La desesperación del Alfa.

CAPÍTULO 9

Había tenido el mismo sueño durante días, descanzaba perfectamente pero al despertar una angustia me oprimía el corazón. Durante el dia me sentia como un zombi, hasta el punto en el que, mientras limpiaba los estantes tire un vaso, lo vi caer en cámara lenta y cuando toco el piso algo dentro de mi se quebró, comencé a llorar, primero en silencio pero poco a poco mis sollozos se hacían más fuertes, me encontré gritando de angustia mientras abrazaba una almohada. Patético.

No tenía idea de lo que me ocurría, me sentía tan triste. Tan gris, tan sola…

Estaba hundiéndome en la miseria cuando la puerta de entrada se abrió, con movimientos majestuosos entró una mujer con una túnica con capucha, caminaba lentamente pero cada paso era seguro, mantenía la mirada fija al frente y las manos unidas, cubiertas por las mangas. Su cabello rubio estaba peinado en dos perfectos rizos que enmarcan a la perfección su hermoso rostro angelical, aunque su sonrisa fría contrastaba totalmente con su aura dulce y mágica. Baje las piernas del brazo del sofá y me enderecé, cuando se detuvo frente a la chimenea y se giró a mirarme un escalofrío de terror me invadió.

De su manga había sacado un puñal y me miraba con saña.

— Me lo agradecerá.

CORRE

Sin mayor aviso se lanzó sobre mí, choque con el respaldo del sillón y me las arregle para detener sus muñecas mientras forcejeabamos, caímos al piso y dimos un par de vueltas hasta que me estrello con la mesita de centro. Mi cabeza había impactado con una de las orillas y ahora me encontraba un poco desorientada, la poco ventaja que había obtenido la perdi y ella aprovecho para tomarme del cabello y así descubrir mi cuello, sin dilación puso el filo junto a mi pulso, me quede estática, presa del pánico cuando una calma sin precedentes me inundó. RESPIRA. Mi ritmo cardiaco disminuyo y supe exactamente que hacer, donde atacar y la fuerza exacta que tendría que ejercer para dominarla y así lo hice. En tres movimientos la tenía inmovilizada al suelo con mi rodilla en su espalda y la daga en su cuello.

Me sentía poderosa, furiosa y territorial. Había ganado, no sabia como pero le había pateado el culo a una loca. Mientras disfrutaba de la gloria entró Damian a la casa, se detuvo a unos metros de mí y me contempló con la boca abierta.

Con el cabello revuelto por el forcejeo y la ropa rasgada seguro era un espectáculo de las malas costumbres. Recomponiendose lentamente, camino con la mirada fija en la chica a mis pies.

— Miranda, que mierda haces aquí?-- La pregunta parecia retorica pero ella respondio, sorprendiendonos a los dos.

— Ella no puede seguir viviendo, la profecía…

— ¡Callate!-- Damian había hablado con autoridad pero más que eso, daba miedo. La chica, de la que ahora sabía el nombre, se encogió y fuertes sollozos salieron de ella. VAYANSE. Damian me miró entonces y vi un brillo cruel en sus hermosos ojos, pero solo fue un instante, apenas un borrón— Puedes soltarla, yo me la llevaré.

Su voz era dulce y sus movimientos suaves pero mi corazón se volvió loco. AHORA. Solo que esta vez no fue como los otros días, una ola de adrenalina fluyó dentro de mí y tomé la decisión más loca de mi vida. Tal vez algo se reflejo en mi miraba porque sus ojos se entrecerraron pero yo fui mas rapida.

Tome a Miranda del brazo y prácticamente la arrastré a la habitación más cercana, cerré la puerta con pestillo y me abalance sobre ella. Tome su rostro entre mis manos mientras sollozaba, había algo, algo importante que necesitaba saber.

— ¿De qué hablaban, que profesia?-- No sabía bien porqué pero estaba susurrando. Sus ojos eran erráticos y no mantenía la mirada fija, parecía al borde de un colapso nervioso- Dime. Habla. ¿Que profecía?

EL BAÑO. La idea cruzo rápidamente y me abrace a ella, corrí como una desquiciada y sin saber exactamente porque abrí el agua y nos metí bajo la corriente a ambas, su mirada al fin se concentro en mí y comenzó a hablar, en una lengua que no había escuchado jamás. En ese momento hubiera matado por tener mi equipo de grabación conmigo pero sin formas para guardar los datos solo me quedaba tratar de hacerla entrar en razón así que pase las manos por su cabello mojado y nuestras miradas se encontraron.

— No te entiendo, habla español. Maldita sea, no entiendo lo que dices.

Escuchaba la puerta de la recamara ser golpeada, seguramente por Damian, tratando de tirarla.

— Una historia fue narrada…— Miranda comenzó a cantar, suavemente. Como si no estuviéramos en un momento crítico— El acantilado será…

— Isabel, abre la maldita puerta. Ahora— Mierda, estaba fuera del baño y yo aun no conseguía nada.

— Miranda, mirame— Decidí cambiar de táctica y parecía que funcionaba, mi voz fue más suave, se tranquilizó y me miró. Levantó una mano a mi mejilla y sonrió.

— Los ojos de Manolette, Isa. Sus dientes son blancos pero su barriga no. Escondere la daga para ti. Es tuya.

Comenzó a reírse como una desquiciada y aprovecho mi confusión para salir corriendo, abrir la puerta y pasar a Damian. Ambos salimos disparados tras ella pero cuando llegamos a la puerta, no había rastro suyo.

Miranda se había ido.

 




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