POV: CARINA.
Había pasado sólo tres días, literalmente Leonardo estaba esperando que me sanara para castigarme, pues después de esos tres días, sus hombres me encerraron en un sótano. En esos tres día no lo vi, y es mejor así porque no quiero verlo, su presencia me provoca hasta nauseas.
Sólo rezo porque no vea donde tengo el celular, si no ya pierdo todo, no me quedará nada si el plan de la enfermera sale mal.
Giro de lado para ver hacia la puerta al escuchar un ruido, espero ansiosa por ver una de las chicas de servicio, pero abro los ojos más de la cuenta la ver que es él, trago grueso al ver que se acerca.
—A ver mi reina, ¿disfrutas de tu tour o te gustaría salir de aquí? —pregunta.
Toma una silla y se sienta frente a mí.
—Si salir de aquí es verte la cara todos los días, mil veces me quedo aquí —mascullo.
—Vale, cuando termine ese negocio importante te saco, pues podrás verme todos los días como deseas —inclina su rostro hacia el mío. —. Ah, por cierto, ¿sabes quién es él? —saca su teléfono y me muestra una foto.
Mi pecho se abre al ver la imagen de Lenin, mis ojos me traicionan pero actúo rápido.
—No lo sé —aparto la mirada.
—Bueno —aleja el celular y empieza a teclear lo. —. Mira éste vídeo, tal vez reconozcas a la chica.
Miro la pantalla de su celular, es un vídeo de Lenin con una chica. Mis ojos pican, están muy cerca de traicionarme, pero soy fuerte, intento serlo lo más que puedo, tapo mis orejas al escucharlos gemir, y verlos revolcarse como animales.
Entierro mi cabeza entre mis rodillas y lloro, mis sollozos son lo único que se escucha.
—Iba a decir que hacen bonita pareja pero si mi esposa no opina lo mismo —mofa. —. No puedo creer que estés llorando así —dice con una sonrisa sarcástica.
Levanto la cabeza entre mis piernas y lo miro a los ojos. —Sé que disfrutas verme sufrir, pero ¿podrías disfrutarlo en silencio al menos?
—Bien —hace una seña de silencio con los dedos.
Ruedo los ojos sollozando, apoyo mis brazos sobre mis rodillas y dejo mi cabeza ahí, mirando hacia el lado de la ventana del sótano donde sólo puedo ver pura yerba. Éste hombre es tan cruel, ¿por qué? Algún pasado tiene que ser. ¿Y yo debo pagar por eso no?
—Ten —me extiende algo pero lo ignoro. Siento que lo deja sobre mi cabeza y se marcha.
Paso mi mano por mi cabeza y me encuentro con un pañuelo, limpio mi rostro y debajo de mi nariz, tiene su olor, termino de limpiarme y lo tiro a un lado.
—Idiota —mascullo.
Ni siquiera permiten que las chicas me traigan la comida, todo lo hacen sus hombres por precaución.
—Necesito ir al baño —le digo.
—Acompáñeme —me indica con la cabeza que lo siga.
Me lleva hacia el baño.
—¿Piensas entrar conmigo o qué? —le espeto molesta sosteniendo la puerta.
—Disculpe señora —se disculpa amable poniéndose de espaldas a la puerta.
Entro y cierro la puerta con seguro. Me tomo todo mi tiempo para poder aprovechar y sentirme un poco libre, aunque más que nunca estoy presa, presa de mi propia vida.
Seco mis manos y salgo, caminando de nuevo hacia el sótano, la enfermera me da un mensaje con las manos, cuatro horas, si capté bien el mensaje.
—¿Qué hora es? —le pregunto al tipo antes de que cierre la puerta.
—¿Para qué la hora si está encerrada? —me pregunta burlón.
—Sólo dígamela si puede —le contesto seca.
—Las cuatro —cierra la puerta.
Entonces sería a las ocho, ¿no será peligroso intentar escapar de noche? Aunque creo que es la mejor opción. Mentalmente empiezo a calcular, trato de no distraerme pero me marea contar.
Resisto lo más que puedo, pero me quedo dormida, cuando despierto corro hacia la puerta y empiezo a golpearla desesperada, ellas no saben dónde estoy, no saben llegar y debo hacer suficiente ruido para a traerlas.
—Alá —jadeo.
Escucho un ruido de llaves pero la puerta no se abre.
—¿Quién está ahí? —pregunto pero no obtengo respuestas. —. ¿Quién está ahí? ¿Qué sucede? —me desespero y empiezo a tocar.
La puerta se abre y me echo hacia atrás, pero es la enfermera.
—Dios —jadeo con una mano sobre mis labios.
Tira de mi brazo y me saca de allí. —Tenemos que irnos lo antes posible —me advierte y la sigo.
No sé ni siquiera a donde me lleva, yo sólo la sigo.
—¿Cómo lo hiciste? —pregunto mientras corro detrás de ella.
—Fingí ir por medicina y compré algo para dormirlos —me explica.
—¿Los dormiste a todos? —exclamo sorprendida.
—Sí, así no pensará que las chicas son cómplices
—Hay una cabaña, nos tomará tiempo llegar, pero al menos pasaremos la noche allí y pediremos ayuda —me dice sofocada.
—¿No nos podemos ir hoy mismo? No quiero estar cerca de ése hombre, sé que no tardará en encontrarme —farfullo con miedo.
Ella se detiene y toma mis dos manos. —Tranquila, vamos a salir de esto.
Llegamos agotadas a la cabaña, tocamos la puerta desesperadas mirando detrás de nosotras a cada instante.
—Si tienen buena resistencia despertaran en dos horas.
Pensamos en romper la puerta pero una pareja nos abrió, dos jóvenes, nos miran como si somos extraterrestres.
La enfermera es quien farfulla la historia y nos dejan pasar, aparte de los dos jóvenes está una señora de edad avanzada.
Nos acogen bien, y hasta le avisamos a la policía, lo que puede ser muy peligroso para mí pero ellos insistieron, sé que con esa llamada Leonardo puede encontrarme fácilmente, sobre todo usar a la policía para llegar a mí.
—¿Me pueden prestar una computadora? Si es de último modelo mejor —pido sosteniendo la manta que cubre mis hombros, hace mucho frío.
Uno de los jóvenes me pasa su laptop y trato de acceder a la seguridad de la casa de Leonardo.
—¿Qué haces? —me pregunta la enfermera mi lado.
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Editado: 28.05.2024