—La comida es magnífica— le comentó Verles a Ana con la boca llena—, pero la música deja mucho qué desear— criticó—. Parece como si los músicos estuvieran agonizando, inclinados sobre sus instrumentos. Una hora más de esos sonidos melancólicos y todos moriremos de depresión.
Ana rió de buena gana.
—Esto no es para risa, Ana— dijo Verles, serio—. La gente ha estado parada en un solo lugar, estática, elucubrando. Estoy pensando en ir a buscar a algunos de los Tuatha de Danann para que animen las cosas con sus gaitas. Estos nobles necesitan bailar. Si aflojan el cuerpo, también aflojarán la mente.
—Estoy totalmente de acuerdo— aprobó Randall.
—Sí, pero yo soy la que estoy a cargo de esto y digo que no habrá baile— les respondió Ana— Necesito que hablen entre sí, no que bailen.
—Eres una aguafiestas— refunfuñó Verles.
—Necesitamos que esta gente nos tome en serio, Verles. Relajarlos un poco con este encuentro está bien, pero hacer que piensen que no somos más que un grupo de salvajes frívolos, no ayudará. Debemos mantener una posición mínimamente sobria.
—Pues tanta sobriedad me está matando de aburrimiento— protestó Verles.
—En vez de estar aquí quejándote, deberías entablar conversación con alguno de los nobles del sur— le señaló Randall.
—¿Ah, sí? ¿Con cuál? Todos parecen evitarme como a la peste— se quejó Verles.
—Tu exabrupto de hoy a la tarde no les cayó bien— se encogió de hombros Randall.
—No todos te quieren evitar— intervino Ana—. Lord Merkor te ha estado siguiendo con la mirada por un buen rato.
—¿Vigilándome?
—No, tratando de encontrar la manera de abordarte sin que hagas un escándalo y lo expongas al ridículo— le respondió Ana.
—¡Ah! ¿Ahora lees las mentes también?
—Solo hay una forma de saber si estoy en lo cierto— levantó una ceja Ana.
—Muy bien: este es el trato— propuso Verles—, me acerco a él y lo abordo de forma “sobria”, y si me repele, traigo a los Tuatha de Danann para que toquen algo festivo.
—De acuerdo— asintió Ana.
—¿En serio?
—Sí, Verles, es un trato.
Verles sonrió de oreja a oreja y se dirigió hacia donde estaba lord Merkor.
—¿Crees que un trato como ese es prudente?— cuestionó Randall a Ana.
—No te preocupes, Randy— le sonrió ella—, no me equivoco con Merkor. Y además, los Tuatha de Danann que vinieron con Nuada son guerreros, no músicos. Aun si pudieran tocar dos notas seguidas en una gaita, no tienen gaitas dónde tocarlas.
—Veo que estás interiorizada de todos los detalles— concedió Randall.
—Es mi trabajo— se encogió de hombros ella.
Merkor se revolvió inquieto al ver acercarse a Verles con una fuente con bocadillos que había incautado a uno de los sirvientes.
—¿Ya probó estos?— le indicó la fuente Verles—. De lo mejor que he comido en la vida, y créame que conozco muchas formas de cocinar el pescado de mar.
Merkor tomó un bocadillo de la fuente.
—En realidad, estos están hechos con cangrejo— le dijo Merkor.
—¡Cangrejo!— exclamó Verles—. No sabía que podían ser tan sabrosos. Mi gente nunca les ha dado mucha importancia.
—No conozco los pormenores sobre cómo se cocina— admitió Merkor—, pero los platos con cangrejo son muy apreciados por los nobles en el sur.
—Lo cual garantiza que se obtengan buenos precios para sus cargamentos, me imagino— le guiñó un ojo Verles.
Merkor sonrió por primera vez en toda la velada.
—¿Qué clase de pescado trabajan ustedes?— preguntó Merkor.
—Todo lo que sale— se encogió de hombros Verles—. Nuestro mayor comprador es Faberland. A ellos no les interesa qué clase de pescado les ofrecemos pues tienen el mal gusto de triturarlo todo, mezclarlo todo y confeccionar pastas que alimentan sus cuerpos pero no sus paladares, ¿me entiende? Si me lo pregunta a mí, creo que es un crimen culinario. Esta gente no sabe nada de especias, de la delicadeza del sabor, de la tentación de los olores… nada. Solo se atragantan con sus insípidas comidas sin atractivo. Le digo que si prueba la comida de Faberland, saldrá asqueado del lugar. Si no fuera porque son nuestros mayores compradores, no dejaría que mi gente pesque para que ellos desperdicien así la variedad marina.
—Aquí la calidad es más importante que la cantidad— explicó Merkor.
—Bueno, no puedo culpar a Faberland por darle más importancia a la cantidad que a la calidad. Hay que tener en cuenta que deben alimentar a más cuatrocientos mil habitantes, eso no es fácil.
—Cuatrocientos mil…—se atragantó Merkor.
—Muchas veces no alcanzamos a cubrir los pedidos— continuó Verles sin inmutarse ante la mirada asombrada de Merkor—. Y eso que la población se redujo drásticamente en la guerra de Faberland. ¡Antes de la guerra eran más de quinientos mil! Como van las cosas, creo que van a llegar a ese número muy pronto otra vez, especialmente desde que viven en la intemperie y no hay restricciones para la reproducción.
#599 en Fantasía
#401 en Personajes sobrenaturales
#1008 en Otros
#42 en Aventura
Editado: 12.10.2019