La dama que cantaba a medianoche

La dama que cantaba a medianoche

LA DAMA QUE CANTABA A MEDIANOCHE... 🎶
Por: Sofia Reynoso 

《Puedo escucharla... otra vez esa extraña canción...》 pensó Castiel, mientras trataba de nuevamente concentrarse en su dibujo.

Aquel joven, apenas hacía una semana, había llegado al pintoresco pueblo de Gardenia en el transcurso de su camino como artista callejero. Sin duda su talento para el dibujo y la pintura eran más que evidentes, pero su familia se oponía a ello pues, por ser el hijo mayor, debía ocupar el lugar de su padre como terrateniente. 
Obstinado en su propio sueño, fue expulsado de su familia sin siquiera un apellido que portar y, ahora, el muchacho que había nacido en cuna de oro, viajaba de pueblo en pueblo, contando las pocas monedas en su bolsillo que obtenía vendiendo su arte, mientras buscaba lo que verdaderamente lo hiciese feliz.

Gardenia era el último lugar de paso previo a su destino final pues, el mismo, poseía un puerto que llevaba directamente hasta la capital del país vecino, lugar en donde a fin de año se celebraba una importante competencia de pintura. Esa era su meta, si conseguía tan sólo quedar entre los mejores puestos su carrera comenzaría a despegar, pero el pasaje del barco era costoso, así que se dispuso a tratar de ganar con su arte el dinero suficiente para poder viajar. De ese modo, terminó sentándose en un gran cantero cerca del mercado del pueblo e improvisó un pequeño puesto donde ofrecía retratar a las personas, pero, cuando la noche llegaba, una canción en la hermosa voz de una mujer lo perturbaba. 

Estaba seguro de que no se trataba de una alucinación, que aquella canción de verdad podía oírse en el eco de las calles del pueblo, pero, por alguna extraña razón, nadie más le daba importancia o, conscientemente, la ignoraban.

Esa noche, mientras cenaba en la taberna de la humilde posada en la que se hospedaba, no perdió la oportunidad de aclarar su duda.

- Disculpe - habló al hombre que le servía un vaso de vino - Dígame, ¿acaso soy el único que escucha a una mujer cantar, todas las noches, por los alrededores del pueblo? 

- Oh, no, no eres el único, muchacho. Todos aquí la escuchamos, es sólo que, después de tantos años, ya nos hemos acostumbrado a ello - respondió.

- ¿Años?...

- Sí, al menos en mi caso, puedo asegurarte que la escucho desde que era un niño.

- ¿Y cuantos años tiene usted?

- Sesenta.

- ¿Qué? ¿Está diciendo que hace prácticamente más de cincuenta años que se escucha a esa mujer cantar?... - dijo, impactado.

- Así es, siempre la misma voz, cada noche canta dos veces cuando la luna se asoma.

- ¿Y saben de quién se trata?

- ¿De quién?, no, de QUÉ es el término correcto. Ya que se trata de un fantasma... - deslizó.

- ¿Fantasma?...

- Exacto - se coló en la conversación el comensal de la mesa contigua - Se dice que aquel canto pertenece al fantasma de una joven doncella que murió trágicamente esperando por su amado...

- ¿Y ustedes la han visto?

- No ¿Quien se atrevería hacer algo así? Además, la canción surge del bosque y todos aquí sabemos que más allá de él no hay nada excepto por una mansión abandonada, muy deteriorada. 

- ¿En el bosque?

- Sí. Si prestas atención, notarás que la canción surge desde el bosque y resuena en las calles del pueblo.

- Perdón, pero no puedo creer que en cincuenta años nadie haya tratado de buscarla siquiera por curiosidad.

- Es debido al miedo, muchacho. La canción que canta es claramente un anhelo de amor, algunos creen que sólo se irá una vez que encuentre a alguien que se parezca a ese ser especial y así arrastrarlo hacia la muerte con ella. ¿Tú te arriesgarías a algo así?... - preguntó con burla, dejando a Castiel pensando al respecto.

Ya en la soledad de su habitación, el joven observó por la ventana a lo lejos el bosque, incrédulo de aquella historia. Revisó su cartera y contó el dinero restante, nuevamente miró al exterior mientras recordaba haber escuchado que, tras el bosque, se encontraba una vieja mansión abandonada. Rápidamente una idea se formó en su cabeza, si podía quedarse en un lugar dónde no tuviese que pagar la estadía, lograría reunir más rápido el dinero para el pasaje y, de esa manera, decidió lo que haría.

