La familia Savaresce descendía de Savario, un italiota cuyo pueblo fue absorbido en la conquista romana de la península. Los descendientes de éste, sirvieron en los ejércitos romanos durante varias generaciones y hasta que el abuelo de Avitzedek, se hartó de estar condenado a ver que lo único que tenían tanto él como sus antepasados, y lo que tendrían sus descendientes, que era sus vidas, las habían estado perdiendo en beneficio de Roma, así que cuando finalizaron las guerras púnicas y macedónicas, los pocos que quedaban desertaron de las filas romanas y decidieron probar suerte por cuenta propia, ya que, si igual era muy posible que muriesen, al menos lo harían luchando por hacerse con algo propio.
Aquella no era una tarea precisamente sencilla ni era el mejor de los panoramas, porque lo que hoy conocemos como Europa, Asia y el oriente próximo, era una zona tumultuosa con diferentes tribus intentando hacerse con el poder y el control de la mayor parte de la tierra.
Si bien Roma se había hecho con el control de un amplio territorio, vivía en conflicto con los galos, por una parte, y con las tribus de oriente y lo que quedaba de Grecia, por la otra, así que en realidad fue una hazaña que los Savaresce no fuesen aplastados en medio de todo aquel conflicto generalizado.
En aquel contexto nacieron y crecieron Avitzedek y sus hermanos. Como ya se mencionó en una ocasión, primero pusieron sus ojos en las tierras árabes, pero éstas, y aunque fáciles de conseguir, les parecieron desérticas, de modo que luego se embarcaron en persecución de lugares más ambiciosos, pero más problemáticos también, pues de allí nacería su conflicto con los Yaroslávich.
Casio, el hermano mayor de Avitzedek, era el llamado a suceder al padre de ambos, pero ni ellos dos, ni los otros hermanos o tíos de Avitzedek, salvo uno por estar en Arabia, y el mismo Avitzedek, ningún otro lograría sobrevivir a la matanza organizada por los Yaroslávich a raíz de la muerte de Anitchka, y de ese modo, fue como Avitzedek se hizo con el mando supremo de su tribu que para entonces ya era muy grande, pero, a decir verdad, por lo antes descrito, habían perdido a muchísimos hombres.
A diferencia de los Yaroslávich, que eran en su gran mayoría devlianos por nacimiento, y por tanto le profesaban una lealtad a toda prueba a su Hlavary y a la sangre de este, no sucedía lo mismo con los Savaresce, pues la familia de Avitzedek había ido sumando hombres a su tribu de entre campesinos descontentos, desertores de diversas tribus, criminales en todas sus modalidades y uno que otro mercenario oportunista que se unía no por la promesa de un pago, sino por aquello con lo que pudiese hacerse en medio de los saqueos. De manera que, al menos al inicio, no contaban con un ejército estable y organizado como el de los devlianos.
Con las cosas así, después de la vendetta que habían sufrido a manos de los anteriores, Avitzedek había decidido organizarse mejor. Ya no le quedaban parientes, al menos que supiese, con excepción de Sículo, el hermano de su padre que se había quedado en el desierto y moriría poco después; sus hijos estaban pequeños aún, pues Casiano que era el mayor, todavía no alcanzaba los diez años; muchos de los sobrevivientes habían huido, e incluso algunos intentaron pasarse al bando de los devlianos, algo que Avitzedek no sabría si no hasta mucho tiempo después y cuando el mismo Iziaslav se lo dijera en una de las rarísimas ocasiones en las que conversaron en una Evesbriel, pero también se enteró que aquellos bastardos pagarían caro lo que Iziaslav consideró deslealtad, pues acostumbrado a la de los suyos, vio en aquel acto uno de suprema cobardía y los decapitó a todos.
El asunto fue que, aunque Avitzedek no sabía eso último y solo imaginó que como en otras ocasiones, solo se habían marchado al verse enfrentados a un enemigo muy superior, hizo cuentas y las mismas no le daban, y si quería por lo menos sobrevivir, necesitaba un mayor número de hombres y una mejor organización, porque si los devlianos decidían atravesar el Tirreno, ya podían ir despidiéndose de cualquier cosa que pudiesen llamar suya incluidas sus vidas.
Aunque Avitzedek había crecido en medio de una sola y continuada guerra, nunca había pertenecido a un ejército organizado como sus antepasados, así que las de su tribu eran unas tácticas muy pobres en comparación con las de sus enemigos, de modo que comenzaría por ahí, es decir, por contratar a quienes pudiesen entrenar a sus hombres, y para la consecución de las personas adecuadas encargó a Aviram. De seguido tenía que encontrar hombres, y aunque había muchos debido a lo explicado con anterioridad, y cada vez había más, ya que las diversas guerras solo producían una devastación brutal que dejaba sin tierras a muchísima gente, no todos eran aptos, pero también pensó que no podía ponerse muy exigente, y siendo que tendría a quien los entrenara, eso estaría cubierto.
Todo lo anterior le llevó alrededor de cuatro años, y aunque es un lapso breve, dada la premura, y que ninguno de aquellos desdichados quería morir, tuvieron que adaptarse.
Los niños Savaresce no solo se beneficiaron de aquel estado de cosas, sino que se vieron obligados a aprender, y siendo que estaban creciendo en medio de un campo de batalla, no les quedaba más remedio, y, en cualquier caso, tampoco era que tuviesen otra ambición.
Pero, así como los Yaroslávich tenían a sus dolores de cabeza en individuos como Iván, Iliar, Istval, Mikha, o Radek, también Avitzedek tenía los suyos, y uno de ellos, y, a decir verdad, el peor de todos, era Casiano Savaresce, seguido muy de cerca por Arcadio, y con posterioridad, César Octavio o, como lo conocemos, Giorgio.