Aprieto mi corbata y me fijo que mi camisa esté perfectamente planchada. Arnoldo me llamó hace unos minutos para asegurarme por quinta vez que puede manejar a la arpía de marketing en mi ausencia. Siento pesar de no poder asistir, pero debo tomar un vuelo hacia mi ciudad natal.
Claro, si Olivia avisara con tiempo no tendría que estar en estas carreras.
«—Um, ¿Oliver? —Escuchaba la voz de Olivia a lo lejos, pero estaba tan sumido en mis propios recuerdos que no le presté atención.
—Dime —dije, embobado.
—Cuando llegué de improvisto, me preguntaste el motivo y yo te dije que te lo diría después y luego me fui a buscar a mis amigas del vecindario.
—Sí… —No estaba prestando atención. No le encontraba el sentido a lo que me decía Olivia—. ¿Qué hay con eso?
Olivia se rio, pero comenzó a tambalearse sobre sus pies.
—Si bueno, Oliver, han convocado a mi acudiente a una cita y eres tú. ¡Ups!
Definitivamente es la peor manera de sacar a alguien de su maravilloso sueño.»
Tocan mi puerta y se escucha “lo siento” de parte de Olivia.
No se lo dije, pero vio mi cara de pocos amigos cuando lo anunció. Quiero asesinarle, pero es mi hermanita y prácticamente, mi hija. Esta mesada solo le daré lo necesario para copias, así aprenderá a no jugar con mi tiempo. Maldita mocosa.
Salgo de mi habitación, ahí está Olivia con su cara de cordero y su maleta en una mano.
—Súbela al auto y espérame ahí. —Trata de replicar y la fulmino con la mirada.
Da la vuelta y sale de mi perímetro de visión.
Suspiro frustrado.
No estoy acostumbrado a tratar a mis hermanas con tanto desprecio, pero la reunión de hoy es super importante. No debería atenderla mi asistente por más capacitado y tantos títulos que posea, le concierne al jefe ejecutivo, o sea yo. Mierda y más mierda. Me corresponde a mí.
Paso mis manos por mi cabello para calmarme. Diablos, maldita migraña, malditas gafas que me marean. Maldito todo.
Bajo con rapidez las escaleras hasta la cocina, saco mi cajetilla de pastillas y un vaso de agua. Espero que esta pastilla haga su efecto si no, probablemente muera cuando me bombardeen con quejas sobre Olivia.
—Trata de no matarla, es nuestra hermanita —dice Donna, entrando a la cocina.
—Trataré, pero no es fácil lidiar con ustedes —resoplo.
—Suena como algo que decía nana. Ay, mi viejita, le sacamos canas verdes.
—Tú, yo era el angelito.
Donna enarca una ceja.
—Frente a nana —corrige, mirándome y con una sonrisita malévola—. Cuando nadie veía eras un pervertido con ganas de verle los pechos a la vecina, ¿me equivoco? Por cierto, supongo que su cita fue bien. Ayer y hoy parecías estar sumido en tu propio cielo, te diría que me contaras los detalles sucios, pero eres muy “honorable” para hacerlo.
—Olivia…, ¿no debes estudiar? —suelto, desesperado. Quiero que se calle.
—Es Do-nna.
Mejor dejo el tema ahí.
Dejo el vaso en el fregador, miro mi reloj y el último mensaje de Arnoldo en mi pantalla.
“Si vibra dos veces, estamos acabados.”
Bien, espero que no lleguemos a eso. Estaré muy atento al mismo tiempo que lidio con la mocosa, soy Oliver, por mis prioridades hago lo que sea.
Alzo mi mirada hacia Donna y la señalo firmemente.
—Estás a cargo. No drogas, no alcohol, no compañía indeseable, solo libros y estudios hasta el cansancio. Recuerda que tienes tu prueba muy pronto. —Doy un beso en su mejilla y camino a la puerta—. Hay café en la alacena y por favor, solo quiero lidiar con una hermana problema a la vez.
—Vaya, yo que planeaba hacer la fiesta del momento en pleno mediodía como toda la retrasada que soy. —Se hace la frustrada.
Le doy una ultima mirada fulminante y me monto al auto. Olivia se ha sentado en la parte de atrás, en otras circunstancias le diría que se sentara junto a mí. Sin embargo, se supone que voy molesto. Treinta minutos de completo silencio y llegamos al aeropuerto. Antes de seguir adentro me debato entre mandar a buscar el auto o dejarlo ahí a mi regreso, se supone que es una reunión para que me digan lo mala estudiante que es Olivia y adiós.
Sí, mejor lo dejo ahí.
No demoramos mucho en los chequeos ni retirando los boletos que dejó Arnoldo a mi nombre. Antes de montarme en el avión, miro mi teléfono y no tenía señales de vida de mi asistente, supongo que todo debe ir bien o lo están masacrando.
Estamos preparados para ambas situaciones. Lo siento, Arnoldo, te prometo un aumento.
—¡Ahí está el puesto de la pizza que tanto me gusta! —Exclama Olivia, pero se calla cuando la fulmino con la mirada. Sonríe, con incomodidad—. Sí, mejor me callo.
La quiero asesinar y ella me pide pizza. ¿Está jugando conmigo?
Seguimos nuestro camino a abordar. El vuelo es tranquilo, tampoco hablamos las dos horas y cuando aterrizamos, no demoramos en buscar nuestras maletas ni en tomar el taxi que nos deja en casa de Nana.