Emma.
Mis zapatos suenan en cada paso que doy con la inseguridad saliendo hasta de mis poros, camino por el pasillo que va hacia la escalera del brazo de mi compañero.
Estoy nerviosa.
No quiero mentirme a mí misma diciéndome que estoy serena y segura porque no, estoy que me hago del baño por el miedo y los nervios que están a flor de piel. Se que Cristian siente mis nervios y es por eso que mientras seguimos nuestro camino me da una mirada regalándome una sonrisa reconfortante, pero no ayuda de nada. Cuando visualizo las escaleras donde bajaremos y quedar a la vista de todos, me detengo.
No puedo hacerlo. Quisiera regresar corriendo a mi habitación y esconderme bajo las sábanas, hacerme un ovillo y no salir hasta que haya acabado esta fiesta.
—¿Qué pasa mi amor? —Cristian se posiciona enfrente de mí y toma mi rostro entre sus manos, puedo ver preocupación evidente plasmada en su rostro. —Te siento nerviosa y te entiendo, pero todo saldrá bien. —Suspiro cuando su rostro se acerca más al mío haciendo que nuestros labios se rocen. —Quiero que todos te conozcan, es muy importante para mí. —Susurra lo último y los nervios se esfuman al momento que sus labios conectan con los míos en un beso tierno y a la misma vez lleno de deseo. Sus manos no se apartan de mi rostro mientras nos besamos por unos minutos más, minutos en los que mi libido se enciende queriendo mas que besos y se lo hago saber acercando mi cuerpo al suyo y restregándome en su ya marcado paquete, al sentir mis movimientos sus manos bajan rápidamente a mi trasero para apretarlo. —¡Mierda! Emma debemos parar porque me estoy excitando y querré tomarte aquí mismo.
Avergonzada me alejo de su tacto. —Yo…yo lo siento. —Bajo mi mirada a mis zapatos porque estoy segura que mis mejillas están rojas. El sonido de su risa llega a mis oídos.
—No lo sientas. —Con sus dedos toma mi mentón y me hace alzar el rostro, viéndonos directamente. —Esto me ha demostrado que deseas lo mismo que yo. Te haré mía muy pronto, mi luna.
Quisiera decir algo ante sus palabras, pero solo me quedo con los labios entreabiertos, sus ojos se llenan de deseo y una ligera capa de color dorado invade su mirada. —¿Por qué está dorada tu mirada? —Pregunto fascinada. Cierra sus ojos por unos segundos y cuando los vuelve abrir ya tienen su habitual color azul.
—Era mi lobo queriendo tomar el control, está ansioso por marcarte.
Un ligero escalofríos me invade; la marca, ya me había instruido sobre la dichosa marca en el blog y Cristian hace poco me había explicado que la marca es una mordedura de tu compañero al momento que estas teniendo sexo aunque no es necesario hacerlo en el acto sexual, pero por lo que he aprendido los lobos acostumbran hacerlo cuando estan excitados, eso es para que el olor del lobo quede impregnado en ti y que todos sepan que has sido reclamada. Pienso que es un poco primitivo y posesivo, pero debo respetar sus costumbres y su naturaleza.
Sin saber que decir solamente le sonrío cuando vuelve a mi lado y tomándonos de las manos procedemos a bajar las escaleras. La música se va escuchando cada vez más fuerte mientras seguimos bajando escalón por escalón, tomo valor para levantar la vista y observar el salón donde muchos hombres nos observan bajar. Frunzo el ceño al solo ver tres mujeres ¿Y las demás lunas? Se supone que los Alfas vendrían con sus parejas ¿No?
Con un susurro le hago saber mi duda a Cristian. —¿Por qué solo hay tres mujeres? ¿Las demás lunas? — Solo ruego que nadie más me haya escuchado.
Levanto mi vista hacia su rostro. Sus ojos se encuentran escaneando todo el salón. —La mayoría se encuentran en un retiro de Lunas que se hace anualmente. Las lunas que están presentes, es porque los Alfas hace poco las encontraron. —Asiento ante su respuesta.
Sin detenernos en saludar ni siquiera a su padre, me encamina hacia una pequeña tarima que han colocado cerca de la chimenea, subimos los pequeños escalones bajo la atenta mirada de todos. —Quédate detrás mío, cuando te nombre vienes a mi ¿Sí? —Me susurra, me da una sonrisa cuando asiento.
Con los hombros erguidos camina hacia delante de todos. Tiemblo cuando su imponente voz se escucha en todo el salón. —Muchas gracias a todos por su asistencia, especialmente a su majestad el príncipe Eric que ha venido en representación de su padre. —Mi vista se desplaza por todo el lugar hasta dar con la mirada de Eric que me regala una pequeña sonrisa que es devuelta de mi parte, el saber que está aquí me llena de tranquilidad. —Hace cientos de años esta manada fue fundada por mi bisabuelo, Ernest Harrison. Luchó por el bienestar de nuestra gente y hemos luchado para mantener su legado por generaciones. Hoy es un día que nos llena de orgullo a mi manada y a mí y aunque en los últimos años hemos tenido muchas dificultades, nos mantenemos firmes en luchar y defender a esta manada que es nuestro hogar. —Se voltea en mi dirección mientras me extiende su mano que lentamente tomo, las ganas de salir corriendo se incrementan cuando me posiciono a su lado, muchos nos quedan viendo sorprendidos y más cuando envuelve con su brazo mi cintura acercándome más a su cuerpo. — Ahora les quiero presentar a mi compañera de vida, a mi preciosa Emma. Ella es la luna de la manada Crescent Moon, con quien voy a liderar a nuestros lobos y salir victoriosos de esta lucha. —Mi corazón se encoge de ternura porque en sus ojos puedo ver felicidad y orgullo ya que no quita su vista de mi a pesar de que se dirige a los presentes.
Por un momento todos se quedan en silencio y eso me hace encogerme un poco, pero veo rápidamente a la persona que comienza aplaudir, sonrío cuando veo que es Eric quien aplaude con muchas ganas haciendo que los demás lo sigan.
Bajamos de la pequeña tarima y nos acercamos donde está el señor Harrison junto con William y su novia, la chica me regala una sonrisa amable.
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Editado: 29.10.2024