Luxemburgo. Septiembre, 2006
Cuando Iziaslav había llegado de forma tan dramática a la posada, no se detuvo en dar muchas explicaciones, sino que al tiempo que cogía un pantalón que apenas si le entraba, pues era de Bobby, les ordenaba marcharse de allí lo antes posible. Ignoró la histeria de Mina, los desesperados intentos de Mia para que prestase atención a lo que intentaba comunicarle, la evidente ira de Kyv que estaba pidiendo explicaciones, y se centró en Bobby que era el único que no estaba diciendo nada y lo miraba como si de un fantasma se tratase.
Iziaslav no había sido consciente del cambio que había sufrido incluso su voz, porque Mina había dejado de gritar y Kyv de intentar hacerse escuchar al tiempo que sujetaba a Mia para apartarla. Sin embargo, él no prestó atención a nada de lo anterior, sino que sujetó la cabeza de Bobby y clavó sus ojos en los del chico.
Como la que estaba más cerca era Mia, quien había seguido haciendo intentos para que Kyv la soltase, Bobby la sujetó, cogió las llaves y salió en carrera, así que Iziaslav que se había hartado de los gritos de Mina que habían comenzado de nuevo, la dejó sin sentido, la levantó y sujetó a Kyv también.
Le dedicó una muy breve mirada a Mia, pero evitó enterarse de lo que la chica estaba pensando, pues de algún modo sabía que si lo hacía, perdería más terreno que el que había ganado, y escuchó, de lo más inconvenientemente, la voz airada de su hijo.
Hizo retroceder el recuerdo de la imagen de su hijo riñéndolo y se concentró en lo importante.
Solo dedicó un momento a verlos partir, entró de nuevo, y aunque notó que no tenía nada más que colocarse encima, no perdió tiempo y se puso en marcha.
Después que sus recuerdos habían vuelto de forma tan abrupta, al despertar solo sabía que tenía que poner la mayor distancia entre quienes estaba seguro estaban persiguiéndolo y él, pero primero debía apartar a los chicos, pues si continuaba con ellos, aparte de retrasarlo, los estaría poniendo en peligro. Detuvo un momento su carrera para intentar orientarse, pero maldijo internamente al ver un cielo gris que le impedía ver las estrellas, pero decidió confiar en su instinto, pues hasta en los peores momentos y condiciones, éste siempre lo había guiado con éxito. En ese momento pensó en Kai, pues en realidad, y las veces que había estado en situaciones como aquella, es decir, cuando había perdido el rumbo, Kai había estado con él. Sin embargo, intentó sacarlo de su cabeza, pues el kayrit no estaba y ni siquiera sabía si…
Si bien Iziaslav había recordado casi todo, aquella particularidad de los kayrits pareció escapársele, pero en aquel momento agradeció a quien correspondiese, por haberles otorgado aquella capacidad de aparecer y desaparecer, algo que no todos ellos podían hacer, y en realidad eran poquísimos, incluso entre los levjaners más poderosos, los que podían hacerlo.
Emprendieron la marcha de nuevo, pero no habían avanzado gran cosa cuando ambos se detuvieron.
Si no hubiese estado tan furioso, habría notado que Kai no solo no había desaparecido de la vista como solía suceder y a la espera de que su dueño le ordenase algo, sino que seguía a su lado y en actitud alerta, pero tranquila. Lo que sí notó fue que estaba sintiendo la presencia en forma muy débil, pero estaba allí, así que comenzó a preguntarse si su habilidad en ese sentido se había deteriorado, así que prestó una mayor atención.
Aquella era una voz que conocía bien, y ni todos los siglos del mundo lo habrían hecho susceptible a olvidarla, pero también llegó el recuerdo de muchos años antes de su desaparición cuando le provocaba apalear al muchachito y Mikha se complacía en recordarle que había sido su idea salvar al pequeño miserable.
Aunque Yves lo había estado siguiendo casi desde que abandonó la posada, había decidido anunciar su presencia con mesura y era por eso que el soberano había comenzado a sentir la presencia en forma tan débil; Yves había hecho eso, más que todo para comprobar cómo estaba la percepción de Iziaslav, pero en ese momento, y después de hacer la mencionada comprobación y de ocultar convenientemente su sonrisa, que era más de felicidad que de la burla habitual, fue que desaceleró su energía por completo. Aunque Yves ya se había asegurado del estado físico, algo que le urgía sabiendo como sabía que había resultado herido, igual lo miró con atención, pero efectivamente parecía bien.
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Editado: 16.03.2022