Al día siguiente abandonó la posada y, en cuanto el sol comenzó a caer, se encaminó por el sendero del bosque que lo llevaría a lo profundo del mismo.
Luego de caminar casi por una hora, sin encontrar nada, comenzó a dudar si lo de la mansión no había sido otra mentira por parte de aquel hombre. Estuvo a punto de desistir y regresar al pueblo cuando, a lo lejos, distinguió una antigua edificación, sus viejas paredes cubiertas por la vegetación lo hacían saber.

Como ya comenzaba a oscurecer, Castiel sacó un pequeño farol de mano y lo encendió para luego abrirse paso a descubrir el interior de aquella mansión. Al toparse con la puerta principal cerrada, ya que era abrazada por los arbustos, ingresó por la ventana cercana que apenas y tenía una sola hoja.
El lúgubre interior, deteriorado y cubierto de polvo, no dejaba dudas de que hacía años que alguien no vivía allí, pero, para asegurarse de ello, Castiel subió las añejas escaleras que llevaban al piso de arriba.

Mientras iluminaba cuidadosamente cada escalón con aquella tímida luz de farol, un sentimiento de incomodidad lo invadió, el de cuestionarse sobre la moralidad de su acto al meterse en propiedad ajena por más abandonada que estuviese, sin duda era algo reprochable, pero, sin tener ya donde pasar la noche, se alentó a si mismo a seguir con su plan y pedir las disculpas debidas si acaso llegase a ser descubierto.

Una vez alli, se encontró con cuatro habitaciones, revisó una por una confirmando que estaban deshabitadas, pero, al llegar a la última puerta descubrió que esta era la unica cerrada con llave. No tenía intenciones de seguir con ello, se dijo a si mismo que seguramente se trataba de otro cuarto vacío o de un armario quizás. Estuvo a punto de volver a bajar cuando, con ayuda de su farol, distinguió un manojo de llaves colgadas a la derecha superior de aquella puerta.
Su curiosidad lo llevó a probar llave por llave hasta dar con la que, finalmente, abría la misteriosa puerta.

Nervioso, ingresó esperando encontrarse con algún objeto valioso que, quizás, el dueño olvidó antes de irse, pero sólo se trataba de otra habitación más, aunque con un detalle diferente, pues también parecía un atelier.

En cuanto abrió la puerta se topó con una hermosa estatua con forma de mujer, pero, además,viejos dibujos, pequeñas herramientas, una modesta cama y una ventana eran los elementos restantes que formaban parte de aquella polvorienta habitación.

Intrigado, Castiel se acercó a un más con su farol para observar en detalle la estatua que emulaba a una bella joven de largo cabello y antiguo vestido.
Deslizó su mano por la fina piedra tallada y se detuvo a apreciar la delicadeza de los rasgos en aquél rostro femenino. Sin duda, quien fuese el que la hubiese hecho, era un verdadero maestro por su perfección.

Sin mucho más por hacer, decidió que mejor dormiría en la planta baja, pero, antes de salir, se detuvo un momento a observar por la ventana como las primeras estrellas comenzaban a aparecer hasta que el cielo del atardecer fue cubierto completamente con el manto de la noche. 

Soltó un suspiro ante aquel paisaje y, en ese momento, una voz lo sorprendió por detrás.

- ¿Quien eres? - escuchó.

Rápidamente volteó y su sangre se heló al descubrir que se trataba de una hermosa joven. Cientos de pensamientos atravesaron por su cabeza en sólo un segundo, nunca se percató de que alguien más podría estar en la casa y eso lo llevó a pensar que aquella muchacha no era otra cosa que un fantasma.

Invadido por el miedo, intentó correr, pero tropezo y acabó cerrando la puerta quedando dentro de la habitación con la joven que insistía:

- ¿Quien eres?

- ¡¿Q-Quien eres tú?! ¡¿D-De dónde saliste?! - respondió con otra pregunta.

- Yo soy Joselyn, y siempre he estado aquí. ¿Acaso no me viste al entrar a esta habitación? - deslizó.

A Castiel se le hizo conocida la forma de su rostro, movió su brazo, buscando iluminar con el farol la otra parte de la habitación y descubrió con asombro que la estatua ya no estaba.

