—¿Lug? ¿Eres tú?— casi tartamudeó la mujer del vestido azul.
—¿Quién eres?— respondió Joram.
—Soy yo, Ana. ¡Por el Gran Círculo! ¿Qué pasó con tus ojos? ¡Has perdido unos cuarenta kilos! ¿Y dónde está tu cabello?
—Arrancados con hierros candentes. Dieta de pan y agua. Piojos— respondió Joram.
Ana corrió hacia él y lo abrazó.
—¿Qué pasó? ¿Por qué estás aquí?
—No lo sé. Mi memoria fue borrada. ¿Tú me conoces? ¿Sabes quién soy?
—Sí, no te preocupes, te ayudaré.
—Gracias. ¿Cómo llegaste aquí?
—Tu amiga me trajo hasta ti. No habla mucho.
—Gloria es sorda de nacimiento, y el rey Dresden le cortó la lengua.
—La ayudaré, si quieres, pero primero quiero resolver el tema de tus ojos.
—¿Resolver? ¿De qué hablas?
—Ven— lo tironeó ella hasta la cama—, acuéstate.
—¿Qué vas a hacerme?
Ana rebuscó entre la falda de su vestido y sacó una bolsita de cuero.
—¿Puedes decirle a Gloria que te prepare un té con esto?— preguntó, sacando unas hojas de la bolsita.
—Si le hablas de frente puede leerte los labios, pero no quiero drogas— respondió Joram, intranquilo.
—Es solo robidra, aliviará el dolor.
—¿Dolor?
—Sí, el proceso es bastante doloroso.
—¿De qué hablas? ¿Qué vas a hacerme?
—Restaurar tus ojos, por supuesto.
—¿Cómo?
—Lug, soy una Sanadora, déjame ayudarte.
—¿Gloria?— llamó Joram, nervioso.
Gloria se acercó a él y se sentó a su lado en la cama. Tomó su mano y le escribió:
—Vino montada en un unicornio. Creo que es tu esposa.
—¿Eres mi esposa?— le preguntó Joram a Ana.
Ana lanzó una carcajada.
—No, Lug. Tu esposa es Dana, ¿no la recuerdas?
—No recuerdo nada excepto ser cegado brutalmente y abandonado en una celda. Luego fui traído a esta habitación y Gloria me cuidó.
—¿Sabe Dana que estás aquí?
—Ni siquiera sé quién es Dana— respondió Joram.
Ana permaneció en silencio por un largo momento.
—Si no recuerdas a Dana, tu memoria está seriamente dañada. Te conozco, Lug, podrás haber olvidado tu propio nombre pero jamás la olvidarías a ella.
—¿Puedes ayudarme a recordar?
—Tal vez. ¿Cómo fue borrada tu memoria en primer lugar?
—Drogas en el agua. Pero Gloria se dio cuenta y me ha estado dando agua limpia. He recordado algunas cosas, imágenes que vienen a mi mente, pero el proceso es lento.
—¿Qué imágenes?
—Un bosque donde tengo la sensación de haber vivido, dos unicornios, un viejo Sanador que me curó unas costillas rotas...
—El bosque de los Sueños— asintió Ana—. Los dos unicornios son Kelor y Luar, al cuidado de Zenir, el Sanador, mi abuelo.
—Recuerdo también dos rostros que creo pertenecen a mi esposa y a mi hijo, pero nada de nombres.
Ana asintió pensativa, tratando de dilucidar qué tipo de droga podría provocar tal vacío en la mente de una persona.
—No conozco ninguna droga que sea tan poderosa como para vaciar la memoria de esta manera. ¿Pudo haber otra cosa?— preguntó Ana.
—No lo sé— respondió él.
Gloria, que había estado siguiendo la conversación, llamó la atención de Ana y señaló la cabeza de Joram. Ana lo hizo sentar en la cama y observó la terrible cicatriz cercana a su nuca.
—Sí— confirmó—, esto debe haber ayudado.
—¿Qué?— preguntó él, pasándose la mano por la nuca.
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Editado: 12.10.2019