Emma.
—¡¿Qué carajos?! —Exclamo sorprendida a la misma vez que señalo el relicario.
Eric con el ceño fruncido vuelve a poner sus ojos en el relicario y al darse cuenta que este brilla lo suelta dejándolo caer en la mesita de noche.
—No es nada, es algo que hacemos los vampiros. Ya sabes tenemos muchos dones y uno de ellos es hacer brillar cosas. —Las palabras salen de su boca de manera precipitada mientras mueve sus manos de forma exagerada.
¿Este es el mismo vampiro que llegó hace unos días? El vampiro con cara de odiar a todo mundo. Definitivamente lo cambiaron.
No suelo sonreír, pero contigo me apetece. El recuerdo de sus palabras hace que una emoción extraña invada mi cuerpo y que olvide completamente como hizo brillar el relicario. Además, si dice que es uno de sus dones, debe ser así.
—Ok. Me parece un don absurdo, pero ¿Quién soy yo para juzgar?
—¡Hey! Ya quisieras tener este don tan espectacular. —Dice mientras observa sus uñas para luego centrar su mirada nuevamente en mí. — Bueno vamos a lo que vine y eso es arreglar tu desastroso cabello.
Se acerca a mi maleta a tomar el cepillo de peinar y la crema, los observa con desagrado. —¿Este es lo único que tienes? Con razón tu cabello es un desastre, creo que si mi madre no tuviese empleadas que la peinen tendría tu cabello, las dos son muy parecidas.
—¿En que somos parecidas? —Le pregunto extrañada.
Lo veo apretar sus labios en una línea para luego soltar un suspiro. —Ambas son mujeres, ya en algo se parecen. —Susurra, luego niega con su cabeza. —Siéntate, vere que puedo hacer con tu cabello.
Tomo asiento y se posiciona detrás mío, sus manos comienzan a desenredar mi cabello con suma delicadeza al mismo tiempo que sus dedos pasan por mis hebras. Pasamos varios minutos en silencio, su forma de peinarme me relaja tanto que estoy a punto de volver a dormirme así que decido hacerle algunas preguntas.
—Así que… Eres un vampiro y eso es wow ya que jamás había conocido uno.
Ríe bajito—Es más que obvio, eres humana. Raro sería que hayas conocido vampiros antes de venir aquí.
—Si, tienes razón. ¿Cuántos años tienes? —Ante mi pregunta se inmoviliza. Me alarmo porque no se si es prohibido preguntarle a un vampiro su edad y ahora la haya embarrado con mi curiosidad. —Disculpa si fui muy chismosa.
A través del espejo lo veo negar con una sonrisa y vuelve a darle atención a mi cabello. —No te preocupes, es normal tener curiosidad y respondiendo a tu pregunta; tengo 20 años, nací siendo vampiro.
Doy un brinquito en mi silla ante su respuesta. En mi ignorancia creí que los vampiros solo se convierten como en las películas, pero al parecer no.
—¿Cómo así? ¿No te convirtieron? —En mi voz se detecta el interés que me genera su especie.
—Hay algunos que son convertidos, pero la mayoría no; somos de nacimiento al igual que mi padre, él también es un vampiro de nacimiento. —Veo como unta crema en sus manos y masajea mi cabello. —Yo soy producto de un vampiro con una humana, así que había posibilidades que naciera humano, pero eso no sucedió. —Echa mas crema en mi cabello y ahora estoy segura que no tiene ni la más mínima idea de lo que está haciendo, aunque lo dejo estar para que me siga contando.
—Wow eso es extraordinario. —Veo su reflejo en el espejo y ahora me pregunto a quien de sus padres se parece, es muy guapo.
Me sigue contando de su niñez y un poco de sus padres mientras trata de hacerme un dizque peinado que termina en una sencilla moña que muy bien lo hubiese hecho yo, pero por su esfuerzo le doy un abrazo rápido tomándolo por sorpresa. —Muchas gracias, está espectacular.
Nos separamos y lo veo reírse. —No seas mentirosa, no supe cómo peinarte, pero gracias por no querer dañar mis sentimientos. —Sus ojos se detienen por completo en mi rostro, detallándome. —Aunque no necesitas un super peinado, ya eres hermosa.
Ante sus palabras siento mis mejillas calentarse. —Eh… Muchas gracias.
—Eso sí, espero que esto que acaba de pasar aquí no lo menciones, no puedo dejar que mi reputación de príncipe sádico y sin sentimientos se dañe. —Menciona con una sonrisa divertida.
Con mi mano hago una seña de que mi boca está cerrada. —Prometo no contar nada, tu reputación estará protegida conmigo. —Le doy una sonrisa sincera y las ganas de abrazarlo me invaden, pero me contengo.
Se despide y sale de la habitación dejándome sola. Observo mi cabello en el espejo y de mis labios sale nuevamente una risita al detallar muy bien mi super peinado; no es la gran cosa y no está bien hecho, pero el solo saber que se tomó el tiempo de peinarme hace que mi corazón se caliente de ternura, así que decido dejarlo.
Verifico la hora y ya falta poco para la fiesta y aun Cristian no ha vuelto, de seguro se encuentra ocupado con los preparativos, así que mientras viene me dispongo a tratar de maquillarme con lo poco que tengo.
Una vez termino de maquillarme, tomo mi celular lo desbloqueo y me doy cuenta que tengo un mensaje de Daniel.
Daniel: Hola Em. Perdona por no reportarme más temprano, tuve asuntos que resolver en el restaurante.
—Si claro, asuntos que resolver como por ejemplo curarte de la resaca. —Hablo sola con mis ojos puestos en su mensaje.
Si, soy hipócrita. Yo aquí soy la infiel que se anda besuqueando con otro hombre, pero me vuelvo a insistir; años de relación no se van en unos días a pesar de que ya amo a alguien más. Sin siquiera responder su mensaje, desactivo los datos de internet y bloqueo mi celular guardándolo al fondo del cajón de la mesita de noche.
Por esta noche no quiero pensar en mi vida en Londres y disfrutar de la fiesta donde voy a conocer a muchos alfas y lunas.
En un determinado tiempo la puerta es abierta dando paso a mi lobito que con una sonrisa se acerca a mi para proceder a darme un beso cálido en los labios. —Lo siento mi luna, hubo contratiempos con algunos preparativos. —Sus ojos brillan cuando recorre mi rostro y cabello. —Te ves muy preciosa como siempre, ya deseo verte con el vestido puesto.
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Editado: 29.10.2024