- La estatua... - dijo, con un hilo de voz.

- ¿No me dirás quien eres?...- preguntó una vez más.

La luz de la luna comenzó a entrar tímidamente por la ventana y el muchacho apreció como ella se acercaba extendiendo su mano. Preso del pánico, Castiel se apresuró a ponerse de pie y abrir la puerta, logrando salir corriendo de ese lugar, y no se detuvo hasta abandonar por completo la mansión.

Ya en el bosque, volteó a ver si ella lo seguía, pero descubrió que no era así.
De repente, pudo escuchar como aquella canción llegaba a sus oídos, por la trayectoria del sonido supo que provenía de la mansión y ya no tenía dudas, esa joven, fuese lo que fuese, era quien cantaba cada noche.

Superando su miedo, pero con sus piernas aún temblando, Castiel volvió sobre sus pasos para observar la mansión desde una distancia segura. Y allí, parado detrás de los árboles, fue testigo de como la joven cantaba, apenas asomada en la ventana de esa habitación.

Aquella voz que escuchaba como un susurro en las calles del pueblo, ahora era clara y vibrante para él, entonando con tal sentimiento esa canción que resultaba encantadora y triste a la vez...

Al terminar de cantar, la joven quedó un momento admirando la luna y luego se perdió en la oscuridad de la habitación.
Castiel, se quedó un tiempo más allí, pero, al no ver que ella saliese de la mansión, regresó con paso lento al pueblo.

Tratando de asimilar lo que había sucedido, se sentó en el cantero donde solía poner su puesto y allí permaneció el resto de la noche, repasando una y otra vez lo ocurrido, buscando darle una explicación, un sentido. Se pellizcaba las mejillas a sí mismo, diciéndose que tal vez todo había sido un sueño, pero, cuando escuchó nuevamente la canción sonar supo que todo había sido verdad y así, sin poder dejar de pensar al respecto, cuando quiso darse cuenta, el día había llegado y las personas comenzaron a circular por las calles con total normalidad.

Aquel día no le fue bien en el trabajo, apenas había conseguido vender dos retratos. Revisó nuevamente su cartera y, al pensar que todavía le faltaba encontrar donde pasar la noche, se resistía a gastar los ahorros que guardaba, así que, después de mucho meditarlo, y con una inminente lluvia a punto de caer, Castiel regresó a la mansión, pero esta vez mucho más temprano.

Apoyado en la luz del día, al llegar a la mansión pudo notar con mayor claridad el deterioro de aquella vieja edificación. Sabía que no sólo podía quedarse e ignorar la presencia de la joven así que se preparó irremediablemente para enfrentarla una vez más, pero, al ir a aquella habitación, descubrió que la misma había vuelto a su apariencia de estatua.

Por más que la rodeó mirándola y trató de hacerla reaccionar parecía inútil, realmente era como hablarle a una piedra.
Intrigado, decidió esperar a que reaccionara, pero tomando los recaudos de llevar todos los candelabros que encontró en la casa y así iluminar apropiadamente la habitación.

Con la tarde cayendo, la lluvia comenzó, las horas seguían pasando y la joven no daba señales de despertar de ese sueño de piedra. Castiel admiró por la ventana como las gotas caían al mismo tiempo que la oscuridad iba ganando su lugar en el cielo. Poco a poco sentía que el sueño se apoderaba de él, ya que no había dormido nada el día anterior, regresó su mirada a la joven una última vez y, cuando la tarde se volvió noche por completo, allí, iluminada por la luz de las velas, fue testigo de como aquella estatua regresaba lentamente a la vida.

Una sensación indescriptible se formó en su pecho, una mezcla de ansiedad y temor lo invadió. La joven posó sus ojos azules en él, sin duda lo reconoció.

- ¿Me dirás quien eres esta vez?... - preguntó.

- S-Soy Castiel... - respondió, tratando de resistir sus nervios.

- ¿Castiel?... ¿Vienes de parte de D'iore? ¿Eres su pariente?...

- ¿D'iore?... - murmuró, confundido -¿Quién es D'iore?

- Oh, no lo conoces... Ya veo, entonces sólo entraste aquí por curiosidad... - soltó, pasando con calma por su lado para darle un vistazo a la ventana.

- ¿Tú... eres un fantasma?... - continuó, aún sin poder creer la situación.

