Pocos conocían el campo, los bosques y en ese caso las montañas como un cazador de bestias. Hacía muchos años desde que Cintheria cerró el túnel que atravesaba las Cumbres Celestes que separaban al reino con Pollswin. Por esta misma razón, viajar entre los dos reinos se podía convertir en una misión imposible, pero no para él. Primero, había que llegar hasta la entrada del túnel, ya que no había otro punto más accesible. Las montañas de las Cumbres Celestes eran altas y muy empinadas, solo que en ese lugar se podía escalar si se iba con mucho cuidado. Como él estaba en forma, apenas costaba mucho esfuerzo y con un poco de empeño alcanzó uno de los primeros claros que había para descansar.
Fue un buen momento para repasar la bolsa de dinero que le entregaron en Cintheria por la entrega del elfo alborotador. No se trataba de nadie conocido, por lo que la recompensa no iba a ser muy alta y tampoco iba a quedar de buena educación mirar cuánto le dieron en el mismo cuartel. Una moneda de oro, tres de plata y al menos cinco de cobre. Si tuviera que describir lo que sintió utilizaría la palabra: decepción. No obstante, después del terremoto todo el mundo iba a ponerse rácano con el dinero y tampoco quería ponerse exquisito, fue un trabajo muy fácil que se presentó delante de sus narices. Antes de retomar el camino, sacó su muy usada petaca y le pegó un buen trago. El whisky con el que la había rellenado en la taberna de Cintheria era bueno y pegaba fuerte. Justo lo que necesitaba, ya que tardaría días en atravesar por completo la cordillera.
A buen ritmo y con su gran estado físico, solo le llevó dos días tomar la cima del monte Zyrgon, el pico más alto de la cordillera. La ventaja de tomar ese camino, es que desde ese punto todo era cuesta abajo, así que en dos o tres días se encontraría de lleno en el reino de Pollswin. Al encontrarse en la cara norte de las Cumbres Celestes, el mal tiempo se hizo presente y se negó a dar tregua ni un solo minuto. La nieve arreciaba con fuerza, dificultando la bajada y forzándole a ocultarse en pequeñas cavernas que iba encontrando. Estaba en el segundo día de bajada, cuando una a fuerte ventisca le rodeó en cuestión de segundos y se vio obligado a retroceder para guarecerse en una pequeña cueva que había visto pasos atrás. Para su sorpresa, cuando llegó la luz parpadeante de una hoguera en el interior de la cavidad, le alertó lo suficiente como para desenganchar su fiel hacha y portarla bien alto. Según se adentraba en la caverna notó como el sudor recorría su frente, alguien más estaba dentro y esperaba que no fuera hostil, con ese frío no tenía ganas de enfrentarse a nadie. Cuando dio el paso para entrar en el recoveco de roca, escuchó el sonido de unos pasos, acercándose con rapidez, así que actuó rápido. Un hombre, con pelo y barba descuidados y cubierto de pieles, se encaró a él empuñando una espada larga. Justo antes de cruzar los aceros, los dos guerreros tiraron sus armas al suelo y empezaron a reír.
—¡Theron! —gritó el hombre que estaba en la cueva—. Eres tú, viejo perro.
Theron reconoció a su compañero, recordaba su nombre: Finnian. Compartió con él unas cuantas cervezas en alguna de las reuniones que de vez en cuando celebraban los cazadores para poner en común sus presas. Finnian no se caracterizaba por ser el más temerario, pero sí de los que obtenían buenas presas sin arriesgar demasiado.
—¿Qué haces por aquí? —quiso saber Theron sacando de nuevo su petaca y pegándole el último trago, lo que le hizo torcer el morro.
—Intento llegar a Cintheria —respondió sentándose al fuego y ofreciéndole un trago de una botella de brandy que tenía a la mitad.
Theron aceptó la invitación de muy buena gana y pegó un trago generoso a la botella. Como se mantuvo un rato inclinado, no pudo ver como Finnian fruncía el ceño al ver el descaro de Theron.
—No queda mucho en Cintheria —le informó devolviéndole la botella quedando poco menos de un cuarto—. Frené los pies a un elfo oscuro borracho venido a más, pero no he encontrado ninguna bestia que cazar. Escuché rumores de un cuadrúpedo extraño a los soldados, pero al parecer ya estaba muerto. Por eso yo voy a Pollswin.
—Pues te vas a hartar —farfulló Finnian sin quitarle ojo de encima—. Están apareciendo bestias por todas partes, además estamos entrando en primavera, así que aún está nevando.
A Theron esas noticias le ponían contento, aunque fuera a costa del terror de los lugareños. Disfrutaba cazando monstruos como el que más, pero lo hacía todavía más cuando cobraba las recompensas que los pueblos, ciudades o dueños de granjas ponían por eliminarlos. Era similar a las guerras, para algunos eran desgracias, pero para otros una oportunidad de negocio.
—Eso viene bien al bolsillo —acabó por decir—. ¿No te interesa a ti?
—Yo valoro mi vida por encima del dinero —reconoció con semblante serio Finnian limpiando la boca de la botella antes de beber.
—Con esa actitud no llegarás lejos.
—Pero mantendré mi cabeza en su sitio —replicó Finnian un poco molesto—. Eres temerario, Theron, todos lo saben en el gremio.
—Puedo permitírmelo —fanfarroneó Theron mirando con deseo el brandy que imaginaba que no volvería a catar.
—Pues ten cuidado esta vez —advirtió Finnian poniéndose serio—. Te voy a dar esta información porque aunque eres descarado me caes bien… Hay una bestia, muy grande, en el centro de bosque Rimouwin que rodea el Pico Argénteo, en el centro de Pollswin.
Editado: 10.12.2024