Riùrik. Diciembre, 2006
Después de la extraña propuesta de matrimonio, misma con la que Mia se había sentido muy feliz, luego cayó en una enrome depresión al escuchar lo sucedido con Mina. Era cierto que de sus tres amigos, Mina había sido la menos simpática y ni siquiera muy amable, pero ella la había querido lo mismo, de manera que se sintió tremendamente miserable.
Iziaslav podía haber perdido la cabeza por Mia, pero eso no lo hacía más capaz para armonizar sus centros nerviosos, porque si nunca había podido hacerlo con él mismo, mucho menos con alguien más. De manera que Milorad tendría que ocuparse de Mia mientras Kireg le hablaba, algo para lo que sin duda era especialmente bueno.
Después de eso, Milorad solicitó el permiso de Iziaslav para inducirle el sueño a Mia.
Kireg y Darko habían tenido que ahogar la risa, pues Iziaslav tenía la misma expresión que solían verle a Lucien cuando estaba a punto de hacer un ataque de malcriadez, y ellos sabían exactamente por qué, pero debieron decidir, como cosa extraña, que era mejor no bromear con relación a que ya tendría ocasión para disfrutar de su mujer muy pronto, pues sabían que cual niño malcriado, se mostraría poco inclinado a respetar sus cabezas si abrían la boca.
Lógicamente, la idea de Milorad no era hacer dormir a Mia en forma indefinida, de modo que cuando la chica despertó, se encontró en aquella hermosa habitación, pero aparte de que estaba sola, no tenía idea de dónde. Iziaslav había estado muy ocupado primero, peleándose con él mismo por lo que sentía, luego pensando en cómo decirle lo sucedido a Mina; seguidamente con su decisión con respecto a la misma Mía, y por último, preparándose para enfrentar a Lucien, así que había olvidado informar a su futura esposa, con quién se casaría exactamente, de manera que Mia concluyó que debía estar en algún palacio antiguo que había sido convertido en un lujoso hotel. Miró a su alrededor y no vio teléfonos, ni televisores y eso le pareció extraño, porque si bien nunca había estado en un lugar tan lujoso como aquel, sí había estado en algunos hoteles cuando iba de vacaciones con sus amigos, y hasta en los menos ostentosos o en simples posadas, había por lo menos un televisor. Caminó hacia lo que parecía un enorme ventanal, pero que era en realidad una puerta por la que accedía a una terraza. Vio los colores naranja del atardecer y abrió con la intención de salir, y si bien lo hizo, ella estaba recién transformada, y en el tiempo que había pasado en el Valkinka, había recibido información, más no entrenamiento, porque el entrenamiento básico se iniciaba cuando los lijeniks autorizaban la salida del nya del Valkinka, así que su tolerancia a los climas extremos era nula. Fue por lo anterior, que solo echó un breve vistazo al extenso y hermoso jardín que parecía rodear la construcción, pero volvió rápidamente al interior.
Una vez allí, se preguntó cómo iba a hacer de ahora en adelante, porque Haliq le había hablado de su nueva sensibilidad, pero de lo que no lo había hecho, era del entrenamiento, así que concluyó que los edificios y viviendas de los devrigs, debían contar con algún acondicionador de aire que regulaba la temperatura, pero eso no resolvía de ningún modo el problema que se le presentaría para salir. Estaba tan sumergida en sus pensamientos que se sobresaltó al escuchar la puerta; se levantó a toda prisa del sillón y se acercó a la señorita que había entrado acarreando un carro con varias bandejas que comenzó a disponer sobre la mesa.
Mia había asumido, y de acuerdo a la más bien escasa información que manejaba, que cualquier devrig podría comunicarse de aquella forma; la cuestión era que en principio, aquella chica era una bizlyki, y como le dijese Janos a Dylan en una ocasión, ningún esclavo era entrenado para ello, y, aunque ya no había esclavos, quienes trabajaban para la familia real, primero pasaban por una preparación en la que los encargados se aseguraban de que no desarrollasen aquella habilidad o de bloquearla si la tenían de forma natural, que eran infinitamente menos, de manera que si el devrig en cuestión se dirigía a uno de sus trabajadores, debía hacerlo de forma directa, pues de otra manera, ellos eran incapaces de captar sus pensamientos. No obstante, como Mia no sabía nada de esto, porque en principio nadie se lo había dicho, y en segunda instancia, porque solo había estado en presencia de lijeniks, veldekys y primigenios o muy poderosos, entonces estaba extrañada y decidió insistir.
No obstante, si bien sujetó un brazo de la chica, no podría pasar de allí, porque en ese momento entraron Istval, Yves e Irakli, haciendo que la bizlyki saliese a toda prisa, algo que casi habría hecho Mia también, de no haber quedado paralizada. Desde la perspectiva de Mia, todos se veían sumamente amenazantes. Istval era un primigenio, de manera que tenía la misma estatura de Iziaslav, un largo cabello que nadie, ni su madre, ni los años de cháchara de sus superiores, ni nada, había logrado que llevase de otra manera que no fuese en completo desorden; una actitud general y una mirada vestida de azul intenso, que hacía pensar a quienes eran objeto de la misma, que el individuo aquel estaba a punto de suprimir sus vidas. Yves no era tan alto como Istval, pues no era un primigenio, pero igualmente era alto bien fuese por el constante ejercicio o por lo que fuese, el asunto con él era que todo él ponía nervioso a cualquiera aun sin proponérselo, aunque nadie estaba muy seguro si aquella no era su única meta en cualquier circunstancia. Y de los tres, el que se veía quizá menos amenazante era Irakli, y si las chicas se paralizaban al verlo, era por su apostura.
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Editado: 16.03.2022