Europa, 1810-1815
Los miembros del Arkel sabían que en ningún caso podían dejar que alguno de sus compañeros fuese hecho preso, algo poco probable, pero no imposible, pues en determinadas circunstancias un devrig podía quedar temporalmente inhabilitado bien fuese, porque perdiera el conocimiento, o porque fuera herido de gravedad, y ya sabían que las municiones de plomo les causaban un enorme daño, de modo que aquella posibilidad se había vuelto muy real. Sin embargo, el tener cuidado no siempre era suficiente y ya en varias ocasiones los levjaners habían tenido que intervenir para recuperar a alguno de sus hombres antes de que fuese decapitado.
Desde que la situación se había recrudecido, y siendo que era obvio que los países, a pesar de las muchas pérdidas que habían sufrido y los tratados que habían firmado con el nuevo imperio francés, no tenían intenciones de cumplirlos, y sí las tenían de seguir resistiendo, Lucien se había metido de cabeza en los frentes de batalla y todos habían concluido que o bien el príncipe había perdido definitivamente la cabeza, o tenía un extraordinario deseo de perderla, pero en cualquier caso, se había convertido en un loco peligroso. Aunque Lucien siempre había sido fuente de problemas y preocupaciones para sus parientes, en las presentes circunstancias se había convertido en un serio problema de estado.
Era cierto que Yaroslavl había permanecido neutral ante el conflicto, y ningún mortal común podía intentar con éxito, obligarlos a abandonar aquella postura, pero si Lucien iba por ahí metiéndose donde no debía, comprometía a su nación, pues ya se encargarían individuos como Hossa, Harsady, o Rastell, de que quien interesaba supiese que aquel era un príncipe de su país, lo que por extensión se tomaría como que el mencionado país estaba apoyando a alguno de los bandos en conflicto.
Lo anterior hizo que Iyul llamase a Lucien en una ocasión, poco después de que se iniciasen las guerras napoleónicas, por lo antes explicado. Sin embargo, aquello sirvió de poco o nada, y en opinión de Dylan, lo que habían conseguido era que Lucien aparte de molestarse mucho, se pusiese en mayor peligro.
No obstante, independientemente de lo que quisiera decir, lo que no pudo fue hacerlo, pues Lucien había soltado una helada carcajada que no era de ningún modo una expresión de alegría.
Las respiraciones se habían detenido. Derek, Alexander y Michel, se prepararon para intervenir, pues todo ser viviente dentro de la raza de los devrigs, sabía que cuando los ojos de Lucien se tornaban carmesí, alguien tendría muchísimos problemas, pues, aunque esta era una particularidad de su condición, Lucien a diferencia de sus congéneres, parecía controlarlo mejor y su ira no necesariamente hacía que el color de sus ojos cambiase, de modo que si esto sucedía, el desastre estaba garantizado. Los LL y Misha se angustiaron por otro motivo, porque si bien todos conocían el mal carácter de Lucien, lo que parecían olvidar era la peligrosidad de Iyul, y, aunque estaban seguros que no iba a matar a su hermano, sí podía apalearlo y seguidamente dar la orden de encerrarlo, lo que no habría sido mala idea a juicio de la mayoría y el problema sería la reacción del kicyk sizvitel.
Dylan elevó las cejas, pues aquel no era el Lucien que él había creído conocer y que estaba en contra de todos los conflictos armados, pero Derek, que tuvo una idea más acertada acerca de lo que Lucien estaba buscando, se adelantó a los demás.
#1600 en Otros
#276 en Novela histórica
#1084 en Fantasía
#655 en Personajes sobrenaturales
guerra perdida dolor desapariciones, persecucion nuevos amigos recuerdos, amor imposibles traiciones
Editado: 16.03.2022