La Dama de los Templarios

Capítulo 2: El encuentro

Lorraine llegó a París al amanecer, después de cabalgar toda la noche. Estaba cansada y hambrienta, pero también emocionada y nerviosa. Nunca había estado en la capital del reino, y se quedó maravillada ante la vista de sus edificios, sus calles, su gente. Buscó una posada donde alojarse, y preguntó por la dirección de la casa de los templarios. Le dijeron que estaba cerca de la catedral de Notre Dame, en la isla de la Cité, el corazón de la ciudad.

Se cambió de ropa, se puso un jubón verde, unos pantalones negros y unas botas de cuero. Se recogió el pelo bajo un sombrero de ala ancha, y se ciñó la espada al cinturón. Se miró al espejo, y se vio como un joven apuesto y elegante. Se sonrió a sí misma, y se dijo que nadie sospecharía que era una mujer.

Salió de la posada, y se dirigió a la casa de los templarios. Era un edificio grande y sólido, rodeado por un muro alto y una puerta de hierro. Había una cruz roja sobre un fondo blanco en la fachada, el símbolo de la orden. Lorraine se acercó a la puerta, y llamó con fuerza.

La puerta se abrió, y apareció un hombre vestido con una túnica blanca con una cruz roja en el pecho. Era un templario, uno de los guerreros más temidos y respetados del mundo. Tenía el pelo corto y rubio, los ojos azules y la barba recortada. Era alto y fuerte, con un porte noble y una mirada penetrante.

Lorraine sintió un escalofrío al verlo. Era el hombre más hermoso que había visto en su vida.

-¿Qué quieres? - le preguntó el templario con voz grave.

-Quiero entrar en la orden - respondió Lorraine con firmeza.

-¿Entrar en la orden? - repitió el templario con sorpresa - ¿Y quién eres tú?

-Me llamo  Alphonse Gérard- mintió Lorraine - Soy hijo de un conde normando, que me ha dado permiso para unirme a los templarios.

-¿Tienes alguna prueba de lo que dices? - insistió el templario.

-Sí - dijo Lorraine, sacando el pasaporte falso que le había dado el mercader - Aquí está mi documento.

El templario cogió el pasaporte, y lo examinó con atención. Lorraine contuvo el aliento, esperando que no descubriera el engaño.

-Parece en orden - dijo el templario al fin - Pero eso no basta para entrar en la orden. Tienes que pasar una serie de pruebas, para demostrar tu fe, tu valor y tu obediencia.

-Estoy dispuesto a pasarlas - afirmó Lorraine.

-Muy bien - dijo el templario - Entonces ven conmigo. Te llevaré ante el maestre de la casa, que decidirá si eres digno o no.

El templario abrió la puerta, e invitó a Lorraine a entrar. Lorraine lo siguió sin vacilar. Entró en la casa de los templarios, sin saber que acababa de conocer al hombre que cambiaría su vida para siempre.

Su nombre era Raymond de Saint-Gilles.



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En el texto hay: templarios, edadmedia

Editado: 28.10.2023

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