La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 165

Lug entró a la habitación y vio a Dana junto a la ventana, mirando hacia los enormes jardines. Se acercó, entrelazó su brazo con el de ella y dirigió su mirada hacia abajo para ver lo que la tenía tan absorta. La perfecta y cuidada belleza de aquellos jardines dignos del palacio de Versalles, se veía ahora destruida por la reciente invasión de las fuerzas de Dresden y la defensa sin cuartel que habían presentado los fomores en aquel mismísimo escenario idílico de flores fragantes y árboles susurrantes y tranquilizadores. Llevaría tiempo arreglar los destrozos para que el jardín recuperara su esplendor.

Pero lo que Dana estaba observando no eran los despedazados macizos de flores o las ramas caídas y diseminadas por los senderos, no, lo que ella miraba era a Julián, Maira y Rory jugando a las escondidas, vigilados por la atenta mirada de Viño. Viño dirigió por un momento la vista hacia arriba y vio a Lug y a Dana en la ventana. De inmediato, levantó su mano izquierda, extendiendo sus dedos. Lug sabía que más que saludar, Viño quería mostrarle sus nuevos dedos. Lug sonrió con satisfacción y devolvió el saludo con su mano.

Las risas de los niños llegaban hasta ellos junto con las últimas luces de la tarde. Aquellos niños inocentes retozaban y se divertían sin estar pensando que uno de ellos era diferente. No había temor en su algarabía, no había discriminación en sus miradas. Lo que Dana estaba mirando era una representación de la pureza del ser humano, dispuesto a congeniar, a compartir, a empatizar. La miseria del odio y del miedo a lo distinto era producto de los adultos. Por eso era tan perverso obligar a los niños a linchar a otros niños, llenarles el corazón con un odio que les era naturalmente ajeno, corrompiendo su esencia, su inocencia. ¡Qué vileza viciar las mentes de aquellos pequeños! ¡Qué depravación forzarlos a ejecutar una sentencia degenerada para podrir sus almas! Inconcebible… Ahora más que nunca era necesario limpiar los vestigios malignos con los que Wonur había contaminado a los seres humanos del Círculo.

—¿En qué piensas?— le preguntó Lug a Dana, mientras le masajeaba suavemente la espalda.

—En Llew… Él también nació después del encarcelamiento de Wonur, pero con nuestros miedos, coartamos su desarrollo, su libertad… Pero por otro lado, ¿qué destino le hubiera esperado de haber abierto a otros el conocimiento de su habilidad? ¿Otros que no pudieran comprender ni aceptar el verdadero potencial humano? ¿Habría sido otro Rory? ¿Lapidado por sus propios compañeros de juegos?

—Claro que no— le aseguró Lug—. A Rory lo entregó su propia madre. Tú nunca habrías hecho eso, ni yo, ni tu padre, nadie de la familia, nadie de todo el clan de los Tuatha de Danann. Esta gente está corrompida más allá de la razón con supersticiones y miedos perniciosos.

—Eso es porque sabemos que la posesión de una habilidad no es algo maligno, pero qué tal si creyéramos que lo es, ¿no actuaríamos igual que ellos?

—No, nunca, y lo sabes muy bien, pues si así fuera, tú o tu padre hubiesen matado a Murna y nunca lo hicieron. Siempre pensaron que tal vez había una oportunidad de redención para ella. Incluso Bress nunca pudo matarme porque era mi padre, de alguna forma retorcida sentía que el vínculo era demasiado fuerte para deshacerse de mí.

—Pero, entonces, si hasta el más vil de los villanos no entregó a su hijo a la muerte, ¿por qué lo hacen estos aldeanos?

—Por miedo. Bress me tenía miedo, pero creía tener cierta medida de poder que le daba la oportunidad de considerar que yo no era tan peligroso como todos le decían. Pero esta gente se siente totalmente indefensa y aterrorizada, y la única posibilidad que ven de sobrevivir es eliminar lo que ellos creen que es una amenaza mientras todavía no ha alcanzado su completo desarrollo. Los matan cuando son niños, porque sus habilidades son todavía incipientes y así no pueden resistirse. No se atreven a dejarlos crecer.

Dana asintió su acuerdo en silencio.

—¿Qué dijo Alaris de la idea de la escuela?— preguntó ella para cambiar de tema.

—Le encantó— sonrió Lug—. No habrá más niños asesinados: los traeremos aquí, les daremos refugio.

—¡Eso es excelente!

—Sí, tomará tiempo, pero revertiremos las nefastas influencias de Wonur en todo el Círculo, te lo aseguro.

—La tarea perfecta para el Señor de la Luz— sonrió ella, dándole un beso en los labios.

—¿Cómo van las cosas con Ana?— inquirió Lug.

—Mucho mejor de lo esperado. Ana está fascinada. No entiende bien por qué, pero las dos partes han cedido y acatado sus órdenes en todo. No sólo se firmó el pacto de no agresión entre todo el norte y el sur, sino que Eltsen firmó un tratado de comercio con Merkor. Verles fue invitado a las tierras de Merkor para armar una expedición conjunta para explorar una posible conexión entre el mar Igram y el Irl, Kerredas aceptó que los puestos de guardia de los Pasos estén constituidos por soldados de ambas partes, Althem ofreció a su gente para esta tarea. Frido aceptó una comisión para escribir la historia de la familia de la casa de Filstin. Ifraín invitó a Franz y a Gloria a pasar su luna de miel en Kildare. Vianney concedió a Ana el título honorario de consejera de Colportor, que implica que Ana puede asistir y opinar en las reuniones de Concejo en el sur cuando desee hacerlo. El conde también invitó a mi padre y a Calpar para que extiendan su visita en el sur y conozcan las distintas regiones.




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