Sin darme cuenta mis ojos se me iban cerrando de apoco.
El sueño iba apoderándose de mí. Ya no importaba nada en ese momento solo quería dormir y no volver a despertar. El cansancio me ganó y me había quedado dormida.
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Estaba durmiendo tan bien hasta que de pronto sentí que me derramaron agua helada, - Despierta dormilona, - dijo la mujer.
Estaba completamente empapada. Además sentía mucho frío.
Mientras iba abriendo los ojos noté que estaba atada sobre una mesa. No podía moverme.
No sabía en dónde me encontraba.
Pero algo estaba claro, supongo que me encuentraba en una especie de casa o más bien en una cabaña. No lo sé exactamente.
Estoy tan confundida, que no logró entender nada.
Las lágrimas no tardaron en caer.
Quería salir de esté lugar, me moví de un lado para el otro lado pero fue inútil.
Grité pidiendo ayuda pero fue en vano.
Escuché a alguien acercarse, - No llores cariño, - exclamó la mujer, - Estás demente, - le dije gritando y con mucho odio, ella se río como una loca y sin decir nada se marcho. -Ayuda, que alguien me ayude por favor, - dije entre sozollos, - Maldición quieres callarte o quieres que te sede, - exclamó molesta la mujer.
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Pensaba en como escapar pero era casi imposible ya que no tenía con que desatar me.
Escuché unos pasó.
Es de la mujer que me tiene prisionera.
Ya estando a lado mío, - Que ni se te ocurra escaparte como la noche anterior, - susurró en mi oído.
Al escuchar esas palabras se me erizo la piel y sin nada más que decir se retiró.