Palacio Leonor por la mañana, habitación de la Emperatriz...
Era el día de la gran selección, el día en que la elite de la elite competiría para ocupar un lugar a lado de la familia imperial. No solo se competía por un puesto, se competía por el reconocimiento de ser los mejores.
Y para sorpresa de muchos no estaría ella entre los finalistas.
—¿Qué tipo de pendientes desea llevar, majestad imperial? — La voz suave de la sirvienta sacó de sus pensamientos a la cortante emperatriz.
—Muéstrame el joyero— Con un ladeo de cabeza la emperatriz señalo el rectángulo de terciopelo adornado con un emblema, el suyo.
—¿Qué le parece estos aretes de Zafiro? Combinarían muy bien con usted majestad imperial— Los Zafiros eran hermosos, pero al verlos los alejo de ella como si fueran algo echado a perder. Eran azules, como el hielo de su esposo—¿Y qué tal unos pendientes de obsidiana?
—No creo que hoy sea apropiado llevarlos—No cuando su color representa la muerte, ya era suficiente con sus ojos para atraer esa clase de atención. Y entonces vio algo que hizo que su respiración se interrumpiera—¿Y esto?
Se levantó de su asiento, con cautela levanta una pequeña bolsita de terciopelo rojo, unos pendientes colgantes caen en su mano, destacaban de entre todos los demás no por ser los más lujosos o más elaborados, hasta la piedra era sencilla. Eran unos pendientes de cuarzo ahumado, tenían la forma de una gota de lluvia y a su alrededor tenían engastados pequeños diamantes rosados.
—¿De dónde salió esto? —Su voz sonó como un látigo golpeando el aire, las sirvientas se asustaron y eligieron entre ellas quien recibiría la ira de la emperatriz, empujaron a la elegida y esta tembló cuando la emperatriz se dirigió a ella—¿De dónde salió esto?
—Ayer por la tarde llego un paquete del joyero del palacio…—Dijo despacio la criada, las demás contenían el aliento mientras pensaban en cómo podrían salir de ahí—… venía con una tarjeta firmada del emperador, creímos que fue un regalo para usted majestad imperial y por eso los pusimos ahí.
La joven emperatriz levantó los pendientes, los analizó minuciosamente hasta que se cansó de verlos, los dejo en el tocador y se dejó caer en su asiento, abatida. Luego una risa que no parecía serlo salió de sus labios.
—Si fueran míos no tendrían el nombre de otra mujer grabado—La criada principal se alteró y sin importarle mostrarse descortés miro los pendientes, sus ojos se cerraron mientras entendía la situación—. Vaya, parece que el emperador ha perdido su juicio.
—Majestad…—La Emperatriz miro a las criadas con una sonrisa que puso a más de una nerviosa, su mirada parecía extraviada y se podía escuchar su respiración agitada.
—Traigan un vestido que haga juego con estos…estos…— Hablaba apretando los dientes mientras su dedo señaló los pendientes—…pendientes
—Su majestad imperial, en su vestidor no hay vestidos de tal color— La criada principal, se acercó a la alterada chica para ofrecerle otro vestido—El beige podría combinar…
—No me escuchaste—La criada palideció cuando la mano de la emperatriz tomo con fuerza sus mejillas y la obligo a mirarla de cerca, la criada se dio cuenta de que el iris de los ojos de la chica se hacía más grande hasta que sus ojos se volvieron por completo dos puntos negros— Si quiero un vestido de ese color lo consiguen y si no hay lo hacen, pero lo quiero ya.
—Si, su majestad—Dijo presa de pánico la criada principal, la joven la soltó y se apartó de ella con la cara roja—Le traeremos su vestido en unos minutos, nos retiramos su majestad imperial.
La joven se desplomo en el suelo, su cuerpo estaba en el suelo sintiendo el dolor de la caída abrupta mientras que su mente solo divagaba, había dolor en su mirada y también furia. Mucha furia...
… o eso hizo creer a las criadas.
Cuando estas salieron la Emperatriz se levantó del suelo, enjuago sus lágrimas y paso a sentarse de nuevo en el asiento en donde la estaban maquillando. Hizo una señal al aire y apareció el escolta que había estado observando en silencio.
—¿Fue convincente? — Elio tomo la mano de su ama y con cuidad le deposito un beso en el dorso desnudo de la mano la Emperatriz.
—Si majestad—susurró mientras seguía sosteniendo la mano de la emperatriz—. Pronto todo el Palacio sabrá lo que ocurrió esta mañana.
—Eso espero, ahora que Zyan ha recogido al niño podemos proceder con nuestro plan— Otro de los escoltas que estaban ahí fue hasta la reserva personal de alcohol de la habitación para llevarle un vaso a la emperatriz junto con unas cuantas botellas de vino— Hoy no quiero vino Ezra, trae mejor un Whisky.
—Creí que odiaba su sabor—murmuró Elio, incluso siendo favorecido por la emperatriz no se atrevía ser demasiado insolente con ella.
—Este día será uno de los más difíciles desde que asumí el trono, se amerita algo fuerte para esta situación—Contestó, su mirada estaba perdida en lugar parte de la habitación, un lugar reservado para guardar una sola cosa. La coronal imperial—. Todo cambiara a partir de ahora.
—Aún podemos esperar—Las palabras de Ezra eran una sugerencia, pero para él eran una súplica desesperada. No sentía pena por el destino del Emperador, si no por el de la Emperatriz. Ya la habían visto destrozada una vez, no quería verla así de nuevo—. Aún no se celebra el cumpleaños del Emperador.
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Editado: 26.05.2023