—No existe ninguna Cailin.
Aquellas palabras me hicieron pensar en que me estaban haciendo una broma del mal gusto, pero no, en sus cara pude notar que no estaban bromeando.
¿Acaso estoy loca?
No lo entiendo, aún estoy tratando de procesar las palabras de Geovani, es que no tiene sentido.
—¿Están bromeando no?, —pregunté aún sabiendo que no lo hacían.
—No, —dijo Geovani.
Mis padres estaban intactos en su lugar, paralizados sin saber que hacer o decir.
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Estos últimos días no me he sentido nada bien, después de lo sucedido nada volvió a ser igual, todo era muy confuso y complicado. Últimamente ya no quería salir, ni siquiera tenía apetito para comer, por las noches ya no duermo ya que cada vez que duermo las pesadillas eran más intensos e incontrolables, mi cabeza daba vueltas, me mantenía despierta pero igual estando despierta sentía una presencia extraña en mi habitación, el ambiente se volvía negativa y muy fría.
Todo aquello me perturbaba todos los días.
Mi madre se preocupaba mucho, y a mi padre le daba igual, aunque se que en el fondo también está preocupado.
Geovani me ha visitado constantemente pero nunca pregunto nada, y agradezco que no lo hiciera.
La noche era mi peor enemigo.
Al caer la noche todo se volvía silencioso, solo se escuchaba a algunos grillos cantar en una esquina de la habitación, una ráfaga de viento advertía algún peligro, la luna se escondía entre las nubes dejando todo en penumbras a su paso.
A través de mi ventana se podía observar una silueta que me estaba observando desde lejos con prudencia. No estaba sola en mi habitación, no lo puedo ver pero si podía sentir su presencia.
La oscuridad me atormentaba con mucha frecuencia pero no podía hacer nada.
Las horas parecía nunca avanzar. El reloj de la pared hacia el famoso tic tac.
Tic tac tic tac tic tac tic tac, cada vez se hacía más intenso aquel sonido que provenía del reloj.
Supongo que ya me estoy volviendo loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Estoy loca.
Se repetía en mi cabeza una y otra vez, y no podía dejar de hacerlo.
Ahogue un grito de terror.
—Estoy loca.
—Estoy loca.
Gritó descontroladamente con todas mis fuerzas.
No me di cuenta que estaba llorando. Las lágrimas se deslizaban por mi mejilla.
—Elena, habré la puerta. —escuchó la voz de mi mamá desde el otro lado de la puerta.
Pero yo no podía moverme de la cama, seguía repitiendo que ESTOY LOCA una y otra vez entre gritos y llanto desgarrador.
Mi madre insistió en que le habrá la puerta desesperada.
Pero yo estaba opacada de la realidad, ni siquiera podía moverme del lugar en la que me encuentro, estaba sentada en la cama con las rodillas dobladas y las manos en el cuero cabelludo lo estiraba fuertemente.
De un momento a otro la puerta fue abierta en una parada.
Mi madre entró con desesperación a la habitación.
—Elena, —la escuché decir.
Pero yo seguía en la misma posición y repitiendo que ESTOY LOCA.
—Elena, — insistió.
Mi padre observaba todo desde la puerta sin ningún tipo de preocupación.
—Joshua ven ayudame a llevarla abajo, —mi madre dijo a mi padre con desesperación.
Mi padre obedeció en silencio sin emitir ninguna palabra.
Yo seguía en un trance bastante horrible gritando y llorando descontroladamente, pero podía observar todo lo que pasaba en mi alrededor, mi mamá con cara de preocupación y mi papá con cara de inferencia.
Mi madre me abrazó y dijo que todo estará bien y que solo necesito tranquilizarme.
Después de algunos minutos me quedé en un silencio profundo, mi madre me dejó de abrazar para ir a la cocina y traer consigo un vaso de agua.
—Toma cariño, —acepté el vaso con agua, lo bebí un poco.
Mi madre limpió mi mejilla con sus pulgares.
—Todo estará bien mi niña, — expresó con calma observandome a los ojos para luego abrázarme.
El abrazo duró poco ya que mi padre intervino algo molestó.
—Evelyn, acaso eres ciega para no darte cuenta que todo fue montado para llamar la atención, —dijo mi padre hecho furia.
—Joshua cómo puedes pensar eso, —defendió mi madre indignada.
—Yo pienso lo que se me de la gana, Evelyn querida no olvides quién manda, y sabes bien desde que llegamos acá ella se comportó como una inmadura. Ya tiene diecisiete años Evelyn, por Dios ya no es una criatura para que la sigas defendiendo y malcriando. —soltó mi padre sin ningún tipo de remordimiento.
—Pero cómo te atreves Joshua Griffin, — le gritó mi madre.
Acto seguido mi padre le empujo fuertemente a mi madre haciéndola tambalear.
Sentí tanta importancia en ese momento, ya que yo no podía hacer nada para defender a mi mamá.
Las lágrimas salieron sin control alguno.
Yo no podía seguir acá, me sentía sofocada, mientras mi madre seguía gritándole con furia yo salí de la casa sin saber a dónde me estaba yendo.
No logré escuchar lo último que dijo mi mamá a mi papá.
Estaba desconsolada, nunca he visto a mi papá de esa forma y la manera en que trató y empujó a mi mamá.
Mi cabeza estaba hecho un lío.
Caminé y caminé sin ningún rumbo fijo, hasta llegar en frente de una casa que tenía una cerca blanca. Me senté enfrente de aquella casa sin saber muy bien el motivo.
Había dejado de llorar.
Pero no duró mucho, ya que después de algunos minutos volví a llorar desconsoladamente. Me sentía sola e impotente.