5 Años antes
Estoy lista. Me veo en el espejo y veo a una chica de veintitrés años, estatura promedio, cabello castaño claro, ojos azules, recién graduada de medicina y apunto de salir al inicio de mis primeras pasantías en la mejor clínica de la ciudad. Estoy cursando mi primer año en la especialidad de oncología y esta es una oportunidad única, estoy completamente segura de mí misma al igual que tengo la confianza suficiente para no sentir nervios.
¿A quién engaño? Mucha gente siente mariposas cuando está nervioso, lo mío no es eso, lo mío es una estampida de rinocerontes con problemas de peso.
¿Fingir cólicos estomacales es una opción viable para faltar? —medito mientras veo mi armario frente a mí, abierto de par en par. No, conociendo mi suerte terminaría vendiendo chicles en el metro y viviendo en una caja de cartón, así que me levanto de una buena vez de la cama y busco que ponerme.
Decido dejar mi cabello suelto ya que me lo alise anoche y no hay tanta humedad como para hacer que estalle el frizz, tomo un pantalón negro y con una blusa blanca que me hacen lucir formal junto con unos tacones negros, no tan altos claro, quiero transmitir seguridad. Además después de hoy sólo utilizaré uniforme así que voy a aprovechar el momento.
Bajo las escaleras de mi tétrico departamento, porque sí es tétrico. parece el lugar perfecto para grabar alguna escena de El exorcista, las paredes "blancas" tienen un tono amarillento, las luces parpadean cada tanto y en esta zona de la ciudad hay más o menos niebla que le da el toque chic a este lugar para thriller de película. Ya abajo me doy cuenta de que aún no ha amanecido y no es para mí sorpresa ya que son las cinco y media de la mañana.
Al salir me encuentro con sus ojos azules sosteniendo una mirada tanto nerviosa como alegre y entusiasta, Gregory está recostado en su auto, un clásico Ford Dodge Dart negro muy bien cuidado. Me saluda con un abrazo y un sonoro beso en la mejilla.
—Hola mi cielo ¿cómo estás? —me dice sosteniéndome por los hombros con cariño y mostrándome su mejor sonrisa— ¿estás lista para hoy? El inicio de nuestra carrera, de nuestro futuro y de el resto de nuestras vidas.
Esto es lo que más amo de Gregory, que siempre sabe qué decir para animarme y quitar todo rasgo de duda, aunque él esté lo mismo o más nervioso y le cueste expresarse en momentos de tensión, busca que te sientas mejor de cualquier forma. Llevamos saliendo un año.
Ambos estábamos en la misma clase de anatomía y la mayoría de las clases generales cuando nos conocimos. Yo era absolutamente mala con los números y fórmulas que nos daban y él en las cosas que incluyeran sangre, eso quiere decir casi todo.
Un día de esos en el que el mundo está en tu contra, había olvidado un taller de fórmulas y bases superiores químicas, a parte de que llegué tarde era la siguiente en entregar el trabajo y mi presentación era espantosa; el autobús me había dejado varada quince cuadras arriba de la universidad, estaba lloviendo y los autos que pasaron cuando caminaba me salpicaron barro y agua sobre todo, incluyendo mi ropa.
¿Descripción del día?
Mega asqueroso y como siempre me dije: esto no puede ser peor, pero resulta que de la nada el profesor dice que la entrega de ese trabajo valía la mitad de la nota del semestre. ¿Genial no?
Y fue justo entonces cuando Gregory salió a mi rescate, éramos conocidos pero casi ni intercambiamos palabras, nada más que cuando los trabajos eran conjuntos, de resto nada.
—Eh, hola ¿me recuerdas? Gregory —se señaló a sí mismo— el chico que se desmayó en la primera clase práctica cuando mostraron un frasco de sangre —no pude evitar sonreír al escuchar lo último. Lo más gracioso fue las caras de los profesores al imaginar un médico con pánico a la sangre.
—¡Ah! Sí hola, ¿cómo estás? soy Evelyn —dije acercándome a su asiento.
—Mucho gusto en conocerte Evelyn —dijo sonriendo en mi dirección, después hizo con un gesto que me acercara— pude notar que hasta ahora has tenido un día, un poco malo.
¿Un poco malo? ¡Mi alarma no sonó, había un indigente fuera de mi edificio, tuve que caminar quince cuadras, ¡Quince!, Me mojé, me ensuciaron de barro tres autos y no tengo el estúpido taller de cual no entiendo ni el título!
Así que sí, en resumidas cuentas el día no fue lo que llamaría productivo.
—No me malinterpretes —dijo a modo de disculpa al ver mi reacción no verbal— es obvio que has tenido una mañana pésima, pero quiero ayudarte, resulta que el trabajo era en parejas yo lo hice solo porque no sabía, así que puedo agregarte y entregarlo juntos, no sé ¿qué te parece?.
De un momento a otro mi expresión cambió, mis ojos se iluminaron y le dediqué la sonrisa más genuina que podía en ese momento, salté de mi asiento y lo abracé sentado, cabe destacar que estaba llena de barro y él se llenó también.
—¡Oh! Lo siento muchísimo, no quería... ¡Agh! lo lamento tanto —de inmediato me puse color tomate de la vergüenza que estaba pasando porque no estábamos solos y ahí estaba quedando en ridículo, lo que más me sorprendió fue su expresión divertida.
—Tranquila, no pasa nada, no es nada serio —aclaró su garganta— entonces, me imagino que aceptas, así que te anotare de inmediato —dijo escribiendo mi nombre en su taller— y si te interesa, podría darte unas clases para explicarte lo de las fórmulas y esas cosas que al parecer no entiendes, sería un gusto ayudarte —dijo sorprendiéndome, ¿acaso este chico podía ser más lindo? Y sí, desde que lo conocí fue todo un amor.
—¿En serio? eres increíble ¿lo sabías? —dije pensando en cómo podía ayudarlo— bueno, pero si tú me ayudas con las fórmulas, te ayudaré con la parte práctica y así nunca más te desmayaras cuando veas sangre.
—Mmm... suena tentador —dijo poniendo cara pensativa— está bien, pero sólo porque en verdad necesito ver sangre o cualquier parte del cuerpo sin desmayarme.
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Editado: 15.05.2020