La dama de honor & el padrino de bodas

15| Camila

Creo que voy a deshacerme si sigo así. Dios, aquí va otra bocanada, seguida de una arcada y premio para el retrete. No pensaba que esos chorizos me iban a caer tan mal. Es verdad que cuando los olí me causó revoltijos, pero he olido cosas peores y salen por atrás horas después. Nunca de esta manera tan asquerosa.

Aquí voy de nuevo.

 Jo seguirá insistiendo en que me alimento mal, algo muy cierto porque me la paso de dieta en dieta y no tengo un ritmo alimenticio predeterminado.

Un cereal por acá, ensaladas de mango y vinagre por allá, latas de soda para desayunar.

Rayos. Ahora que lo pienso, mi estómago debía pasarme la factura por tanta basura. Pero no ahora y menos cuando estoy a horas de subirme a ese ensueño de auto. No, nada se interpondrá entre ese deportivo, su asiento y yo. ¡Lo prometo! Hermosura, allá te voy.

Qué asco… ahí viene otra arcada. Okey, creo que esta es la última. Ni siquiera me detengo a mirarlo y bajo la cadena de inmediato.

Me cuesta ponerme de pie, al primer intento me cae el papel higiénico en la cabeza, lo utilizo para limpiarme las comisuras. Al segundo y con mucha dificultad logro ponerme de pie y mirar mi maquiavélico rostro en el espejo. Parezco salida de “The walking dead”, aunque estoy acostumbrada a verme así al despertar.

Ojalá fuera de buen ver en las mañanas, pero ya me acostumbré y acepté que soy una calamidad andante.

Cepillo mis dientes, peino un poco mi cabello y salgo.

En lo que me baño y disfruto del único momento de relajación en el día (a excepción de cuando estoy escribiendo) escucho murmullos de afuera, pero no les presto atención. Ha debido de ser Milo molestando a River, otra vez. Cuando esos dos discuten siento que regreso a mi casa de infancia, donde los contendientes eran Milo y mi padre, dos gotas agua del mismo grifo. Claro, siempre discutiendo sobre que movimientos de baile son más graciosos.

Me alegra haber salido más normal y seria, como mamá.

A ver, ya han pasado casi tres días desde que me lavé el cabello. Sé que debo lavármelo porque voy a salir con Oliver y su porte parece de “arregladita te ves más bonita”, solo hay que ver la mirada que me echa cada vez que me ve. Se nota que no soy su tipo, ¿se supone que debo sentirme mejor? Si me pongo a pensar en lo que busca o no en una chica, jamás terminaré de pensar.

Cierro la regadera, me enrollo en una toalla y salgo a prepararme para un día fuera de lo común. Abro la puerta, doy un respingo seguido de un fuerte agarrón del nudo de la toalla para no dejarla caer y enseñarle a la persona frente a mí más de lo prudente.

—¿Lewis, estás aquí? —Me detengo en seco. Milo está detrás de él, con una cara de pocos amigos.

Lewis es el hijo de Trent, el esposo de mamá. Tiene más o menos nuestra edad según escuché, pero Milo y yo estamos convencidos que puede tener meses más que Jo.

—Siempre es una dicha verte, Camila—parece saborear mi nombre.

Fuerzo una sonrisa.

—¿Qué haces aquí? Estás a millas de la casa de tu padre.

—El bebito se perdió —mofa Milo.

Lewis sonríe, mirando al suelo y luego alza la cabeza, enseñándome esa sonrisa de propaganda que altera mis nervios… y hormonas.

No voy a lidiar con esta situación y menos cuando estoy en toalla. Me hago un espacio para pasar de la puerta del baño.

—Necesito vestirme—anuncio, pero él no se mueve para nada.

Lewis sigue mirándome y como siempre, no disimula en nada y no se hace el desentendido de esconder su morbo.

—¿Te acompaño? —ofrece.

Esbozo sonrisa socarrona—No Lewis, gracias.

—Como desees. —Se muerde el labio y vaya que ciertas células en mí están reaccionando de manera lujuriosa.

Es mi hermanastro, es mi hermanastro, es mi hermanastro.

Dios, si sigo así cada vez que lo veo, terminaré cediendo a él finalmente. Cuando se aparta, le dice algo a Milo este asiente no sin antes darme una mirada de hermano mayor celoso y ambos desaparecen de mi vista.

Suelto un bufido y sigo mi camino a mi recamara, con la cabeza dando vueltas sobre el motivo de la estadía de Lewis.

¿Qué hace aquí? Cada vez que termina la temporada, vuela sin escalas a la casa de su padre. De hecho, ¿Cómo sabe donde vivo? No recuerdo haberle dado nunca la dirección.

«Acosador»

Mi conciencia tiene razón. No pensé que un jugador de futbol tuviera esas malas mañas.

Cuando salgo del cuarto y llego a la sala solo veo a Milo sentado en el sillón. Supongo que la llegada de Lewis le ha caído como bloque en el estómago, no se llevan bien. No tarda en notar mi presencia y me mira, pero yo estoy buscando a Lewis.

Esto es extraño. Pensé que estaría con él. Frunzo mis cejas y miro a todos los lados hasta que la voz de Milo me hace dar un respingo.

—Lo mandé a la guardería.

—¿Qué? —respondo, distraída.

¿Dónde está el maldito duende de mi hermanastro?




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