—Todo lo que hice, todo lo que pasó, todo estaba marcado, Lug. Las profecías eran inescapables. Yo solo usé la información para prepararte el camino, para que pudieras triunfar sin obstáculos— se justificó Marga.
—¿Cómo puedes decirme eso?— le reprochó Lug—. ¿Manipular, traicionar y matar a tus amigos? ¿Entregarte a un torturador y asesino como Bress?
—Debías ser engendrado por él…
—¡Ya basta!— la cortó Lug, poniéndose de pie bruscamente con los brazos en alto—. ¡Ya no puedo soportar más esto!
—Sabes bien que no te miento: las profecías no pueden evitarse. ¿Acaso pudo Nuada evitar que Murna te torturara?
Lug no contestó.
—No pudo, ¿no es así? ¿Cómo crees que me sentí yo cuando te vi en manos de ella, sabiendo que no podía evitarse? ¿Crees que no intenté cambiar las cosas? Una y mil veces, ¡UNA Y MIL VECES, Lug! No importaba lo que hiciera, todo se cumplía, no había escapatoria. ¿No intentaste tú cambiar las cosas también?— gritó ella.
Lug no respondió.
—¿No intentaste evitar tener que asesinar a tu propio padre? Sí, lo hiciste, ¿no es así? ¿Y cómo te fue con eso?
Lug permaneció en silencio.
—Piensas que soy una homicida, pero mírate tú también en el espejo, Lug. Tus manos están manchadas con la sangre de tu propio padre. Tú y yo no somos tan diferentes. Ambos fuimos peones de Wonur.
—No te atrevas a compararte conmigo— le advirtió Lug con un dedo en alto.
—Todo lo que puedo decir es que lo lamento, hijo. Lamento todo lo que pasó, todo lo que tuviste que sufrir.
—No me llames hijo— murmuró Lug con un hilo de voz—, no quiero ser tu hijo.
—Pero lo eres…— le respondió ella suavemente.
Lug se desplomó en la silla, las manos sobre el rostro, agobiado más allá de sus fuerzas.
—Hubiera querido que entendieras…— le dijo Marga despacio—. Me hubiera gustado tener una buena relación contigo, Lug, recuperar el tiempo perdido. No sabes cuánto había ansiado este encuentro contigo. Tal vez algún día puedas comprender, puedas perdonarme… Estuvimos horriblemente marcados por el destino, pero ahora somos libres. Cuando lo comprendas, ven a buscarme, te estaré esperando— le sonrió ella con dulzura.
—No voy a dejar que te transfieras— le dijo Lug con tono helado.
—Lo siento, hijo, pero eso no puedes evitarlo— le respondió ella.
Y ante los ojos de Lug y Dana, el cuerpo de Llewelyn se esfumó de pronto, dejando atrás el sillón vacío y los cordones de las cortinas, aun amarrados a los apoyabrazos.
—¡¡¡Noooo!!!!— gritó Dana, desesperada, corriendo hasta el sillón vacío.
—Maldita…— murmuró Lug.
—¿Crees que haga lo que prometió, que nos devuelva a Llewelyn?— preguntó Dana, preocupada.
—No lo sé, Dana, ¿cómo se puede confiar en alguien que engañó a todos sus más íntimos amigos?
—Wonur la forzó…— intentó Dana.
—No— negó con la cabeza Lug—. Wonur ya no tiene poder sobre el Círculo y sin embargo ella eligió usurpar a nuestro hijo. Y tampoco es responsabilidad de Wonur que ella se haya aliado con un psicópata capaz de borrar ciudades enteras como Avannon. Creo que perdió la cordura, si es que en algún momento la tuvo, y ya no sabe lo que está bien y lo que está mal. Traté de entenderla, Dana, de veras traté, pero no puedo— se quebró Lug.
Dana lo abrazó con ternura.
—¿Qué vamos a hacer?— le preguntó, acariciando su cabello—. ¿Cómo vamos a obligarla a dejar a Llewelyn si se niega? ¿Y si logramos separarla de la mente de él, qué pasará con ella? ¿Estás dispuesto a dejarla morir?
—No lo sé, Dana, no lo sé— respondió él, angustiado—. No me preguntes eso porque no lo sé.
Dana aflojó el abrazo y se secó las lágrimas. Observó por un momento el cuerpo de Solana, tendido en el piso y luego volvió la mirada hacia Lug:
—Tenemos que salir de aquí antes de que nos encuentren y nos culpen de esto.
Lug asintió con la cabeza, la mirada ausente.
—Volvamos a la celda de Akir— propuso Lug—. Tendremos mejor oportunidad de escapar por el lado del acantilado.
—¿Y luego qué?
—Solo hay un lugar adónde Marga puede haber ido. Iremos hasta la cúpula y la confrontaremos allí.
#601 en Fantasía
#398 en Personajes sobrenaturales
#1004 en Otros
#44 en Aventura
Editado: 12.10.2019