Ella volteó a verlo con una expresión serena. Castiel, apreció la tímida sonrisa de la joven que se acercaba a él, extendiendo su mano, y con su dedo índice tocó la punta de la nariz del muchacho.

- ¿Fantasma?, no... Aún estoy viva ¿Lo ves? - bromeó dulcemente.

Y a partir de ese momento a Castiel le fue imposible no verla como a una joven más, una hermosa y encantadora joven...

Esa noche, mientras la lluvia seguía cayendo, a luz de las velas Joselyn contó su historia.

- Hace muchos años un hombre, de oscuro corazón, me maldijo con la ayuda de una bruja, buscando obtener mi amor... Yo era una campesina que apenas había cumplido la mayoría de edad cuando ese hombre apareció frente a mi familia a pedir desesperadamente mi mano, incluso intentó comprarme con una cuantiosa dote, pero mis padres nunca aceptaron, ellos sabían que no me agradaba y eso era suficiente para negarse, pero él no estaba dispuesto a dejarme ir... Un día, me arrebató de mi hogar para traerme hasta aquí, y en esta misma habitación una bruja me ató a él con una maldición que me vuelve de piedra durante el día y sólo me deja vivir de noche... Desde ese momento el tiempo en mi se detuvo, no tengo sueño, ni hambre, ni sed, tampoco sufro frío o el calor, sólo soy un objeto que ni siquiera puede morir si lo quiero pues, por más que lo intento, nada logra dañarme...

Castiel no pudo evitar estremecerse ante su relato, no lograba imaginar una existencia así.

- ¿Hay alguna manera de romper la maldición?... - preguntó el muchacho.

Ella hizo un breve silencio y respondió:

- Sí... Que yo me enamore de ese hombre.

- ¿Qué?

- "Nadie, que no sea yo, puede amarte, y tú sólo puedes amarme a mi"... esas fueron sus palabras ese día... ¿Cómo podría amar al hombre que me hizo esto? Estoy condenada... Luego de ello me dejó aquí y se marchó. Cada cierto tiempo regresaba, esperando que el amor por él mágicamente apareciera en mí, pero, al toparse con mi rechazo, nuevamente se marchaba hasta que un día ya no regresó...

- ¿No regresó? - preguntó Castiel.

- No, ni siquiera sé cuantos años han pasado desde la última vez que lo vi... Quizás se cansó de insistir en mi y simplemente me abandonó en este estado mientras él reacía su vida, incluso tal vez hasta haya muerto feliz y yo me quedé atrapada en mi misma para siempre...

Al recordar que la puerta estaba cerrada por fuera, el joven reflexionó:

- Nunca has salido de esta habitación... ¿verdad?

- No...

- ¿Y ni siquiera intentaste escapar por esa ventana?

- ¿Qué sentido tendría? Alguien como yo ya no puede vivir entre las personas normales...- suspiró con pesar, Castiel enmudeció ante su respuesta y ella continuó - ¿Y tú por qué estás aquí?

- ¿Eh? Bueno, yo... necesitaba un lugar dónde quedarme y... - intentó explicar.

- Ya entiendo.

- ¿No te molesta?...

- No, eres libre de quedarte todo el tiempo que necesites. No te preocupes por mi, sólo soy un adorno más en esta vieja casa... - sonrió tímidamente, miró por la ventana y comentó - Ya va a amanecer así que me iré, nos vemos luego, Castiel...- terminó por decir y el muchacho observó como se convertía en piedra una vez más, pero, en esta ocasión, se quedó sentada en el suelo.

Castiel sintió una gran tristeza por ella, Joselyn era una joven a la que le habían arrebatado su libertad y ahora estaba condenada a vivir de esa manera sin saber por cuanto tiempo. Se quedó un momento más, sentado frente a ella mientras el canto de los pájaros comenzaba a resonar, y luego se echó en el suelo a dormir un poco.

Horas después despertó y se encontró de nuevo con aquel panorama, Joselyn seguía siendo una estatua y él prestó atención a su alrededor, no pudo evitar pensar que ella tenía que ver toda esa polvorienta habitación cada vez que despertaba. Así que, ese día, decidió que se quedaría allí a limpiar el lugar.

