La dama de honor & el padrino de bodas

22| Oliver

De repente, sin pensarlo, mis labios ya estaban sobre los suyos. Soy mortal e imperfecto, cedo a los impulsos cada vez que me lo grita mi corazón.

Camila se veía muy seductora con esa peligrosa cercanía y me pareció mejor besarla que simplemente sentarle a contarle mi penosa historia de amor fallido. ¿Qué es mejor? ¿Contarle como todos mis sueños adolescentes se vieron aplastados por su romance con mi mejor amigo, Armando o besarla y comenzar a escribir la nuestra?

Es bastante obvio con cual gano más y dado que Camila sigue mi línea, no me arrepiento de nada. Sin embargo, un destello de memorias de aquella noche con Annelise de Vara llegan a mí por la maestría de esta mujer al besar. ¿Está mal pensar en otra mientras la beso? No soy el culpable de la manera de operar de mi mente.

—Oliver… —dice, casi sin aliento—. ¿Qué… estamos haciendo?

Aun con ese comentario, no deja de moverse.

—¿Te… molesta…?

Abrí un poco los ojos para ver su expresión. Solo había una Camila enrojecida por el rubor mientras negaba, esbozando una sonrisa tímida y eso hizo a mi corazón acelerarse aún más. Apretamos nuestras manos y caímos sobre mi espalda, la pierna de Camila se hacia espacio entre las mías y la escena se ponía ardiente.

«Armando y yo nos encontrábamos sentados sobre el mirador, lugar que daba una vista perfecta del mar al atardecer. Nos habíamos acostumbrado a reunirnos allí cada vez que tuviéramos algo super importante para compartir, casi como nuestra base secreta.

Me había llamado con un tono misterioso cuando me citó así que no dudé dos veces para cancelarle la invitación a jugar videojuegos con Milo. Mi mejor amigo era más importante que usar ese chico como excusa para ver a Camila.

—¿Qué tan grande es nuestra amistad, Oliver? —Preguntó de repente, dejándome en el aire.

Lo miré descolocado.

—Somos amigos desde los pañales. Dime tú cuan grande.

Armando dibujó una sonrisa débil en su rostro.

—Eso es bueno saberlo —dijo—. Oliver, eres la única persona con la que cuento en este mundo… o al menos eso creía.

Me acerqué un poco más.

—¿Qué te sucede, Armando? Nunca eres tan sentimental, dices que prefieres dejarme esos rollos a mí —me rio un poco—. No me digas que te enamoraste.

El cuerpo entero de Armando se tensó en ese momento como si mi comentario hubiera dado justo en el clavo.

—No puede ser —Volví a reír—. ¿Todo este teatro dramático para confesarme que el gran Armando más frio que el hielo está enamorado? Ja, ja, ja. Ahora dime, hermano, ¿Cómo se llama la (des)afortunada?

—¿De verdad quieres saberlo?

—¿El nombre de la persona que logró calentar tu helado corazón? ¡Por supuesto! Bro, te mereces ser amado y más, lo necesitas.

Sé por todos los problemas que pasa, son muy duros para un chico de apenas quince años. Nadie merece ser tratado como escoria por su propia familia. Claro que me alegra que alguien más que yo se una a la campaña “Armando, eres una estrella”.

—Se trata de Camila, Oliver.

Mi sonrisa se vio desvanecida, sobre mí se expandió un enorme agujero negro.

—¿Camila? ¿Mi Camila?

Sus ojos que siempre fueron azules oscuros, ahora se miraban casi celestes.

—Ahora es solamente mía.»

Ese fue el principio del fin para mí.

Pero ahora tengo una oportunidad para hacerlo mejor, tengo la fuerza para reclamar lo que he deseado por tanto tiempo y no permitiré que ningún alma interfiera en mi conquista.

Ambos teníamos nuestras manos sobre los cabellos del otro, con el fin de profundizar el encuentro. Definitivamente, mi impulso fue el mejor que he tenido en mucho tiempo. Pero, el ruido de la puerta abriéndose interrumpió lo que pudo ser algo más.

Inmediatamente, nos separamos y comenzamos a acomodarnos la ropa conforme escuchábamos los pasos de un tercero… y un cuarto.

—Esto es ridículo, prefiero irme mucho a la mierda.

—¿Qué yo también quiero esto? Si te vas mucho a la mierda, yo me voy mucho más, idiota.

Es la voz de Milo… y una chica desconocida. Camila y yo solo estamos escuchando despreocupadamente, mientras la pareja sigue gritándose, lo cual en cierto punto agradezco porque desvanece la incomodidad por lo pasado.

—¿Qué haces? —Pregunta la chica.

—Voy a beber una cerveza para lidiar con semejante dolor de cabeza… te ofrecería una, pero no puedes. ¡PORQUE ESTÁS EMBARAZADA!

¡Oh no!

Confesiones fuertes por la cocina, audiencia.

—¿Deberíamos salir? —Pregunté en un susurro.

—Imagina que es una película de terror y en esta escena el asesino acaba de acribillar a alguien. ¿Saldrías de tu escondite super seguro?

Ni siquiera lo tengo que pensar y ambos nos deslizamos aun más.

—Es un buen argumento.

—Mira, podemos escabullirnos sin toparnos con ellos. Solo deberíamos gatear hasta mi estudio y salirnos por la ventana. No tenemos que hacérselos más incomodo.

Nos dimos una mirada cómplice y comenzamos a gatear hasta su estudio. Un lugar que se mira bastante acogedor, tiene pinta de ser el sitio donde un escritor se sienta a plasmar sus ideas para entregarlas al mundo. Hay estantes con libros de autores como Homero, Dante, Shakespeare, entre otros grandes de la Edad de Oro y también con nuevos expositores del contemporáneo.

Hay un escritorio de caoba enorme y sobre él se encuentran regueros de plumas, libretas, borradores y demás.

—Nunca lo he preguntado, pero, ¿a qué te dedicas?

Camila, quien estaba abriendo la ventana quedó en seco en cuanto la pregunta salió de mis labios. Se volvió a mí con un rostro tenso y luego sonrió cordialmente.

—¿Por qué lo preguntas?

—Es que todo aquí indica que puedes ser escritora… lo cual sería perfecto porque me encantaría leer lo que escribes.

—Soy consultora contable —responde rápidamente—. No te lo había dicho porque… normalmente a nadie le importa. Ja, ja, ja, ya sabes lo que dicen de nosotros.




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