La Corona Sangrienta

3

—Parece que ha mejorado un poco amo Roiz —dijo una voz cargada con la experiencia.

—Agradezco sus palabras Sir Henwick —respondió él.

Henwick Goldsteins, actual líder de la Orden de Caballeros de Darcosco. Un hombre que peleo hombro a hombro con su padre en la guerra con el Imperio de Orci, pero que decidió seguirlo cuando este se retiro.

—Debo decir que me sorprendió cuando su padre me pidió que le enseñara el arte de la espada —expreso el caballero—. Pero mayor fue mi sorpresa, al escuchar que fue enteramente la idea del amo Roiz.

Mientras Henwick liberaba sus más sinceros pensamientos, el cansado aprendiz se dedico a limpiar su sudor y a tomar un respiro.

—El entrenamiento ha terminado por hoy —dijo el caballero—. Si no mal recuerdo, a partir de ahora comenzaran sus clases de teoría mágica con Lady Madelaine.

—En efecto.

A Henwick le parecía un poco extraña la reacción poco entusiasta de Roiz. Casi sonaba como si no quisiera pasar tiempo con ella.

—Puede que no esté enterado, pero su madre se graduó con honores de la Real Academia de Stonestreeth —expuso Henwick con fervor—. En aquel entonces fue conocida como la Diosa del Agua…

—Sir Henwick Goldsteins —interrumpió Roiz abruptamente.

Fue en ese momento que el caballero seso su apasionado discurso. Noto el ambiente helado que poco a poco se comenzó a formar.

—Lo diré solo esta vez —dijo él mirando directamente a Henwick—. Ella no es mi madre.

El caballero estaba sin palabras. No podía creer las palabras que habían salido de la boca de un niño de cuatro años.

—Amo Roiz, ¿puedo decir algo si me lo permite?

—Adelante.

—Nunca diga esas palabras en frente de la señora.

Roiz no respondió en el momento. Soltó un pequeño suspiro y se levanto del suelo para encarar a Henwick.

—No soy tan insensible Sir Henwick —dijo Roiz—. Aun así espero que respete mi postura.

El caballero cerró los ojos un momento antes de responder a su joven amo.

—Puedo respetarla, mas no espere que llegue a entenderla —espeto él.

—Nunca espere que lo hiciera.

Con eso dicho, Roiz le dio la espalda a Henwick. Y justo cuando creyó que la discusión estaba zancada.

—Aun así —La terquedad de un caballero era de admirar—, espero que tenga en cuenta el amor que la señora siente por usted.

El detuvo sus pequeños pasos, pero aun así decidió no devolverle la mirada a Henwick.

—Sir Henwick —dijo él—. Siempre lo he tenido presente.

Con aquella última sentencia, Roiz procedió a retirarse al interior de la mansión.

Las palabras de aquel caballero aun producían eco dentro de él. Aun así, no cedería con facilidad. No podía permitirse encariñarse con aquella mujer. No hasta estar seguro de ser capaz de romper el evento preestablecido.



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En el texto hay: politica, drama

Editado: 07.11.2018

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