Cuando la noche llegó, Joselyn reaccionó y miró con asombro a su alrededor, por un momento creyó que había sido llevada a otro lugar, pero al ver a Castiel terminando de colocar un florero con flores frescas sobre la cajonera entendió que se debía a su causa.

- Castiel... - murmuró - ¿Por qué tú...?

- ¡Ah! Jo-Joselyn, ya despertaste... Yo... sólo quería hacer algo en modo de agradecimiento por dejarme quedar aquí, por eso...- intentó explicar, nervioso, pues no sabía cual sería su reacción.

- Muchas gracias, fue un hermoso gesto de tu parte... - sonrió y el muchacho se sonrojó levemente.

Como ya era la hora de cenar, Castiel sacó de su bolso una caja de galletas y se dispuso a comerlas mientras que Joselyn, sentada frente a él en el suelo, miraba por la ventana. El joven, algo incómodo por comer delante de ella, le ofreció.

- ¿Quieres?...

- No, gracias, yo no siento el hambre - respondió en un tono amable, pero, aún así, Castiel seguía sintiéndose incómodo con la situación así que, rápidamente, sacó una pequeña lata e insistió:

- ¿Y un caramelo? ¿Te gustaría probar uno?... 

- ¿Caramelo? - se sorprendió.

- Sí, sé que no sientes hambre, pero no creo que un caramelo te haga daño... ¿verdad?

Ella los recibió y sin titubear colocó uno en su boca, aquel dulce sabor la emocionó hasta dejar escapar una lágrima, casi había olvidado como se sentía aquello.

- ¿Te sientes bien?... - preguntó él, al ver su reacción.

- Sí, es sólo que me siento muy feliz, pensé que nunca volvería a sentir está sensación... Gracias por esto... - respondió.

- Oh, n-no es nada... - dijo y, buscando escapar de su pena, continuó - ¿Puedo hacerte una pregunta?... ¿Por qué cantas?

- ¿Qué?

- La gente del pueblo dice que cantas esperando la llegada de tu amado...

- ¿Eso dicen? Pues no es así - respondió, divertida - Es la única canción que recuerdo de mi pasado, y la canto para llamar a las aves de alrededor.

- ¿Qué? ¿Las aves?

- Sí, ellas han sido mi única compañía todos estos años, pero sólo cantando logró que vengan a mi en la noche...

- ¿Y hoy no cantarás?

- No, hoy no las llamaré.

- ¿Por qué?

- Porque tú estás aquí, así que hoy no estoy sola - sonrió dulcemente y él sintió su corazón acelerarse.

Desde ese día Castiel y Joselyn compartieron una particular, pero agradable, convivencia, descubriendo incluso que tenian en común una misma pasión: el dibujo.
A pesar de lo diferentes que habían sido sus vidas, ambos disfrutaban de su mutua compañía; ella, que hacía décadas sólo conocía las cuatro paredes de aquella habitación, y él que hacía tiempo viaja libremente en busca de un sueño.
La joven se maravillaba al oír a Castiel hablar sobre los diferentes lugares que conoció, y el muchacho se esforzaba por acompañar aquellos relatos con hermosos dibujos para ella, incluso, cuando iba al pueblo, se ocupaba en conseguir pequeños detalles que pudiesen gustarle. Ni siquiera él sabía porque lo hacía, pero aquella sensación que se formaba en su pecho al verla sonreír, llenaba su alma y, para cuando entendió qué era lo que estaba sintiendo, ya era demasiado tarde, se estaba enamorado profundamente de ella...

De esa manera pasaron dos meses, dos meses diferentes, dos meses extrañamente felices...

En el transcurso de ese tiempo, Castiel incluso había gastado los ahorros que tenía guardados para aquel pasaje que lo llevaría a cumplir su sueño, pero eso poco le importaba pues comenzaba abrazarse a uno nuevo, un sueño que lo alentaba a tomar decisiones más estables, sólo necesitaba un pequeño empujón.

- ¿Este es el barco del puerto?... - preguntó Joselyn, mientras observaba un dibujo de manos de Castiel.

- Sí, hoy lo vi en el puerto y lo retraté.

- Es muy bonito, debe ser muy emocionante viajar en algo así... - comentó.

- Sí... - soltó con cierta duda en su voz y luego la nombró - Joselyn...

- ¿Si?

- ¿Tú... vendrías conmigo?...

- ¿Qué? - se sorprendió ante su pregunta.

