba a terminar por matarla.
—Amor—Alaia se arrodilló y envolvió con sus brazos el torso de su amado, lágrimas caían de sus ojos. —Perdóname por mentirte, pero tu me quieres dejar y yo te amo. Me muero si no estoy contigo. —Dijo entre llantos apretándose más a Cristian.
El Alfa sin soportarlo más, la tomó de los brazos para separarse y aventarla al suelo, no la quería cerca. —Mi error fue seguir contigo a pesar de las advertencias. Te he dicho muchas veces que esto sería pasajero, que no quería nada serio. —La miro con todo el desprecio que podía sentir hacia ella. —Ya no quiero verte jamás en la vida… así que te destierro de esta manada.
Al escuchar las palabras del amor de su vida sintió que el alma salía de su cuerpo, él no la podía dejar. —¡No! ¡Cristian no me hagas esto! No me puedes desterrar, soy la bruja que se encarga de tu manada. —Cada manada de todo el mundo tenía a un brujo o bruja que ayudaba al Alfa con la seguridad de sus pobladores.
—Conseguiré a otro, no eres indispensable. —Su tono lleno de desprecio. Sin esperar respuesta, la tomó de un brazo y casi arrastras la sacó de la casa principal bajo las miradas sorprendidas de algunos lobos. Ya en las afueras de la casa pudo encontrar a tres de sus guerreros, aventó a la chica a los pies de estos. —La bruja Alaia ha sido desterrada de esta manada, ya su magia no tiene efecto aquí. Necesito que la saquen y que no vuelva. —Sin siquiera verla dio media vuelta para volver a la casa.
—¡Cristian! ¡No puedes alejarme de ti! —Escuchaba los gritos a sus espaldas. —¡Me las pagaras! ¡Mi muerte quedará en tu consciencia! —A pesar de las amenazas de la chica, Cristian no se detuvo ni un momento, no le importaba en lo más mínimo lo que hacía con su vida la bruja. Eso sí, se prometió así mismo no volver a meterse con ninguna mujer y esperar a su compañera.
Algo que no cumplió.
Lycans
Cristian.
—Entonces ¿Ya te vas? — Me encontraba en la sala principal con mi padre con maletas listas, el viaje en busca de mi compañera comenzaba. Hice un ruido de afirmación.
—¿No te parece que ya es noche para irte? —Pregunta con sus ojos puestos en mis maletas.
Ruedo mis ojos. —¿Quién te entiende, Padre? Tu eres el más necio en que me fuera a buscar a mi compañera y ahora cuestionas la hora en que me voy. — Me siento en el sofá tomando mi whisky.
—Pero puedes esperar salir mañana. Ya está anocheciendo y recuerda que estamos en guerra con los vampiros, es peligroso salir de noche.
—Me subestimas, Padre. Se perfectamente cuidarme de los vampiros. —El líquido fuerte del licor pasa por mi garganta, saboreándolo. —Además hoy se fue Alicia por sus actividades de Luna. Las dos semanas que estará fuera las aprovecharé para buscar a mi compañera, así que es mejor irme antes para tener más tiempo.
Mi padre me observa con hastío. — Es el colmo ¡Mi hijo un mandilón! Le tiene miedo a su esposa que por cierto no es tu compañera, ni siquiera debería hacer las actividades de luna ya que ese puesto no le pertenece. —Aprieto mis dientes en un intento de no contestarle de la peor manera, pero mi padre me la pone difícil.
—Padre por-. — Me callo de manera abrupta al sentir un delicioso aroma que jamás en mi puta vida lo había sentido, de un salto me levanto del sofá agitado taladrando con mi mirada la entrada de la sala.
Mi padre me mira confundido. —¿Qué pasa?
No le contesto ni siquiera lo miro porque estoy ocupado observando a la linda chica rubia que está del brazo de mi hermano.
Compañera, compañera, compañera. Me da un mareo de la impresión mientras siento a mi lobo feliz.
—Padre, hermano. Les presento a una amiga, su nombre es Emma. — Mi hermano nos la presenta y sin pensarlo mucho me acerco a ella separándola de William y empotrandola en la pared más cercana, entierro mi rostro en su cuello y olfateo desesperado su aroma.
—Mia, mia, mia.—Es todo lo que sale de mis labios, perdido en el aroma de mi compañera.
¡Mierda! ¿Cómo pude vivir tanto tiempo sin su aroma!
—¡Cristian no! —William trata de alejarme de ella y con un gruñido la acerco más a mí, me deleito besando su cuello.
—Hermano, déjala. Se ha desmayado. —Saco mi rostro de su cuello y el miedo se asienta en mi al verla inconsciente. —Déjame llevarla a una habitación para que descanse. —William trata de quitármela, pero no se lo permito.
—¡No la toques! Es mía. —Le doy una mirada mortal a mi hermano.
Sube los brazos en signo de rendición mientras traga saliva. —Está bien, hermano.
La tomo muy bien en mis brazos y ronroneo al sentirla tan cerca. —La llevaré a mi habitación.
—¿Estás loco? —Esta vez es mi padre el que se interpone. —No puedes llevarla a la habitación que compartes con la mujer que llamas tu esposa.
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Editado: 29.10.2024