La DinastÍa (libro 8. Rhyfeldstar)

Cap. 21 Dylan

 

Como cabía esperar, Iziaslav se tomó muy mal aquella noticia, pero afortunadamente estaba con Milorad y éste logró equilibrar sus emociones antes de que tomase decisiones drásticas e injustas con respecto a Yvaylo. Si bien Dylan estaba dormido cuando ellos llegaron a Illir, eso no evitó que Iziaslav ordenase una reunión de emergencia con los involucrados. Sin embargo, aparte de decirle lo que ya sabía, no había novedades con relación al fulano aquel, porque a pesar de que Istvan había ordenado una rápida búsqueda, aún nadie lo había localizado, de modo que lo siguiente causó la aprensión de los presentes, pues Iziaslav decidió que él mismo quería hablar con Rastell.

  • De acuerdo, sarì - dijo Istvan - haré que sea trasladado a…
  • No va a ir a ninguna parte - lo interrumpió él y salió a toda carrera

Los presentes, a saber, Istvan, Milorad, Janos, Yvaylo y Damien, se dieron mucha prisa en seguirlo, y los havariks de guardia en Zatvor casi sufren un colapso al ver al visitante.

  • Nym sozdatel’ - dijeron a coro
  • ¿Dónde está ese nekasny? - preguntó él
  • Si me permites, sarì - dijo Istvan - lo conduciré a…
  • Sclaviacik, Istvan - exclamó él - ¿Dónde está?

Milorad se apresuró a recomendar a su hijo olvidarse de las formalidades, pues en cualquier caso no era precisamente Iziaslav quien iba a registrar ningún malestar por recorrer aquel lugar, así que después de consultar el registro, se pusieron en marcha.

Fuera de Iziaslav, Janos y los miembros del Arkel, no había nadie más que conociese la ubicación de aquel apartado infierno, pues aquellos que lo habían construido habían muerto allí, y los que habían sido visitantes involuntarios, nunca veían a dónde eran llevados, y si salían, tampoco se les permitía ver su ubicación. Cuando Iziaslav había decidido construir un lugar de reclusión para aquellos que eran encontrados culpables de algún crimen y para quienes él consideraba que la muerte era algo demasiado misericordioso, escogió en principio una cueva muy grande, pero más adelante la misma les quedó pequeña, pues con la transformación creció el número de criminales también, así que reubicaron la prisión en las profundidades de una antigua cadena montañosa y fue construida por los mismos reclusos que como ya se dijo, nunca abandonarían aquel lugar.

Sin embargo, si bien sabía dónde estaba, hacía muchísimos años que no iba, y mientras caminaba por los oscuros pasadizos, recordó la razón por la que nunca había querido que sus hijos visitaran aquel lugar, y el único que lo había hecho había sido Mikha, porque a aquel muchachito se le había dado muy mal la obediencia y se las arregló para hacerse con la ubicación. 

Istvan pensó en aislar los gritos o llantos lastimeros de aquellos que llevaban mucho tiempo ahí, pero por fortuna, y siendo que Rastell en teoría había sido llevado allí de forma temporal, pues en realidad no había cometido ningún delito por el que debiese ser encerrado, no estaba tan lejos como para que aquel desagradable recorrido se extendiese mucho.

Uno de los havariks que los condujo, abrió la celda e hizo salir al individuo que casi volvió dentro por propia voluntad al ver quién estaba allí. El asunto fue que no tuvo tiempo ni de completar un pensamiento cuando Iziaslav lo tenía sujeto por el cuello.

  • Ahora vas a decirme, por qué decidiste molestar a mi hijo
  • Ma...jes...tad - intentó él que a todas luces apenas si podía respirar

Iziaslav lo soltó, pero con tanta violencia que quedó estampado contra la piedra intentando recuperar el aire. 

  • No te lo preguntaré de nuevo
  • Lamento mucho haberlo hecho y no era mi…
  • Vas por mal camino, Rastell - lo interrumpió Milorad

Yvaylo que era el menor de los presentes, miró a Milorad con una expresión extraña, y la misma obedecía a que hacía muchísimos más años de los que podía recordar, que no le escuchaba aquel tono, pues el único que había utilizado con él era el de un padre cariñoso, y aunque también lo había escuchado dirigirse a los havariks por ejemplo, cuando cometían alguna falta, aquel que estaba empleando era el del peligroso devliano que había sido. En el caso de Rastell, que era un cortesano pusilánime y cobarde, cuya transformación y el saberse más fuerte ahora de lo que había sido antes de la misma, no le había conferido más valor, mojó indecorosamente sus calzas. Aquello solo produjo la ira aún mayor de Iziaslav y por dos motivos diferentes; el primero, porque para él, un hombre debía serlo en todo momento y circunstancia, y definitivamente aquel no lo era; y segundo, porque aquella muestra de terror solo podía obedecer a culpabilidad, pero Rastelll comenzó a hablar atropelladamente en ese momento.

  • Conocí a Callen hace algunos años, pero no era de la clase con la que se codea un caballero, así que no hablé con él más allá de lo estrictamente necesario. Sin embargo, hace unos meses volví a coincidir con él en Plymouth, y aparte de que estaba en un lugar al que no habría entrado cualquiera, vestía con mayor elegancia y se conducía con más propiedad...
  • Es un devrig ¿lo sabes, no? - dijo Milorad

El comentario obedecía a que todos sabían que un devrig fuese quien fuere, podía entrar en dónde se le antojase y dependiendo de dónde fuese eso, y de que no estuviesen allí devrigs de la clase que efectivamente fueran portadores de sangre noble y que los hicieran echar, no era nada novedoso o difícil.

  • Lo sé, pero estaba en compañía de Halifax, Lord Wharton y Lord Montagu




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