La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SEGUNDA PARTE: Incomunicados - CAPÍTULO 30

—Dresden estuvo aquí— dijo Joram.

Gloria casi deja caer la bandeja del almuerzo al piso.

—¿Estás bien? ¿Te lastimó?— le preguntó ella con urgencia.

—Estoy bien. Tuvimos una conversación amable y se mostró preocupado por mi bienestar. Está interesado en que recupere mi memoria.

Ella negó vehementemente con la cabeza. Le tomó la mano y lo guió hasta una silla. Luego se sentó junto a él, le tomó la mano derecha y comenzó a escribir. Le contó de la jarra especial de agua con drogas y de cómo ella había notado una mejoría en su memoria desde que había decidido reemplazarla con agua limpia por su cuenta.

—¿Dices que me han estado drogando para que no recuerde?

—Sí.

—Pero entonces, ¿por qué me animó tanto Dresden a que recordara?

—Dresden es un manipulador, y un maldito sádico.

Joram se quedó pensando por un largo momento.

—Dresden dice que no sabe quién me cegó y me encerró en su palacio. Dice que está investigando quién soy y quién me hizo esto. ¿Crees que sea posible que no sepa de las drogas? Tal vez alguien más está metido en esto sin su conocimiento.

—Supongo que es posible, pero Dresden no es de fiar. Debes cuidarte de él.

—Entiendo.

Gloria se quedó pensando por un momento, luego le escribió con dedos temblorosos:

—¿Le dijiste de mí? ¿Que hablamos?

—¡Gloria! ¿Cómo me preguntas eso? ¡Por supuesto que no!

—¿Le dijiste algo más? ¿Le contaste de tus sueños, del Sanador?

—No, nada de eso. Recordé tu advertencia y fingí no recordar nada.

—Bien. Eso fue prudente.

—Entiendo tu recelo para con Dresden, pero... creo que tal vez él pueda ayudarme, Gloria.

—¿Confías en mí?

—Sí, claro.

—Entiendo que las promesas de Dresden puedan resultarte tentadoras, pero quiero que me prometas que no le dirás nada, al menos no hasta que yo pueda averiguar si sus intenciones son genuinas.

—Lo prometo, Gloria. En serio, no te preocupes.

Ella le palmeó la mano satisfecha y comenzó a darle el almuerzo mientras cavilaba. ¿Qué juego estaría jugando Dresden? ¿Por qué mantenerlo incomunicado por tanto tiempo y luego aparecer como su salvador y protector? Tal vez Dresden no sabía de las drogas, pero su asignación para trabajar con el prisionero sí era de su conocimiento. Estaba claro que no quería que Joram hablara con nadie excepto con él. ¿Pero por qué? ¿Qué se traía entre manos? ¿Para qué le servía un hombre ciego y sin memoria? Gloria dedujo que Joram era mucho más importante y peligroso de lo que había supuesto. Pero, ¿quién era él en realidad?

—Tuve una sensación extraña con Dresden— dijo Joram entre un bocado y otro.

—¿Un recuerdo?— preguntó Gloria.

—No. O tal vez sí, no lo sé.

—Cuéntame.

—Dresden entró en la habitación unos momentos después de tu partida. La lógica me decía que seguramente eras tú que te habías olvidado de algo. Inclusive estuve a punto de llamarte por tu nombre, pero algo me dijo que no eras tú. No estoy hablando de su olor, o los sonidos de sus pasos que eran obviamente diferentes, fue una sensación que me llegó antes que todo eso. Fue como si... no sé cómo explicarlo... fue como si pudiera ver dentro de su mente. Ya sé, ya sé, no puede ser, pero eso fue lo que sentí. Vi que su mente no era la tuya y que por lo tanto no eras tú. Y sentí otra cosa también: ya había estado en contacto con esa mente antes.

Gloria se lo quedó mirando por un largo momento con la cuchara llena en la mano.

—Creo que no estoy bien de la cabeza— murmuró Joram.

—Si lo que sentiste es verdad— comenzó ella, dejando la cuchara para escribir en su mano—, significa que Dresden te mintió, que ustedes dos se conocían de antes.

—Mi mente es como un laberinto roto, ya no sé si confiar o no en mis sensaciones.

—Estoy segura de que todo se va a ir aclarando— lo animó ella con un apretón en su hombro.




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