La Distancia que nos Separa

2. 4 de Febrero del 2019

El flash de las cámaras me está volviendo ligeramente loca, pero no supera mi emoción. Y diablos, puedo aguantar lo que sea, con tal de seguir viviendo lo que estoy viviendo.

―¡Alicia, por aquí! ―alguien grita y busco con los ojos al dueño de la voz, pero casi al instante, alguien más grita-. ¡Alicia, cuéntanos de tu libro! ―hay demasiado que contar―. ¡Alicia muéstranos tu libro!

Alzo mi libro de la mesa y el lugar estalla en más gritos. El flash aumenta y las preguntas continúan. Y eso que ni siquiera ha comenzado la conferencia.

―¡Silencio, por favor! ―mi representante y mejor amiga, pide―. Vamos a comenzar con la conferencia ―indica, cuando ya gran cantidad de los presentes ha guardado silencio.

Ray toma asiento a mi lado, cuando finalmente el lugar queda en completo silencio y me indica con un gesto de la cabeza, que puedo comenzar.

―Hola ―digo, ligeramente nerviosa.

Y luego hay manos alzándose en el aire, como si estuviéramos en la escuela de nuevo y yo fuera la profesora, haciendo preguntas a los alumnos.

Sonrío y señalo con el dedo a la persona más cercana a mí, sentada en la primera fila.

Ella se pone de pie, rápidamente y alarga su brazo hacia mí, con una grabadora de voz entre sus dedos.

―Buenas tarde, Alicia. Tengo una pregunta para ti. ¿En qué te inspiraste para escribir Cuando Nuestros Caminos se Cruzan? ―pregunta.

―Todo comenzó con un sueño, literalmente ―contesto, rápidamente. Es fácil. Creí que sería difícil, pero estoy hablando sobre lo que más amo. Por supuesto que no me cuesta―. Además, quería escribir algo que mostrara como el amor de dos personas puede durar el tiempo que haga falta, sin importar las diferentes situaciones en que ambos se encuentren ―explico.

Se escuchan suspiros por el lugar y sospecho que le pertenecen a las lectoras que están presentes, para la firma de autógrafos que se llevará a cabo, a penas termine la conferencia.

La reportera ―o al menos eso pienso que es- asiente, satisfecha y toma asiento, sin retirar su brazo, que sigue alargado hacia mí probablemente para grabar la siguiente pregunta y su futura respuesta.

Señalo a otro reportero y este se pone de pie, rápidamente, casi lanzando la silla en la que había estado sentado, al suelo.

―¿En quién pensabas cuando escribiste sobre Elliot? ―pregunta.

Siento mis mejillas sonrojarse, incluso cuando sé que no pensaba en nadie cuando lo creé. Suelo hacer a los chicos de mis historias, como chicos difíciles de existir.

Escucho murmullos entre mis lectoras y no puedo evitar preguntarme si estarán pensando en quién yo estoy pensando. El novio secreto. Pensar que han pasado dos años desde entonces, pero ellas siguen fangirleando sobre el chico lector al que le gustaban mis hoyuelos.

―Realmente no tenía a nadie en mente ―confieso―. Sinceramente, suelo crear a mis personajes masculinos como me gustaría que fueran. Lindos, pero claro que, no perfectos ―explico.

―¡Novio secreto! ―alguien grita por ahí y luego todo se vuelve un caos.

―¿Alicia, tienes novio? ―pregunta un reportero―. ¿Cuál es su nombre? ―pregunta otra―. ¿Es algún famoso conocido? ―las preguntas continúan.

Siento mis mejillas comenzar a arder. Definitivamente no pensaba que aquella conferencia fuera a terminar así. Después de todo, las primeras cuatro habían resultado perfectamente. Y ahora, la mención de mi supuesto novio secreto estaba guiando las preguntas hacia otro lado.

Siento a Ray inclinarse hacia mí, para susurrar en mi oído. Noto que se cubre la poca, probablemente para evitar que luego se pueda especular sobre lo que me dijo.

―Esto sucede cuando te emocionas por chicos lectores ―murmura.

Me rio. No puedo evitarlo. Nunca puedo, de hecho. Todo lo que me dice Ray, me causa gracia.

Dos horas después ―porque la conferencia se extiende, debido a la falta de calma de los reporteros― me encuentro sentada en mi lugar, terminando de autografiar los libros que mis lectoras han comprado.

He perdido la cuenta de la cantidad de fotos que me he tomado. Me duele la mano, de tanto escribir, incluso cuando, de alguna manera, ya estoy acostumbrada.

El lugar ya no está tan repleto de personas. Y uno de los jefes de seguridad ya me está haciendo señas para que podamos finalizar con la jornada.

No quiero que se termine. Nunca quiero que se termine, de hecho. Pero debe terminar. Solo estoy pasando por Paraguay. Ya pasé por Ecuador, España, Venezuela y Colombia. Ya terminé con mi quinta visita. Me quedan algunas más por delante.

No puedo detenerme aquí.



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En el texto hay: distancia

Editado: 11.04.2018

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