Duele. Duele muchísimo. Y no sé cómo hacer que se detenga el dolor. Mentiras. Claro que sé cómo hacer que se detenga, pero no quiero. Tomé una decisión, no puedo retroceder en mis pasos.
Pero sería tan fácil hacerlo.
Sollozo contra mi almohada, intentando mantenerme calmada, pero es tan difícil. Sé que solo es cuestión de tiempo que Ray entre precipitadamente por la puerta, exigiendo saber cómo puedo ser tan estúpida. Ni yo misma lo sé.
Solo quiero que se detenga, por al menos un segundo. No importa si después regresa con mucha más fuerza. Pero no puedo. No puedo hacerlo. No puedo tomar mi celular en mis manos y escribirle. No puedo porque ya lo he perdido. Yo lo forcé a dejar de escribirme. Yo lo forcé a dejar de quererme, incluso cuando sonaba imposible que lo hiciera, viéndose que no me conocía, realmente.
Me aferro a mi almohada, sintiendo mi cuerpo temblar.
¿Cómo puede ser así?
¿Cómo puede dolerme tanto no tenerlo, si, técnicamente, nunca lo he tenido?
Kilómetros, nos separan.
La distancia que nos separa es inmensa.
Pero él era persistente. Él realmente creía que podíamos hacerlo.
Yo no. Y ahora me arrepentía tanto.
La puerta de mi habitación finalmente vuela abierta y alzo mi rostro de la almohada, para ver a Ray entrando a la habitación, efectivamente, enfadada y mirándome como si fuera la chica más tonta que ha conocido.
―Ha sido suficiente, Alicia ―espeta, rápidamente tomando mi celular en sus manos.
Lo había dejado en mi almohada, como solía hacerlo, cada noche, mientras hablaba con él. Solía poner la llamada de whatsapp en altavoz y me quedaba dormida, escuchando su tan distinta voz. Luego me había detenido, porque habíamos pasado a hablar por videollamadas y era necesario poner el celular frente a mí, para que pudiera verme. Y para poder verlo a él.
Mi corazón se había vuelto loco en mi pecho, la primera vez que habíamos hablado así. Recordaba perfectamente como mi abdomen se había retorcido de ansiedad y emoción, aquellos segundos antes de que su rostro finalmente apareciera en mi pantalla.
―Ray ―la llamo, rápidamente sentándome, en un intento por quitar mi celular de entre sus manos.
¿Qué iba a hacer?
Suspiro, cuando no logro quitárselo y vuelvo a dejarme caer sobre i almohada, las lágrimas deslizándose lentamente por mis mejillas.
Lo extraño tanto.
Y el pensamiento nada más, me causa gracia.
Y es que, ¿cómo extrañas a una persona que, técnicamente, no conoces?
―No soporto verte así ―dice, pasando sus dedos por la pantalla.
Arrugo las cejas, cuando veo que está haciendo algo en mi celular. Había pensado que quizás lo rompería o se lo llevaría o algo. Pero estaba, claramente, haciendo algo ahí.
Mis ojos se abren como platos, entonces, cuando me doy cuenta de lo que probablemente quiere hacer.
―Por favor, no lo hagas ―ruego, aferrándome a mi almohada, porque el llanto no me deja hacer más que eso: aferrarme a lo único que puedo.
Porque no está él.
―Lo necesitas, Alicia ―dice, sin molestarse en mirarme, sus ojos fijos en la pantalla de mi celular.
Observo cómo presiona la pantalla una última vez, antes de llevarse el celular a su oído. Mi corazón late acelerado en mi pecho. No quería que lo llamara. Pero eso es una mentira. Quería que lo hiciera.
Y ahora, la necesidad de hablar con él es tan malditamente grande.
Sé que no necesito más que eso. Sé que solo necesito escuchar su voz. Sé que lo quiero. Y es de locos que lo haga, porque vamos, no lo conozco realmente. Pero no puedo dar vuelta atrás. Mis sentimientos no los puedo controlar.
Ray aparta el celular de su oído, de pronto. Y observo, con las lágrimas aun descendiendo por mis mejillas, como pone la llamada en altavoz.
―Habla ―deja salir, sin más. Hay silencio. Intento evitar que mis sollozos se escuchen y aguanto la respiración, de modo que no se oiga ningún sonido proveniente de mí. Pero termino llorando aún más, lo más silenciosamente que puedo―. Maldita sea. ¡Habla, Luka! ―estalla, finalmente.
―¿Qué demonios sucede? ―su voz resuena en la habitación, cuando aún no estoy lista para oírla. No de nuevo. No luego de tanto tiempo. Mi corazón salta en mi pecho, inmediatamente. Y es que, siempre he amado ese pequeño dejo que tiene, al hablar. Quizás porque suena tan distinto al español de mi país.