En la casa de Gabriel había un silencio incómodo, como cuando dos personas tienen qué decir pero evitan hablarlo a toda costa. A pesar de haberle insistido al principio, Gabriel ya se había callado y esperaba a que Beelz, por su propio deseo, le dijera que significaba aquello que le había dicho el novio de Aziraphale en el puesto de frutas.
Beelz vivió toda su existencia en aquél lugar, había descubierto por accidente que los híbridos de su especie podían volverse humanos, así que aprovechaba para ir al pueblo y disfrutar fuera del mar. Conoció a Gabriel un día que intentó robarle frutas y este fue amable brindándole comida, a partir de entonces iba mucho a verlo y pasar tiempo allí con él.
Pasó el tiempo y se volvieron novios, tenían lindas citas y un día comenzaron a vivir juntos, aunque en época de pesca Beelz volvía "a su hogar para resolver problemas". Omitió lo que era en verdad para evitar conflictos. Gabriel no tenía por qué saberlo o se espantaría, eso pensaba, y siempre había tenido miedo a que este lo descubriera.
Gabe se colocó el delantal para así comenzar a cocinar, quizás si preparaba algo para Beelz iba a suavizar el ambiente y podrían charlar mejor.
— Beelz, ¿me pasas los condimentos? —le echó un vistazo, Beelz se puso de pie acercándose para ayudar—. Gracias, oye, sé que te incomodaron mis preguntas, lo siento, no quería hacerte pasar un mal rato. Sea lo que sea, confío en tí, no voy a...
— Es que Crowley no dijo nada incorrecto, soy un pulpo —dijo de pronto, intentando vencer su miedo, haciendo a Gabriel guardar silencio—. Se que suena absurdo, pero es la verdad.
— Está bien —sonrió no queriendo llevarle la contraria, solamente siguieron preparando la comida.
Cenaron, incluso se dieron una ducha, o al menos eso hizo Gabriel, Beelz no se quiso bañar. Simplemente entró a la habitación cogiendo una toalla, las llaves, y por último la mano de su pareja arrastrándolo fuera de casa.
— Vamos a la costa, toma la bicicleta...
— Está bien, pero deja la rudeza, me gusta tu actitud en otra parte —bromeó, dejando un besito sobre sus labios, Beelz temía que aquél fuese el último.
Gabriel tomó la bici y se pusieron en marcha a la costa, no demoraron mucho ya que el humano fue por el camino corto. Al llegar lo único que se apreciaba era la luz de la luna contra el mar, las olas que se rompían en la orilla, y el cielo repleto de bellas estrellas, el sonido era en verdad relajante.
Beelz comenzó a sacarse las prendas, los ojos de Gabriel se posaron sobre su cuerpo bañado con la luz de Luna, su pareja respiró profundamente y una vez desnudo giró su rostro hacia Gabriel.
— Acércate, al final necesito que lo veas por ti mismo.
El otro caminó hacia Beelz, quien entró al mar hasta que este le cubrió hasta los hombros, se hundió allí mismo sintiendo como la metamorfosis le daba algo de comezón. Al rato de estar bajo el agua salió de espaldas a su novio. Gabriel se le acercó lentamente cuando Beelz se alejó un poco más girándose hacia él, quien entrecerró los ojos notando alguna que otra cosa diferente en su pareja.
— ¿Beelz? ¿Estás bien? Mira, lo siento, sé que fui insistente pero...
— Mira, te mostraré.
Sostuvo sus manos, ambos hundiéndose en el agua, Gabriel abrió los ojos encontrándose con que la mitad del cuerpo de Beelz eran tentáculos. Aquello lo asustó, lo suficiente como para soltarlo y salir del agua, mas que asustado, confundido, no sabía ni que decir.
Beelz también salió del agua sin decir nada, guardaron silencio sentados a la orilla, el más bajo secaba su cuerpo con la toalla acelerando la metamorfosis. Gabriel le observó, su mente procesaba toda aquella información, un pulpo, uno mitad humano, ¿cómo esas viejas leyendas del pueblo? Vaya, increíble.
— Supongo que se acabó —logró decir al fin, sintiendo un nudo en su corazón—. Perdón por no decirte la verdad en su momento...
— ¿Qué? —sus ojos se clavaron sobre Beelz—. ¿Por qué dices eso?
— Mira, Crowley y yo somos de los pocos híbridos que quedan en esta zona, no deberíamos estar paseando entre los humanos como uno de ustedes —escondió su rostro, abrazando sus rodillas, quería llorar—. Sé lo que piensas, que soy raro y que estaría mejor en el mar...
— No Beelz, yo jamás pensaría eso de ti, y no quiero que nuestra relación termine —le abrazó, dejando un beso sobre su cabeza—. Si me parece raro que seas mitad pulpo, pero eso no es nada, siempre has sido así.
— Ya, pero sigues pensando que es raro —murmuró abrazándolo de vuelta, sintiendo un poquitito de alivio nomás.
— Si, y aún te amo, no van a cambiar mis sentimientos hacia tí porque seas mitad pulpo —limpió las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos, frotando sus narices y besando sus labios—. Tus tentáculos son lindos, y me sigues pareciendo la persona más cool del mundo.
— Joder Gabriel, eres mi humano favorito.
El sonido del mar se mezcló con las risas de los cariñosos amantes, quienes un poco después volvieron a casa. Una vez allí se dieron otro baño para quitarse el agua de sal yéndose a dormir felices, siempre estarían juntos, no importaban las diferencias.
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Crowley quería reproducirse, aunque él no sabía que engendrar cachorros no sería posible deseaba intentarlo. No paraba de perseguir a Aziraphale por toda la casa pidiéndole aquello, aunque este avergonzado le decía que aquello no era tan simple como pensaba.
— Ya dime como se hace, Beelz me explicó que los humanos se reproducen, y ahora yo quiero hacerlo contigo.
— Pero es que eso es más complicado de lo que parece, además yo jamás... Bueno y tú de seguro no...
— No importa, ¡aprendamos juntos! Como cuando me enseñaste a cortar la ensalada.
Crowley insistió hasta que logró convencer al otro, ya en la noche y después de la ducha se quedaron en ropa interior, ambos sentados en la cama uno frente al otro. No sabían como hacerle, pero al menos el rubio había visto algo en la televisión una vez.