En casa de Agustina y Joaquín, el joven adolescente de quince años se encuentra recostado, y a la vez medio sentado contra la cabecera de su cama. A su lado hay un libro de tapa marrón y letras doradas y sobre sus piernas, una computadora portátil.
El libro es aquel de Poe que le regaló su padre en su cumpleaños numero diez. La computadora portátil muestra un texto en su pantalla. Un texto que parece tenerlo muy concentrado en lo que dice.
EL SÚCUBO
El súcubo es un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los hombres, introduciéndose en sus sueños y fantasías. Por lo general suelen ser mujeres de una gran sensualidad y extrema belleza. Suelen relacionarlas con la parálisis del sueño. El súcubo se encarga de conocer a su víctima, seduciéndola hasta que logra tener relaciones con la misma. Método que utiliza para apoderarse de toda su energía, para luego utilizarla al poseer un cuerpo humano, donde continuará con su propósito. Son seres infernales que, generalmente, responden a un ente o mal superior.
Algo lo distrae de su lectura. Su nariz se retrae. Un olor llega a sus fosas nasales. Un olor a quemado, a ceniza... a humo.
Deja el portátil a un lado y se levanta de la cama. A paso lento recorre su habitación, arqueando su nariz, cual sabueso un día de caza.
Su olfato lo lleva hasta el armario de donde siente que proviene el olor. Al abrirlo, comprueba que está completamente lleno de un humo de lo más espeso. Introduce su mano y hace a ambos lados los abrigos que cuelgan de las perchas. Una vez hecho el espacio y sacudiendo un poco, el humo se vuelve mas liviano y comienza a desvanecerse. Ya casi no hay rastros de él. Eso le permite tener una visión clara de su interior.
Algo que reluce sobre el suelo llama su atención. Algo metálico. Se agacha y lo toma. Es una cigarrera dorada.
Con gesto de dolor dirige la mano izquierda a su rostro. Con pulgar e índice presiona sobre sus ojos cerrados y se los frota. En lugar de oscuridad, ve claridad, como si hubiera recibido un golpe. Siente un cosquilleo en su nariz. Sus fosas nasales ahora huelen hierro. Percibe humedad sobre el labio derecho. Con su pulgar comprueba que, un hilo de sangre es lo que lo provoca. Todo le trae recuerdos.
El timbre suena, pero Joaquín parece no escucharlo. Está inmóvil mirando la cigarrera y su sangre. Llaman una vez más. El humo, la sangre, el artículo, las charlas que tuvo con su padre sobre el tema, sin que su madre sospechara... Fichas que caen en una nueva rockola. Una mas joven. Una mas joven y apetecible rockola.
El timbre ahora suena como loco repetidas e incansables veces. Eso hace que Joaquín salga de su abstracción y pensamientos.
Se limpia el resto de la sangre con su manga y sale de la habitación. Con cara de extrañado, lentamente, desciende por la escalera. Desde allí alcanza a ver la puerta, donde el timbre no para de sonar.
Solo cuando abandona el último escalón, el timbre se detiene. Camina hacia la puerta y cuando va a abrirla, una pequeña nota ingresa por debajo, llegando hasta los pies de Joaquín. Rápidamente abre la puerta. No hay nadie del otro lado, ni siquiera cerca de la casa. Cierra incrédulo y toma la nota para leerla.
"Solo pasaba a saludar. Soy tu nueva vecina.
Candela"
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Editado: 04.07.2019