La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Aliados - CAPÍTULO 49

Humberto terminó su desayuno y se puso de pie.

—¿Qué vas a hacer?— le preguntó Lug desde el suelo.

—Explorar un poco este lugar, tratar de orientarme y ver cómo podemos cruzar el resto del pantano sin más incidentes.

—Te acompaño— amagó Lug a levantarse.

—No, mejor quédate. Aprovecha a descansar todo lo que puedas y reponerte. Ese fomore ya no podrá arrastrarte— le respondió Humberto.

—Ha estado muy quieto toda la mañana— reconoció Lug—. ¿Qué le pasa?

—Está intentando ocultarme que está herido.

—No entiendo, ¿por qué ocultártelo?

—Porque sabe que tendré que sacrificarlo. No me sirve si no puede caminar.

—¿Vas a sacrificarlo en vez de ayudarlo?— preguntó Lug, un tanto alarmado.

—Sacrificarlo es ayudarlo. Es preferible que muera rápido bajo mi espada a que se quede aquí a morir lentamente de hambre o devorado por alguna bestia del pantano.

—Tal vez podríamos llevarlo con nosotros— ofreció Lug.

—Llevarlo con nosotros solo logrará que los tres encontremos la muerte más rápido. Muchas de las alimañas de este lugar pueden oler la sangre de alguien herido y vendrían tras él por considerarlo presa fácil. Eso nos pondría en constante peligro.

—Tu solución es inhumana— protestó Lug.

—Es solo un fomore, Lug, no es humano— se justificó Humberto.

Humberto comprobó sus armas, se ajustó su capa y se alejó del campamento sin más. Lug se puso de pie y caminó hacia el fomore.

—¿Estás bien?— le preguntó.

—Bien— contestó la bestia. Lug notó que trataba de cubrir su pierna izquierda con la mano.

—Muéstrame tu pierna— le dijo Lug.

—No tengo que obedecer tus órdenes, solo las del Protector.

Lug suspiró.

—Cuando tu Protector vuelva, va a ordenarte que le muestres esa herida y luego va a sacrificarte porque ya no le sirves— le dijo Lug.

—Que se haga su voluntad— respondió el fomore.

—¿Tienes nombre?

—Ror.

—Escúchame, Ror, ¿si hubiera una alternativa a ser sacrificado, una alternativa en la que pudieras seguir viviendo, la tomarías?

—Tomaré la alternativa que me dé el Protector. Mi fidelidad es para con él.

—Entiendo eso, debes servir a tu Protector.

—Sí.

—¿Cómo crees que le sirves más, vivo o muerto?

—Vivo, pero no en este estado— respondió el fomore.

—Entonces déjame ayudarte, déjame cambiar tu estado para que vuelvas a ser útil a tu Protector— le propuso Lug.

El fomore lo miró sin comprender.

—Muéstrame tu herida y haré lo que pueda para sanarte.

—¿Sanarme?— preguntó el fomore como si la noción le fuera ajena.

—Sí.

—¿Tú deseas sanarme?

—Sí.

—¿Por qué? Yo no soy importante.

—Para mí, eres importante. ¿Me dejarás intentarlo?

El fomore corrió la mano de su pierna, y Lug vio el charco de sangre y el hueso quebrado asomando a través de la herida provocada por una horrible fractura expuesta. Lug no se explicaba cómo el fomore había resistido el dolor sin desmayarse desde la noche anterior.

—Dame tu cinto— le dijo Lug.

Mientras el fomore se desprendía el cinto, Lug buscó un par de ramas más o menos rectas.

—Esto va a doler— le advirtió Lug. El fomore no se inmutó.

Lug envolvió la pierna con el cinto y las ramas, tratando de reacomodar el hueso lo mejor posible. El fomore apretó los puños temblando levemente, pero no gritó.

—Ahora cierra los ojos y trata de no pensar en nada— lo instruyó Lug.

Los ojillos del fomore se cerraron con fuerza ante su pedido.




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