La dama de honor & el padrino de bodas

30| Oliver

Oliver

 

«Tú podrías escogerlo a él de nuevo si pudieras, ¿verdad?»

Camila queda estática frente a mí, su boca se abre sin poder pronunciar una respuesta o simplemente me niego a escucharla. Siento la misma presión en el pecho, que trata de ahogarme en el sentimiento y unas ganas de correr hasta el fin del mundo para perderme y cansarme.

Mi respiración se vuelve pesada y es agotador incluso tener los ojos abiertos, no lo soporto. Justo cuando pienso que estoy en la cima de vida. Justo cuando mi más grande sueño parece hacerse realidad me encuentro a un centímetro de caer del pedestal y hay una sombra que atenta con darme el golpe final, y estoy sumamente seguro de que cuando esa sombra salga a la luz va a tener un rostro conocido.

Estoy aterrado. Me siento inseguro. Sin embargo, no puedo descargar mis dudas, lamentos, molestias e inseguridades sobre Camila; ella no merece eso. Yo quiero quererla a mi manera, pero esa es una lenta y que trata de comprenderla para descifrar lo que desea.

Siento que no puedo seguir ese camino despacio. Siento una abominable necesidad de marcarla y exhibirla como mía, pero es un instinto animal. Deseo quererla de una manera romántica, sin necesidad de la brutalidad.

«Pero estoy contigo.»

 «Solo quiero que me beses, que me hagas sentir bien.»

No. No. No. No es así como quiero quererte, Camila; no quiero errores en lo nuestro. Te necesito, pero necesito que me asegures que me quieres solo a mí. ¿Cómo hago eso? De qué manera podría meterme en tus sentimientos sin invadirte. Necesito conocer los secretos de tu corazón, lo que realmente esperas de mí… o de él. ¿Sigues pensando en él? Que estúpido soy, claro que piensas en él.

Estamos organizando su boda. Tienes que seguir mirándolo. ¿Con que ojos lo ves? ¿Con los mismos que a mí?

Diablos. Diablos. Diablos. Esto me enferma. Me causa gran dolor de cabeza. Quiero regresar con ella, quiero volver a entrar a ese cuarto a estrecharla como debería estar ahorita. Quiero estar sobre ella y reclamar su boca, ofrecerle culto a su cuerpo y enterrarme dentro de ella. La necesito, pero me confunde si la necesito por amor o por probar un punto.

—Oliver, ahí estás.

Levanto la cabeza de la pared.

—Aquí estoy. ¿Estás buscando a Armando? Debe de haber salido de cambiarse, ¿revisaste la sala?

Alma se pasa la mano por detrás del cuello y deja salir una risa seca.

—Nos vamos. Venía a despedirme.

Miré mi reloj. Antes de que dijera nada, Alma se me adelantó a tratar de explicar.

—Está algo bebido. Él mismo me lo ha pedido, dice que no quiere cometer una locura para arrepentirse en la mañana y creo que ambos sabemos a lo que se refiere —termina de decir y sus ojos se miran más cristalinos de lo usual.

Alma se caracteriza por tener una mirada brillante y una sonrisa reconfortante para cualquiera que tenga la dicha de poder mirarla; pero ahora parece querer quebrarse. Locuras… definitivamente creo que si sigo aquí también haría una.

—Alma, espérenme, me voy con ustedes.

—¿En serio? Creí que estabas pasándotela bien.

—Quisiera ir a descansar, ya celebramos mucho a los mellizos —sonrío—. Voy a despedirme y los alcanzo.

—Bueno, como quieras —me responde, encogiéndose de hombros. Pasa su cabello azabache por detrás de sus hombros y dispone a irse, pero antes me mira de reojo—. Camila sigue en el cuarto de Milo, espero que vayas a despedirte de ella también.

Y se va. Solo me muevo cuando sé que no hay más nadie deambulando por el pasillo y me siento tranquilo de ir a buscar a mi chica al cuarto de Milo. Me encuentro con Camila acostaba en la cama y con la mirada fija en la ventana, admirando la noche estrellada, supongo. Solo debo entreabrir la puerta para llamar su atención y hacerla incorporarse.

Soy una persona irremediablemente enamorada.

—Venía a despedirme. Alma y Armando se van también, voy a acompañarlos.

Ella asiente.

—Alma vino hace un momento a despedirse, pero la sentí tensa. ¿Pasa algo?

Pongo mis manos en ambos lados de mi cadera.

—Armando está ebrio y quiere irse a casa.

—Entiendo —dice, sin darle tanta importancia—. ¿Sigues molesto conmigo?

—Armando está ebrio y Alma tensa… ¿y solo te preocupo yo? —Pregunto, incredulo. Me acerco más a ella.

—Armando tiene a Alma para que cuide de él. Y yo espero tener lo mismo contigo —responde, levantándose de la cama, acortando nuestra distancia—. Responde mi pregunta.

Doy el paso que necesito para estar tan cerca como lo deseaba. Suelto un suspiro resignado y pongo mis manos sobre su cintura.

—Esto que me pasa no es tu culpa, Cam, al menos no del todo.

Camila rodea mi cuello con sus brazos y acerca su cara.

—Entonces, quédate. Deja que ellos se vayan y quédate conmigo, aquí o en tu casa o donde quieras. Quiéreme y déjame quererte, Oliver. Ya, en este momento.




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