La dama de honor & el padrino de bodas

2| El padrino de bodas

Oliver

Ya estoy pasado de mi límite para la hora del almuerzo, debo volver a la reunión con algunos agentes para las publicaciones y proyectos de mi editorial para este mes, pero mi mejor amigo, Armando me había pedido un tiempo para acompañarme en el almuerzo, de eso habían pasado ya unas tres horas y me pareció un poco rudo irme, sabiendo que Armando no es exactamente la imagen del compromiso y puntualidad.

—Oliver, disculpa, hermano ya sabes cómo son mis días. —habló el rey de roma detrás de mí. Me levanté para chocar las manos.

Él toma el menú de la cafetería, cosa muy rara porque ya nos deberíamos saber de memoria hasta los especiales, tomando en cuenta que siempre venimos almorzar a esta cafetería desde que estábamos en secundaria. Algo anda mal con Armando.

—Alma te dejó. —dije, sin ningún cuidado. Era evidente y de esperarse.

Armando cierra el menú con estruendo, me mira como si fuera algún tipo de depredador y eso me hace sentir un tanto incomodo; tal vez, Armando descubrió que no puede comprometerse emocionalmente con ninguna mujer porque no son lo suyo y está muy equivocado si piensa que voy a ser su consejero acerca de eso. Ni que yo fuera Arnoldo. Arnoldo y Armando..., riman y combinan.

Dejo mis pensamientos a un lado cuando me sobresaltó por su extraña, seca y no divertida risa. ¿Está drogado?

—Créeme, Oliver, cuando te digo que es posible suicidarse sin perder la vida. —me dice y no logró entender. Pero seguramente tiene que ver con Alma o la amiga de Alma, aunque pensé que ese capítulo con Camila estaba sellado y sepultado. Probablemente Armando si se enamoró de Camila y ahora le cuesta solo verla como la mejor amiga de su novia.

¿Debería fastidiarme su indecisión? Por supuesto.

—Yo te dije que salir con la mejor amiga de Camila seria tu perdición, pero no hiciste caso. —bebo de mi copa de agua.

—Y vaya que lo es. Estoy perdido y con la soga al cuello. Le propuse matrimonio.

¿Debería fastidiarme sacar conclusiones apresuradas y recordar caras del pasado? Es como me gano la vida y la culpable de todos mis negocios, así que no.

Pero por culpa de ello, ahora debo cambiarme mi camisa recién mojada por mi casi muerte por atragantamiento de agua y la declaración de Armando. ¿Matrimonio y Armando desde cuando son compatibles?

—Invéntate mejores chistes. —digo, mientras trato de secar mi camisa con la servilleta.

Armando vuelve a reír y ahora me siento aterrado.

—Se lo propuse ayer con una cena súper cara en la azotea de un hotel, por cierto, necesito que tu primer trabajo como mi padrino de boda sea ayudarme a pagarlo porque sabes cómo son mis ingresos.

Frunzo mi ceño. Está loco si piensa que me puede tomar por idiota, ni que fuera una de sus novias.

—Si claro, Armando. —bufo.

—Alma y yo vamos a casarnos y tú serás mi padrino de bodas. —me parece un poco chistoso que de todo este circo que está por montar, esa última declaración ha sido más para él que para mí. Su entonación ha sido determinada y a la vez, asustada.

No puede ser..., es verdad. Conozco a Armando desde que somos unos pequeños y esperábamos la lluvia para jugar con el barro y hacíamos bolas de este para tirárselos en la cara a todas las chicas que tuvieran la mala idea de idea de pasar frente a nosotros, hace casi dos décadas de eso; conozco demasiado a Armando y sé que dice la verdad porque nunca es insistente cuando miente. Lo que hace necesitar una pastilla para el corazón y vaso con el agua más fría que tengan para echármelo en la cara.

Todo esto debe ser un mal sueño si de verdad Armando se ha echado la soga al cuello por voluntad propia. O no es por voluntad propia.

—¿De cuantos meses está Alma? Deben ser unos tres porque la última vez que la vi estaba pachoncita. —comento. Y a Armando no le ha causado ni una pizca de gracia.

¿Le molesta que me diera cuenta de que escultural novia, como la llama ya esté perdiendo su figura por el embarazo? Pues si no quería embarazarla, haber usado condón. ¡Por Dios! Trabajamos entre escritores, ya debe saber que por cualquier error la cigüeña siempre está a la orden del día y llevar un condón en el bolsillo es igual que cargar la identificación.

Es Armando y cuando se trata de mujeres, nunca piensa con la cabeza de arriba. Y cuando lo hago aterrizar, siempre me mira como ahora; como si quisiera tomar mi hermoso cuello y exprimirlo.

—Alma no está embarazada. —dice, tajante y yo reprimo una risa. —Y no está pachoncita es que cuando la viste por última vez tenía la regla y eso las infla.

Si claro, como no. El ginecólogo ahora. No es malo estar con una gordita, dicen por ahí que esas son las que más amor proporcionan y la verdad yo prefiero amor antes que imagen. Pero estoy pensado sobre Armando y para él solo existen las mujeres del tipo Camila, fogosas y buenas a decir no más.

—¿Entonces, le propusiste matrimonio a Alma porque sí? ¿Qué eres y dónde está mi mejor amigo?

Armando se acomoda su suéter rojo y su sonrisa de ganador sigue adornando su rostro.

—Nada es gratis en esta vida, Oliver. Me voy a casar con Alma por mejores vidas para todos.

Enarco una ceja. Hoy no es mi día para comprender cada barbaridad que sale de la boca de mi mejor amigo.

—¿Cómo es eso de mejores vidas para todos?

—Primero pide champaña, estoy seco y si vamos hablar de negocios es mejor si lo hacemos con alcohol. —sigo sin entender. Armando parece no saber que tengo apuro, pero también sabe que jamás me iría sin comprender un buen chisme como es este. Estoy condenado, tendré que llamar a la editorial para que pospongan la reunión. — ¿Pagas tú?, yo no tengo dinero y debo ahorrar para la boda. —lo miro de mala manera, me ha visto cara de que tengo un palito de dinero en mi jardín. ¿Cómo fui a parar con un amigo tan pobre?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.