"Su Alteza. Lady Mullaney ha llegado y la está esperando en el salón."
Heinley estaba sentado en su cama estudiando una lista de propiedades.
Miró a McKenna, y después dejó la lista con el ceño fruncido.
"¿Quién es Lady Mullaney?"
"La duodécima candidata a reina. Debería conocerla."
Heinley resopló.
Sus días eran todos así últimamente.
McKenna traía una joven noble de una familia reconocida y sensata para que se conocieran.
Heinley pensaba que la mitad de ellas parecían venir de la misma familia.
Tal y como se rumoreaba, no estaba interesado en ninguna.
"¿No es tiempo de parar ya, McKenna?"
"Nos detendremos una vez que hayas elegido una reina."
Resopló nuevamente pero no discutió.
Sabía mejor que nadie que las razones de McKenna estaban justificadas.
"No necesito casarme al menos por un año o dos."
"Sería mejor si fuera más pronto, Su Alteza."
"...tal vez tengas razón. De otro modo, mi cuñada terminaría atrapada en el medio."
Había muchos cambios significativos cuando sucedía un cambio generacional.
Afortunadamente, las personas estaban más abiertas al cambio durante estos momentos, y era un periodo crítico cuando la nueva reina organizaba la corte a su propio modo.
Heinley era cercano a Christa, y estaba acostumbrado al sistema y a los métodos que ella había establecido cuando era reina.
Sin embargo, si el sistema de Christa permanecía por mucho tiempo después de que Heinley se convirtiese en rey, sería difícil para la nueva reina hacer cambios.
Era esa la razón por la cual McKenna estaba preocupado.
Heinley se puso de pie con una mirada sombría en su rostro.
"De acuerdo, debería ir. Incluso si digo que no, aun así debería verla. No hay razón para crear rencores innecesarios."
"Por supuesto."
McKenna rápidamente lo ayudó a ponerse su chaqueta.
"¿Por qué sigues mirando la lista de propiedades?"
"Para crear un nuevo título de caballero."
"¿Título?"
"Sí. Tendrá un nombre estupendo."
"¿Qué?"
"Y le será dado a los más valientes y leales caballeros."
"¿Es eso necesario? ