La mujer de cabellos cortos se adentró al bosque, empuñando un revólver calibre 24 en sus manos. Pronto, una breve ventisca la apresó haciéndole sentir un frío mortificante, de esos que queman hasta el tuétano de los huesos. Gracias a la ventisca, sus anteojos cayeron al suelo. Sidney, soltando un suspiro pesado, recogió sus gafas del suelo rogando que no se hayan roto.
— Demonios... Tienen rayones. — se quejó, para después ponérselas de nuevo.
Repentinamente sintió como si la vista de alguien estuviera clavada en ella. Tomó esto a la ligera, y, escéptica, siguió con su misión.
— Hey...
— Beginline.