Dana volvió de su trance del canal y sonrió a Ana que la observaba, expectante.
—¿Buenas noticias?— preguntó Ana, ansiosa.
—Akir está en efecto en el castillo de Tiresias. Está prisionero en una celda. Está herido, pero no duda que puedas sanarlo.
—¿Herido? ¿Qué le hizo ese maldito de Dresden?— casi gritó Ana con los puños cerrados de furia.
—No quiso decírmelo con exactitud. Creo que no quería preocuparte, pero sonaba de buen ánimo. El nombre del que lo hirió no es Dresden sino Overkin.
—¿Nunca tuvo contacto con Dresden?
—No lo mencionó, no. Hay más información, pero creo que sería mejor que todos la oyeran.
Ana asintió y ayudó a Dana a ponerse de pie. Juntas salieron de la habitación de roca de Dana y Lug en las cuevas de Govannon, y fueron al comedor donde todos los demás esperaban sentados en torno a la gran mesa mientras comían bocadillos que Govannon les había traído. Todos estaban allí excepto Humberto, que aun se estaba recuperando de su herida y del susto en su incómoda celda.
—¿Hubo suerte?— preguntó Lug mientras Ana y Dana tomaban sus lugares en la mesa.
—No pude contactar a Llewelyn— comenzó Dana—. La sensación es la misma que en los otros contactos que he intentado: es como si me conectara con una persona que está durmiendo. Siento que de alguna manera mis palabras le llegan como en sueños, pero le es imposible contestarme. Pero sí me fue bien con Akir.
—¿Está en el castillo de Tiresias como dijo Humberto?— preguntó Lug.
—Sí. Dice que su captor fue Overkin. Al principio, Akir pensó que Overkin lo quería por su habilidad, pero recientemente tuvo contacto con una persona muy extraña que le dijo que él era solo una carnada para atraer a Zenir al sur.
—¿Cómo conoce Overkin a Zenir?— inquirió Lug.
—Akir dice que Overkin es el hombre que visitó su casa en Polaros cuando era bebé. Al parecer, Ema no huyó solo de Efran sino también de Overkin cuando abandonó Polaros, dejando a Akir con Frido.
—Vi a ese maldito en una proyección de Akir— asintió Ana—. Es un asesino psicópata. Trabaja para Bress.
—Trabajaba, querrás decir— aclaró Dana—. Bress está muerto.
—¿Para quién trabaja ahora?— preguntó Lug.
Dana se encogió de hombros.
—Tal vez trabaja para sí mismo— ofreció juliana.
—No— negó Cormac con la cabeza, y luego se volvió hacia Lug: —¿Recuerdas que te dije que tenía información importante?
—Adelante, te escuchamos— lo invitó Lug con un gesto de su mano.
—Humberto me dijo que sospechabas que habías sido atraído hacia el sur por algún motivo, que pensabas que te habían tendido una trampa.
—Así es— confirmó Lug—. ¿Estaba en lo cierto?
—Sí y no. A quién estaban intentando atraer no era exactamente a ti, sino al anillo con el Anguinen. Puesto que pensaban que tú lo portabas, te tendieron la trampa a ti, pero perdiste importancia cuando se dieron cuenta de que no traías el anillo. Probablemente, por eso te mantuvieron neutralizado hasta ver en qué les podrías resultar útil. Luego, el anillo se las arregló por sí mismo para venir hasta aquí.
—Hablas del anillo como si estuviera vivo— interpuso Juliana.
—De alguna manera lo está— afirmó Cormac.
—No es tan directo ni sencillo como eso— intervino Govannon.
—¿Qué sabes de esa Perla, Gov?— preguntó Cormac.
—Engarcé varias de esas Perlas, y todas emanaban un tipo de energía diferente, lo cual les daba propiedades diferentes. En general, no creo que los Antiguos hayan sabido que las Perlas tenían diferentes habilidades. La única que parecía saber más sobre el asunto era Marga. Nuada perdió una mano consiguiendo esa Perla específica para ella, y ella me dijo que perder una mano era un precio muy bajo para pagar por aquella Perla en particular.
—Tal vez era la única Perla que podía ayudar a Lug a derrotar a Bress y a Wonur— comentó Cormac.
—Y sin embargo, la diferencia más notable entre esa Perla y las otras era que ésta tenía la propiedad de ser un receptáculo contenedor— respondió Govannon.
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Editado: 12.10.2019