-Todos tienen un punto débil- dijo convirtiendo uno de sus dedos en una larga aguja. La chica estaba en sus brazos, casi dormida, demasiado débil como para pelear y con los ojos entrecerrados. Él le susurraba esas palabras como queriendo consolarla- lo siento.
Hundió la aguja bajo la oreja de la chica, en un punto blando cerca de la mandíbula y su rostro se fracturó de inmediato. En las grietas se veía un hermoso color amarillo. Era su vidrio interior, su hueso. Sus ojos y boca se abrieron de pronto y quiso gritar; pero no pudo, emitió una serie de quejidos apenas sonoros y se removió en los brazos de su captor hasta que murió.
De verdad estaba muerta.
-Llévenla a procesar, extraigan todo el cristal posible- su asesino, un muchacho guapo cuya piel morena empezaba a tornarse pálida lentamente, entregó su cuerpo a una figura alta de piel azul y cabello de plata, vestía prendas ligeras a juego, muchos collares y pulseras en las muñecas y tobillos. La figura llevó a la chica muerta fuera del cuarto y el muchacho centró su atención en la enorme jaula que contenía a otra muchacha, de cabello turquesa y piel algo bronceada. Dormía.
Él entró en la jaula y se sentó cerca de su rostro, lo acarició. Era hermosa.
Debía matarla. Pero todavía no era el momento.
-Tú los vas a salvar...- susurró acariciando su cara nuevamente- Gracias.
Editado: 02.11.2019