Las fichas fueron cayendo en su cabeza cual rockola un sábado a medianoche <<Me conocerás cuando termines tu libro>> había prometido el ser que se apoderó del cuerpo de su hijo esa noche. Ese día había llegado sin siquiera darse cuenta de que así era. 08 de noviembre, un día interminable de pesadillas, que se reiteraba como también lo había sentenciado <<Entonces, si tanto te gusta repetir, puede que repitas una y otra vez>>
Ahora recuerda perfectamente cada palabra que dijo esa voz ronca, descompuesta y agonizante y hasta él mismo se había encargado de complacer su pedido <<Quiero sexo>>
Siempre que la dama de rojo o Scarlet, como se hace llamar, se presentaba, la acompañaba el olor a cigarrillo. A veces hasta el humo se dejaba ver, como aquel día en el baño, detrás de él, sobre su hombro. Como así también su peculiar cigarrera dorada. Todos los detalles que hasta ahora le habían pasado desapercibidos terminan encajando como piezas de un terrorífico rompecabezas.
<<Si me conocieras enloquecerías>> fueron sus palabras el primer día o, mejor dicho, la segunda vez que le hizo la pregunta. La primera vez no había sido a la dama, sino al tablero, quien dio la misma respuesta.
Aún se encuentra de pie junto al tablero, después de haber limpiado las huellas de sangre que dejaron sus propios pies comino a la habitación de Joaquín. Lo observa fijamente mientras todos los recuerdos vuelven a su mente y al final, una idea se hace presente. Una idea tan descabellada como lo está siendo este bucle que lo tiene atrapado entre sus redes.
—Tengo que volver a jugar.
Si bien ya lo tiene decidido, solo hay un inconveniente ¿Con quien lo haría? ¿Quién estaría dispuesto a someterse a la Ouija? Eso, sin contar que debería de poner al tanto a la persona de lo que está sucediendo ¿Quién podría seguirlo sin pensar que se ha vuelto completamente loco?
La primera persona que viene a su mente, mientras recorre la sala, pensante alrededor de su templo, es quien insistentemente le pidió durante estos o este día que vaya a verlo. Su amigo Javier.
Rápidamente y sin pensarlo mucho, toma su teléfono y lo llama. El característico tono de llamada se escucha mientras continúa su caminata en círculos, pero ahora a una velocidad capaz de dejar un surco en el suelo. Los nervios se apoderan completamente de él. Javier no atiende y Frederich revuelve su cabello mientras piensa como plantearle a su amigo tal descabellada idea <<Mejor le digo que venga y una vez aquí le cuento todo>>
—Hola— por fin atiende.
—¡Hola Javier, querido amigo! — lo saluda con entusiasmo, tratando de ocultar su nerviosismo —¿Cómo estás amigo?
—¡Ey Federico! Que sorpresa.
—Si... se que ando medio perdido.
—¿Medio? Solo si te miro con un solo ojo.
—Lo sé, lo sé, pero no me castigues.
—¿Y que cuentas? ¿Ya terminaste tu libro? ¿Ya te permite salir a ver a tu amigo?
—Justamente de eso te quiero hablar— sin llegar a percibirlo, el puntero de la Ouija comienza a deslizarse lentamente sobre el tablero —. Estoy en casa, abrí la heladera y resulta que tengo unas cervezas bien frías, para disfrutarlas y ponernos al día.
El silencio se apodera de la conversación durante un par de segundos. Frederich mira hacia arriba, cual creyente esperando una ayuda del cielo. El puntero triangular se detiene sobre su respuesta negativa.
—Justo hoy no puedo— sentencia Javier, derribando por completo las esperanzas del escritor —. Me estoy fijando en la agenda y tengo cosas que hacer— en su voz se refleja el sarcasmo.
—¿Me lo haces a propósito? — cuestiona Frederich al notar la connotación de sus palabras.
—No amigo, pero tampoco pretenderás que, sin dar señales, levantes el teléfono y yo, si o si, salga corriendo a verte.
—Está bien Javier, tienes razón.
—Tal vez...
Frederich corta la llamada sin siquiera escuchar lo que tenia su amigo para agregar. Su mente ya está en busca de alguien más. El tiempo apremia al no saber cuándo será el próximo encuentro con la dama de rojo, para luego despertar otra vez en el condenado 08 de noviembre << ¿Por qué tenía que ser tan antisocial? >> demasiado tarde para pensarlo.
Nuevamente se encuentra deambulando por la sala. El puntero triangular inadvertidamente vuelve al centro. Se aproxima a su escritorio y toma un habano, lo enciende y continúa pensando. No es que tenga muchos nombres en que pensar, debido a su actitud frente a los demás. Le sobran los dedos de una mano para contar a sus allegados. La nicotina logra calmarlo un poco, aunque el humo ya llega a molestarle. Le vendría muy bien una medida de whisky, o dos, pero ha decidido no volver a beber ni una gota de alcohol, por lo menos hasta que encuentre una solución a esta pesadilla.
Ya había tachado un nombre en su lista mental y con el próximo hace lo mismo sin siquiera llamar. Telefonear a Agustina seria condenase aún más. Condenarse con ella y con su hijo. El puntero vuelve a marcar al "No".
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Editado: 04.07.2019