- ¿Estarías dispuesta a irte conmigo?... - insistió, con un leve sonrojo en su rostro.

- ¿Irme contigo?... - murmuró, confundida - ¿Por qué querrías algo así?...

Él clavó una intensa mirada en ella y, resistiendo los incesantes latidos de su corazón, se atrevió a tomarle tímidamente las manos.

- Porque ya no puedo imaginar seguir mi vida sin ti, Joselyn... Sé que quizás me dirás que no debí hacerlo, pero en este tiempo no pude evitar enamorarme de ti... Así que irme y dejarte sola aquí ya no es una opción para mi.

- Castiel... - suspiró, dejando ver el rubor en sus mejillas - Pero... ¿Cómo? Yo no soy una persona normal, sólo seré una carga para cumplir tu sueño...

- No importa, tengo un nuevo sueño, uno mejor... El de tener una vida contigo, Joselyn...

Ella no pudo evitar conmoverse hasta las lágrimas y se abrazó a él.

- ¿De verdad?... ¿De verdad me llevarías contigo?... - preguntó.

Castiel acarició gentilmente su cabeza y respondió:

- Te lo prometo... encontraremos la manera de tener una vida juntos... - aseguró.

Inmediatamente al día siguiente el muchacho aceptó un empleo en el mercado de abastecimiento del pueblo y, aunque poco sabía de trabajo pesado, puntualidad y responsabilidad, estaba dispuesto a hacer lo necesario para poder llevarse a la encantadora joven con él. 
Una hora antes del amanecer, Castiel salía de la mansión rumbo a su trabajo, así que Joselyn podía despedirlo y verlo partir, siempre con una enorme sonrisa que sin duda era lo que lo impulsaba a continuar.

Una de esas noches, mientras Joselyn lo despedía desde la ventana, la joven hizo un descubrimiento que lo cambiaría todo pues, al mirar su propio brazo, admiró con impresión la aparición de una pequeña grieta en él. Nunca antes algo así le había sucedido y, luego de meditarlo un momento, una conclusión llegó a su mente 《Después de años deseando morir, justo ahora que conozco el amor, ¿mi tiempo se acabará?... ¿Este es el precio por amar a alguien que no seas tú, señor D'iore?...》pensó para luego cubrir aquella grieta con un listón antes de volver a convertirse en piedra.

Los días siguieron pasando, Joselyn aceptó el amor que había nacido en su propio corazón y Castiel no podía sentirse más dichoso por ello, hasta que, una noche, a la joven le fue imposible seguir ocultando el peso de la realidad...

- Buenas noticias, Joselyn, la paga fue muy buena, si las cosas siguen así en un par de meses podremos irnos - celebró el muchacho.

- Yo no iré a ningún lado, Castiel... - soltó con voz penosa.

- ¿Qué?...

- No puedo ir contigo... - insistió.

- Pero ¿Por qué? ¿Tienes miedo? Te prometo que te protegeré, nada malo te sucederá. Si lo que te preocupa es vivir entre las demás personas entonces buscaré un lugar seguro para ti, una casa en la montaña si es necesario, pero, por favor, ven conmigo...

- No es que yo no quiera... el asunto es que ya no puedo hacerlo...

- ¿A qué te refieres?

La joven desató el listón que cubría su brazo, dejando ver a Castiel aquella grieta en su brazo que, incluso, se había vuelto un poco más grande, pero no sólo eso, también elevó un poco la falda de su vestido y enseñó una grieta en su pierna. El muchacho quedó impactado ante ello.

- Como he decidido darle mi corazón a alguien que no es ese hombre, la maldición a comenzado a romperme... 

- No...

- Mi tiempo se está acabando, Castiel, y no tiene sentido que sigas perdiendo el tuyo aquí conmigo...

- Joselyn...

- Usa ese dinero y retoma tu antiguo sueño, continúa viajando para volverte un gran artista...

- No, me niego a irme sin ti, tú vendrás conmigo. Buscaremos la manera de romper la maldición, si fue una bruja quien te hizo esto, debe existir otra que pueda ayudarte - continuó, obstinado.

Ella lo negó con su cabeza:

- No la hay, así que no pierdas el tiempo conmigo... Desde un principio sabíamos que este amor estaba prohibido, pero no pudimos evitarlo ¿verdad?

- Yo...

