Wander estaba convencido en que Jhin iba a ser capaz de activar el cristal y acabarían así cruzando el río. Jhin estaba sorprendida, incluso asustada, separándose rauda del cristal sucio que estaba tocando como si quemase y se miró a la mano como si no fuese suya. Wander comprendió que ella no creía ser capaz y ahora estaba siendo consciente de su poder. No comprendía la magia, como bien había apuntado Jhin, pero confiaba en ella y con eso le bastaba.
Wander decidió darle un rato a Jhin para recuperar al aliento, así que levantó un pequeño campamento. La chica lo agradeció y ambos se sentaron en la manta que Wander había extendido por el suelo. Comieron algo de fruta y se mantuvieron en silencio durante un buen rato. Jhin permaneció con la mirada perdida e incluso se tumbó de lado en el suelo. Wander no le quitó ojo hasta que, rendida por el cansancio, Jhin se durmió y este la arropó usando la manta que llevaba ella en su bandolera. Tampoco sabían qué hora era o si era ya de noche, habían caminado durante horas y esa cueva estaba iluminada las veinticuatro horas del día. Haría guardia durante un rato y si todo estaba en orden despertaría a Jhin para continuar.
Pasadas unas horas Wander no se había dado cuenta y también cayó en un sueño profundo y ahora se acababa de despertar sobresaltado. El filo congelado de una espada larga con grabados de hojas reposaba en su cuello. Wander hizo un esfuerzo para ver quién o qué les amenaza y vio un rostro consumido, de color grisáceo, que le miraba con unos ojos rojos ensangrentados. Tenía el pelo largo y blanco y asomaban por cada lado del pelo dos orejas largas y puntiagudas. Se trataba de un elfo oscuro y le resultaba familiar.
—Levanta —ordenó el elfo firme sin separar la espada del cuello de su presa mientras Wander se levantaba despacio.
Ahora que ya no estaba de espaldas, Wander pudo observar bien a su atacante. Se trataba del elfo oscuro borracho de la taberna de Cintheria, lo cual llamó su atención, ya que aquel cazador tan grande se lo llevó preso. Era sabido que todos los elfos eran capaces de utilizar magia y en el caso de los elfos oscuros, magia negra. Eso ponía a Wander en clara desventaja, aunque mantenía su fiel hacha de una mano escondida en la parte trasera del cinturón. Como le obligó a levantarse y girarse a la vez, no soltó el mango del arma en ningún momento.
—¿Cómo te has escapado de Cintheria? —preguntó Wander al elfo intentando ganar tiempo o ponerle nervioso.
—No es asunto tuyo. Levanta las manos.
Wander no tenía intención de contentarle porque con ello mostraría el hacha oculta y sería su final. El elfo no fue capaz de usar su magia en la taberna, así que supuso que podría sorprenderle. Solo necesitaba pensar cómo hacerlo, pues el acero del elfo seguía en su cuello.
—Las celdas de Cintheria son a prueba de magia —siguió dándole coba Wander—. No habrá sido fácil. ¿Has sobornado a algún guardia?
El elfo empezó a pegar saltitos y a aspirar aire por la nariz de manera impulsiva. Wander supo que estaba apretando demasiado y si continuaba con alta probabilidad moriría, así que por fin vio la oportunidad. Una de las veces que el elfo alejó la espada sin querer por los nervios, Wander levantó el brazo derecho con el que sujetaba el hacha y lo movió realizando un giro para apartar el acero de su enemigo. Lo que no se esperó fue que el elfo apartase la espada y le apuntase con la mano libre levantada al pecho. Los pulmones de Wander se cerraron y, ahogándose, se elevó en el aire. De manera instintiva, dejó caer el hacha al suelo y se llevó las manos al cuello, esperando encontrar lo que fuera que le estaba apretando, pero no había nada. Desesperado siguió buscando el origen de su asfixia, sin éxito alguno.
Se encontraba flotando en el aire y pronto iba a morir. Miró al elfo desde arriba que, despacio, le apuntó también con la espada. Al situar la punta perpendicular a él, un destello verde surgió y empezó a sentir un dolor insoportable que recorría todo su interior desde sus pies hasta la nuca. Wander había perdido el control de su cuerpo y su mente no era capaz de mantenerse en el momento.
De pronto, y sin comprender la razón, Wander cayó a plomo al suelo y pudo respirar de nuevo. La caída no fue grave y no le causó apenas dolor, no tanto como la magia del elfo oscuro, de modo que calculó que como mucho se habría elevado un metro.
Mientras seguía inspirando todo el aire que podía y se iba recomponiendo, trató de entender qué estaba ocurriendo. Levantó temblando la cabeza y vio al elfo oscuro en llamas. Jhin, que se había despertado cuando el acero de Wander había caído al suelo, esperó el momento justo para atacar al elfo y detener su magia atacando ella con la suya.
La capa del elfo ardía en llamas y él mismo peleaba para quitársela, aunque no era capaz de abrir el broche que la mantenía pegada a su cuerpo. Jhin, que no deseaba matar al elfo, sacó una bola enorme del agua del río, la situó moviendo sus manos a su lado y la lanzó con violencia contra el elfo, que salió disparado hacia atrás y se golpeó la cabeza contra la dura pared. Lejos de su espada y en clara desventaja, ahora que Wander se había levantado y portaba ya sus dos armas, el elfo elevó las manos.
—No quiero más problemas.
—Ya los has encontrado —aclaró Wander amenazante.
Wander notó como Jhin le miró sin dejar de señalar al elfo con las manos. Si debían matarle para seguir adelante, lo haría.
—Si me dejáis marchar, os dejaré vivir —prometió el elfo desenganchándose por fin la capa que estaba destrozada—. Tan solo quiero volver a mi tierra.
Editado: 13.12.2024