Riùrik. Octubre-Noviembre, 2006
Iyul no era un visitante frecuente de Levzheir, pero siendo que las reuniones del Adestrarshy se habían traslado de Illir a Levzheir, en el último año había estado con más frecuencia allí. Aunque ese día no había ninguna convocatoria, debido a que estaba próximo el anuncio del regreso de Iziaslav y la transferencia de mando, ese día decidió ir a inspeccionar las dos instalaciones militares de su nación comenzando por Levzheir. De modo que estaba allí cuando se presentó Iziaslav. A pesar de que Iyul estaba en el patio central, percibió con claridad la cercanía de su padre, de modo que se excusó con Yuri y se dirigió hacia el ala administrativa del enorme castillo, encontrándose a Iziaslav en estado de ira y a Milorad intentando calmarlo.
Iyul se había detenido al ver que sobre un sillón que estaba en el pasillo de entrada al despacho de Istvan, estaba Mia. Con igual rapidez se enteró que Iziaslav estaba indignadísimo por el lugar de residencia que Istvan había designado para la chica, y lógicamente quería apalear al levjaner.
Entre otras muchas cosas, Iyul había aprendido en los últimos años, lo útil que podía resultar ser práctico en algunos casos, de manera que se acercó a su padre.
Los levjaner elevaron las cejas, pero si ellos estaban sorprendidos, Iziaslav lo estaba mucho más, porque si bien Iyul no iba por ahí como Lucien, peleándose con él por causa de lo que denominaba su irresponsabilidad con las mujeres, Iziaslav había tenido oportunidad de comprobar que Iyul era mucho peor, pues él era frío, calculador y letal; algo que se presentó a su mente en forma de un recuerdo de hacía muchísimos años atrás.
Después de las muertes de Gianna y Seren, y si bien Iziaslav se había propuesto alejarse de las féminas, era una cuestión más bien difícil, así que seguía teniéndolas, pero en una oportunidad en la que estaba prestando más atención a una en particular, más por la extraordinaria belleza de la chica que por nada más, una noche cuando entró a su tienda esperando encontrarla allí, ciertamente su cuerpo estaba, lo que no estaba era su cabeza. Miles de cosas habían pasado por la de Iziaslav en ese momento, dentro de las que destacaban, que estaban en territorio enemigo y, de hecho, aquella chica era la hija o la hermana del jefe de la tribu con la que se habían enfrentado, y, aunque bien mirado habría tenido sentido que intentasen matarlo a él y no a la chica, perfectamente el imbécil al que enviaron podía haberse equivocado. Todo aquello pasó en segundos por su mente mientras extraía del cinto, a toda velocidad, su dykari.
Iziaslav había abierto la boca, pero parecía incapaz de decir nada, pues a quien estaba viendo era a Iyul con la cabeza de la chica en la mano. Los dos guardias que habían entrado estaban tan estáticos como Iziaslav.
Él avanzó y después de lanzar la cabeza a un lado, como el despojo que a esas alturas era, clavó sus verdes ojos en Iziaslav.
Iziaslav era un tirano salvaje y poco misericordioso, y, aunque para ese momento ya habían pasado muchos años de su transformación y él había entendido algunas cosas, aún no lo suficiente. De manera que saliendo de la enorme sorpresa, había montado en cólera, y si bien había apaleado a sus hijos eventualmente y cuando acababan con su escasa paciencia, nunca había sido un padre maltratador. Sin embargo, ese día le daría una inmisericorde paliza a Iyul que a diferencia de Mikha, quien nunca se dejaba apalear sin responder así se tratase de Iziaslav, se la aguantó sin mover un dedo, y posiblemente Iziaslav habría continuado, pero ya tanto Mikha y Radek, como Andrei y Sergei, habían entrado, y mientras Andrei intentaba hacerse escuchar, Mikha se había dejado de delicadezas, que no tenía por cierto, y mientras Radek apartaba a Iyul, él se había liado a golpes con su padre. Sin embargo, como Mikha no era capaz de guardar silencio en ninguna circunstancia, algo muy molesto para todo el mundo, no lo hizo.
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Editado: 16.03.2022