- Por favor, Castiel, vete, eso es lo mejor para ti...- le pidió con sus ojos llenos de lágrimas.

El muchacho se mordió los labios, tomó su bolso y se marchó de aquella mansión cargado de frustración, al mismo tiempo que Joselyn se deshacía en lágrimas por su dolor. Horas después, la joven se asomó por la ventana y, con su voz quebrada, entonó una vez su canción buscando quizás, inconscientemente, llamarlo...

La noche siguiente, cuando Joselyn despertó de su sueño de piedra, esperaba toparse de nuevo con la soledad, en cambio, sus ojos se maravillaron al descubrír que aquella habitación había sido cubierta de flores y velas, Castiel apareció detrás de ella.

- Castiel... ¿Qué es esto?... 

- Una despedida... - respondió.

- Pero...

- Por favor, Joselyn, concedeme una noche más contigo, haciendo de cuenta que mañana no habrá un adiós... - le pidió, ofreciendo su mano.

Joselyn, conmovida, la tomó y se fundieron en un sentido abrazo, uno que parecía gritar "No quiero soltarte jamás".

Aquella noche, los jóvenes compartieron una cena especial, Castiel había conseguido dulces de fresa para ella, los mejores del pueblo, pero también una preciosa caja musical a cuerda.
Con su música, improvisaron un tímido baile, que luego, al ganar confianza en sus pasos, disfrutaban a risas. Para ellos era inevitable, todo lo que hacían juntos se volvía especial.

En medio de ello, el muchacho preguntó:

- ¿Me amas, Joselyn?...

- Sí... - suspiró la joven, mientras clavaba una dulce mirada en él.

- Yo también... por eso, hagamos que no sea un adiós, sino un hasta luego...- dijo, la acercó más a él y besó gentilmente aquellos labios que, hasta ese momento, le habían estado prohibidos por ella.

- Castiel... ¡¿Pero qué has hecho?! - reprochó, impactada - ¡Tú no podías besarme!... la maldición... ahora también caerá sobre ti... - continuó con angustia en su voz.

- Lo sé, y es mi decisión... 

- Castiel...

- Hoy me despido de la vida que tenía antes de conocerte, si la maldición también me alcanza asegurate de tomar mi mano antes del amanecer, a donde sea que tú vayas yo iré contigo, Joselyn...

Aquella sentida confesión de amor los impulsó a continuar besándose dulcemente, el límite de lo que estaba bien o mal dejó de importar, sólo deseaban amarse de verdad...

Cuando el amanecer llegó, el silencio del bosque fue interrumpido por el andar de una carroza adentrándose al lugar. Se trataba del señor D'iore que, después de un largo período de enfermedad, al fin había ganado fuerzas suficientes para volver allí. A pesar de su senil aspecto, sus sentimientos por aquella joven seguían intactos. 

Desde la ultima vez que la vio sabía que la voluntad de Joselyn estaba tan quebrada que jamás se atrevería a escapar, por eso estaba seguro de que no importaba el tiempo que pasara, ella siempre estaría allí para él, pero amarga fue su sorpresa cuando, al entrar a aquella habitación, se topó con la imagen de su amada, feliz, en los brazos de otro hombre, en una perfecta pareja de estatuas.

Una enseguecida ira lo invadió, sentía su enfermizo amor traicionado, tomó su pesado bastón y, mientras maldecía a rabiar, golpeó una y otra vez aquella estatua de enamorados hasta dejar a ambos sólo en pedazos.

- Tu corazón puro sólo podía ser para mi, Joselyn... - murmuró el anciano, furioso, apretando su puño.

Antes de salir, pateó la caja musical que estaba en el suelo y la cuerda restante provocó que esta comenzara a sonar.
Así, mientras la carroza se iba, la dulce melodía de la caja, frente a las estatuas rotas, fue el último sonido que escapó de aquella mansión, como una señal de que Castiel y Joselyn habían atravesado sus puertas y ahora eran libres de ir juntos donde quisiesen.

Luego de ese día nadie jamás en Gardenia volvió a escuchar la dulce voz de la dama cantar a F, pero eso lejos estaba de hacerlos sentir tristes, pues los más antiguos pobladores sintieron en su corazón, que quizás aquella dama al fin había encontrado a su tan ansiado amor...

FIN



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En el texto hay: amor romance sobrenatural

Editado: 23.01.2023

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