Mi madre insistía en que siguiéramos con nuestras vidas, realmente no mencionábamos la muerte de mi abuela porque todos nos sentíamos mal tan solo por recordar cada quien su versión de los hechos. Es que no fue el mismo dolor, pero mi madre no quería ver a sus hijas mal, quizás tenía razón decía que solo éramos unas niñas y que debíamos de salir a jugar, tener amigos, esforzarnos en la escuela.
Mi madre siempre nos cuido, buscaba hacernos felices y a mi abuela siempre le agradeció mucho, creo que si todas quisiéramos una suegra seguro sería como mi abuela, o esas eran las palabras de mi madre. Pues ella decía que lejos de ser su suegra, ella se sentía como una hija más, pues mi abuela le enseño mucho de lo que hoy en día es, aprendió a cocinar por ella y por palabras de mi madre ella aprendió a ser mujer.
A mi ya solo me faltaban unos meses para graduarme, pero aun así pareciera que yo quería crecer más rápido de lo pensado, deseaba ser adulta lo antes posible, en mi cabeza si lograba ser adulta, podía trabajar y apoyar a mis papás, poner algún negocio que apoyara a que ellos no tuvieran que preocuparse por su vida. Quería verlos envejecer con tranquilidad, después de la muerte de mi abuela muchas cosas que no sabíamos salieron a la luz, entre ellas que mi abuela tenia en ocasiones preocupaciones por el dinero, que a veces no le alcanzaba, sin embargo, ella siempre nos daba a todos por igual.
No me refiero a que nos diera dinero, pero si nos ofrecía de lo que comían, si había un plato en su mesa y éramos cuatro ella lo repartía entre cuatro, jamás fue egoísta. Cosa que no sabíamos, ella nunca nos lo dijo, sin embargo, ahora entenderlo era algo que cambiaba mi mentalidad. No quería ver envejecer a mi padre y saber que pasaba por alguna preocupación, mi anhelo era crecer para darle, así como él nos había dado.
Yo continuaba presentándome a clases y había dejado de salir a jugar por un tiempo, pero mi madre era más persistente, así que termine saliendo de nuevo, era divertido, pero también las cosas empezaron a cambiar. Pues ahora sabía que debía madurar, que no quería estar sola por el resto de mi vida y que debía esforzarme más para darle a mis padres.
En una de esas tantas veces que salimos a jugar, al hacer equipos quisimos cambiar la dinámica, ya no nos repartiríamos como siempre estábamos armados en nuestros equipos, ahora nos formaríamos de otra manera y al armarlos, me toco en esta ocasión ser del equipo contrario de mis amigas, me tocaba compartir equipo con el odioso hermano de Rita, aquel idiota con él que constantemente discutía. Ese mocoso grosero que a todos llegaba y agredía cada que jugaba.
Aquel día era parte de mi equipo y algo muy raro paso y es que él en lugar de agredirme, me defendía, cada que alguien se me acercaba para atacar, el hacia equipo conmigo para protegerme, aquel día el se encargo de hacer que ganáramos, por cada gol que él metía se acercaba y festejaba conmigo. Rita, su hermana, tenía cara de asombro, era como si no esperara aquella respuesta de su hermano, creo que nadie ahí la esperaba.
Pues en el gol gana, Eduardo corría, hasta anotar él gol, logro meter el balón en la portería y corrió a abrazarme, yo me deje llevar por la emoción y acepte el abrazo. Claro a mi me sorprendió tanto como a él, pero después de ese abrazo él me miro a los ojos y me mantuvo entre sus brazos.
Yo recobre mi consciencia y mi postura de no se me acerquen y lo aleje de inmediato, algo no estaba bien, eso no era normal en él y menos en mi. Unos cuantos días pasaron y después de aquel partido Eduardo cada vez más quería estar cerca de mi, de vez en cuando lo veía que iba y se quedaba susurrando con los demás chicos, pero nunca le preste del todo atención.
Era lindo conmigo, me cuidaba, de vez en cuando me regalaba chocolates, me iba a buscar a mi casa con su hermana con la excusa de salir a jugar. Quizás aún era muy inocente como para entender lo que estaba pasando, pero creo que me comenzaba a gustar, sentía una conexión y aunque por dentro me negaba porque según yo, aun era muy pequeña para tener novio, creo que lo anhelaba, ya todas las chicas de mi edad tenían novio y el hecho de ser regordeta no me dejaba de preocupar.
Pensaba que por ser gordita no tendría derecho a mi primer amor, pero no, creo que en el corazón no se manda y al ser emociones que no había conocido antes, más me aferre a querer saber que se sentía.
Así que un día después de jugar, Eduardo me pedía hablar conmigo a solas, creo que todos ahí ya sabían lo que pasaría menos yo, pues al verlo llegar todos se hicieron una bolita atrás de mi. Yo los veía y les preguntaba porque se habían alejado de mi, de inmediato todos los hombres hacen ruidos de burla y gritaban, ¡Creo que te hablan!.
Si parecían tontos, yo podía sentir como todos me observaban mientras al voltear Eduardo me tomaba de la mano y me jalaba hasta la otra esquina de la calle, pidiéndome que caminara con él, que necesitaba platicar conmigo algo importante y que no quería ni que su hermana estuviera cerca. Yo no dije nada solo lo seguí, lo deje que hablara conmigo y al llegar a la esquina, yo lo veía nervioso, tembloroso y a la vez preocupado, le sudaban las manos y la voz se le entrecortaba.
-Ani me gustas mucho, creo que eres una chica muy ruda y linda, me gustan mucho las charlas contigo, porque solo tú me escuchas, lo he estado pensando, ¿Quieres ser mi novia?, me decía Eduardo mientras sus mejillas se ponían rojas y de su mochila sacaba una carta en forma de corazón al igual que unos chocolates.
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Editado: 23.10.2024