La corona de la esclava

Capítulo 8: Los antiguos

La furia de Nora había logrado que llevara un vestido más cómodo esta vez. Mis lecciones diarias, más bien "clases de tortura", al fin terminaron dejando mi mente más agotada. La señora que nos impartía las clases me asignó un libro de más de trescientas páginas, el cual se suponía que debía memorizar por completo antes de la boda. Las clases en sí no serían un problema si no fuera porque mis compañeras no paraban de observarme y hablar a mis espaldas todo el tiempo.

Podría memorizar todo lo que me pidieran sin ningún problema. ¿Pero poder soportar a estas chicas estirada? No estaba segura.

Por las horas que compartimos descubrí que la princesa Hellen era dulce, algo infantil y para nada malintencionada. En serio me agradaba la idea de poder llevarme bien con ella en un futuro, al menos mejor de lo que podría con su madre. Ahora, Diana y Flora eran otra historia... digamos que si sus miradas mataran ya yo estuviera bajo tierra y con flores.

 

Le había pedido a Nora y Rose que descansaran. Era mi segundo día en el palacio y moría por pasar tiempo a solas conmigo misma, en un lugar al que siempre quise ir: la famosa biblioteca milenaria.

Jhonatan se había marchado e imaginé que tendría un poco de paz.

 

Quedé fascinada al entrar en el prestigioso lugar. Tenía varios niveles repletos de estantes y libros. Su fama no estaba en la cantidad de libros que poseía, consistía en lo antiguos que eran. Sonreí como una niña que acababa de encontrar muchos juguetes, me alegré tanto que ya quería terminar el molesto libro de leyes y comenzar a husmear por todo el lugar. Busqué una zona que no tuviera mucha visibilidad y me recosté en uno de los estantes de madera. Aunque ni en mis sueños podía imaginar lograr pisar tan siquiera ese sitio, ahí estaba, acomodada y aprendiendo más leyes del lugar.

Sonreí esperanzada mientras observaba el techo, el cual tenía ilustraciones de ángeles con espadas enfrentándose a seres de humo oscuro. En las paredes aparecían incrustaciones como las del salón de baile, pero eran con toques dorados. Se suponía que no quedaba magia en el mundo, pero ese lugar parecía mágico ante mis ojos.

Había encontrado mi lugar dentro de ese inmenso castillo... o al menos eso esperaba hasta que sentí un fuerte ruido.

" auch"

Escuché como un hombre se quejaba, y reaccioné levantándome y acomodando mi diminuto cuerpo detrás del estante.

Pasos, estaban acercándose en mi dirección.

<<Me siguieron>>

<<No entres en pánico Verónica>>

No podía pensar prácticamente en nada más ¿Quién más vendría a esta zona apartada?

 

Alcé el enorme libro de leyes que traía en las manos, con intensiones de defenderme. Pesaba tanto que luchaba para que no se me cayera para atrás, pero eso solo aseguraba que mi golpe sería contundente. Estaba en una zona muy intrincada de la biblioteca, cualquier cosa podría suceder.

<<chuck>>

Sentí la presencia pasando el estante y arrojé el golpe...

 

Por suerte pude desviarlo a tiempo y el libro cayó directo en el suelo y no en la cabeza del príncipe Harry.

Me quedé mirando al chico intrigada, tratando de procesar la idea de que casi asesinaba con un libro a mi futuro cuñado. Él por su parte miraba el arma homicida que permanecía en el suelo y luego a mí, como si estuviera loca.
 

—¡Casi me matas del susto! —tenía que hablar algo después de todo, cuando en realidad yo fui la que casi lo mató a él.
 

Harry reaccionó un poco extraño ante lo sucedido, en vez de reclamarme algo solo intentaba esconder un libro que traía en sus manos.

"Antiguos"

No había leído ese título, pero me sonaba de algún lugar...

 

—¡Faes! —exclamé al recordar la vieja canción llamada con ese mismo nombre. Narraba la historia de los primeros hombres que practicaron la magia. Era una melodía melancólica que te hacía llorar de solo escucharla.

Si lo que añora me había contado era verdad los Rebeldes tenían en su poder algo fuera de nuestro mundo.

Me resultaba un poco extraño ver a Harry leyendo sobre el tema el día siguiente de su discusión con Jhon y después de que Albert y Nora regresaran... tenía una corazonada  de que guardaba relación con lo sucedido.

Traté de arrebatarle el libro de las manos rápidamente, pero lo alzó sobre su cabeza, con solo trece años y este niño es más grande que yo por mucho.
 

  —¿Me lo prestas un minuto? —puse la cara más gentil que tenía en mi alacena, pero el principito continuaba mirándome con prepotencia.

—No —soltó de una manera muy seca.

<<mocoso, tan odioso como su hermano>>

—¿Seguro? —pregunté nuevamente mientras intentaba no perder la paciencia.

 

Harry me miró con superioridad y se disponía a dar media vuelta, pero pude alcanzarle una de sus orejas... la cual retorcí con mucho gusto.

 

—¡Haaaaaaaajj! —gritó de dolor mientras lo obligaba a bajar la cabeza. Era eso o perder la oreja.

 

—¡¿Seguro?! —luchaba por no reírme ante la postura del príncipe. Un buen jalón de oreja siempre funcionaba con los niños malcriados.
 

—¡Toma, toma, toma! —me extendió rápidamente el libro y lo sujeté con una sonrisa de victoria—. ¡Estás loca! —exclamó mientras rozaba su oreja frenéticamente, incluso podía ver hasta una prematura lágrima en sus ojos. Este crío tenía que aprender a respetar a los mayores.

Me senté en una mesa y extendí el libro encima de ella.

 

—¿Pero quién demonios te mandó? —Harry estaba a punto de hacer un berrinche. Daba gracia ver la cara conque me observaba mientras yo buscaba en el libro rápidamente.

 

—¿Te vas a sentar y ayudarme o solo te quedarás parado con tu berrinche?—hizo un puchero, recordándome que a pesar de su estatura continuaba siendo un niño. Al final acabó por sentarse a mi lado.

 

—¿Por qué te interesa tanto el libro?—preguntó. Lo observé por unos minutos, estaba segura de que por lo mismo que a él




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