La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 171

Cormac observó cuidadosamente el rostro de Lug, mientras éste leía atentamente el cuaderno negro de Madeleine, sentado a la mesa de lectura en la gigantesca biblioteca de Tiresias.

Lug se había materializado en el castillo hacía apenas media hora, después de que Cormac proyectara la imagen de la biblioteca en la mente de Dana durante una conexión triple entre Lug, Dana y Cormac. La urgencia planteada por Cormac con respecto a la reciente visión de Madeleine había servido de motivación suficiente para que Lug se teletransportara sin problemas. Ni siquiera había necesitado arrastrar a Dana con él, puesto que sus prácticas en teletransportación, bajo la tutela de Llewelyn, estaban ya bastante avanzadas y le permitían viajar solo y casi sin ayuda.

Lug suspiró y levantó la vista del diario de sueños de Madeleine.

—¿Qué piensas?— le preguntó Cormac.

—Que esto plantea más especulaciones que certezas.

—Siempre ha sido así con sus visiones— comentó Cormac—. ¿Alguna idea de quién puede ser la mujer que vio?

—Si no nació todavía, no hay forma de saberlo— respondió Lug—. Pero el hecho de que vaya a nacer al menos significa que es humana y que se manifestará en el mundo físico.

—¿Una humana que es capaz de cambiar de aspecto?

—Tal vez solo era una ilusión, como las que proyectaba Hermes.

—No— negó con la cabeza Cormac—, esto era otra cosa. Ella lo describió como un cambio físico real en la estructura del cuerpo de la persona.

—Según Alaris, el potencial humano total nos es desconocido, pues nadie hasta el momento lo ha alcanzado. Si ya hemos visto ejemplos de manejos de energías biológicas y manipulación de tejidos orgánicos, no veo por qué no sería posible un cambio de aspecto como el que describes.

—Sin embargo, el nivel de complejidad de algo como eso no parece sencillo de alcanzar. Quizás estamos hablando de un humano que nacerá en un futuro lejano— dijo Cormac con cierta esperanza en la voz.

—Tal vez, pero si hubieras visto a Rory, no pensarías así.

—¿El niño que rescataron del linchamiento?

—Sí. En tres días como aprendiz de Zenir, alcanzó niveles de diagnóstico y sanación espontánea de pacientes, que a Zenir le tomó toda una vida desarrollar.

—Así que no hay chance de que esta poderosa figura nazca después de nuestro tiempo— se descorazonó Cormac.

—No lo creo. Si así fuera, Madeleine no habría tenido la visión ahora. La aparición de esa visión en este momento significa que nos concierne a nosotros. ¿Pudo ella sentir algo acerca de las intenciones de esa figura?

—Nada— negó Cormac con la cabeza.

—Tal vez solo sea una alegoría. Después de todo, todos los humanos tenemos el poder de crear y destruir— aventuró Lug.

—Pensar eso es ingenuo, Lug. Marga nunca ha tenido visiones para sostener una mera posición filosófica, y menos una tan obvia como esa.

—Lo sé, lo sé— admitió Lug—, pero la información en su visión no nos da elementos para especular mucho más. Igualmente, antes de empezar a entrar en pánico, creo que deberíamos considerar que quizás esta figura no tenga intenciones de provocar destrucción. La visión solo establece el hecho de que es poderosa, pero nada más. Cuando Wonur manchaba las profecías de Marga, todo era una pesadilla de catástrofe y desolación, pero sin su influencia, es posible que la interpretación sea que se aproxima un cambio importante en el Círculo, pero que no es necesariamente dañino.

—Supongo que solo nos queda esperar y ver cómo se desarrollan las cosas— se encogió de hombros Cormac.

—Sus visiones fragmentadas siempre han sido un rompedero de cabeza, Cormac. La mayoría de sus profecías siempre fueron incomprensibles hasta que se cumplieron, y solo entonces se pudo ver claramente a qué se referían.

—Es posible que tenga más visiones que completen la información de ésta— comentó Cormac.

—Eso ayudaría— asintió Lug.

—O confundiría más las cosas…

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, hubo otra parte en su visión—. Cormac sacó un papel doblado de su bolsillo y lo extendió ante Lug—. También vio esto— dijo.

Los ojos de Lug se abrieron asombrados.

—¿Reconoces el símbolo?— le preguntó Cormac.

—¿Que si lo reconozco? ¡Por supuesto que lo reconozco! ¡Lo he llevado en la espalda toda la vida!

—¿Esta es tu marca?

—Sí, ¿no la conocías?

—No— negó Cormac con la cabeza—. ¿Te importaría mostrármela?

—¿Para qué?

—Para compararla con el dibujo.

—No es necesario. Es exactamente igual, hasta en su tamaño.

—Por favor— pidió Cormac—, igualmente me gustaría verla.

Lug resopló, disgustado, pero se desprendió la camisa y se la sacó por encima de la cabeza. Se puso de pie y se dio vuelta, mostrando su espalda a Cormac. El otro estudió el símbolo en silencio por varios interminables minutos.

—¿Y bien?— preguntó Lug, un tanto irritado por el escrutinio del otro.

—Es igual— admitió el otro.

—Te lo dije.

—Creí que habías dicho que era una marca de nacimiento.

—Lo es— afirmó Lug.

—No lo parece.

—¿Qué quieres decir?

—Parece una quemadura.

—¿Qué?

—¿Quién ha visto esta marca?

—Bress, Hermes, Dana… el viejo Strabons en el otro mundo— enumeró Lug—. Supongo que los hermanos del Divino Orden también, durante las sesiones de castigo en mi infancia.

—¿Alguno de ellos te habló de la marca? ¿Te dijo que era una marca de nacimiento?

—Bueno, nunca debatí el asunto con nadie, solo asumí… ¿Qué quieres decir? ¿A dónde quieres llegar con todo esto? Marga describió la marca en sus profecías, yo nací con esa marca.

—Marga nunca describió la marca, ni dijo que nacerías con ella, solo te describió como el Marcado— meneó la cabeza Cormac.

—¿Entonces?

—Creo que alguien te marcó a propósito para algo.

—Si es como dices, debió ser Bress, antes de arrojarme al otro mundo, para poder reconocerme si volvía a buscarlo.




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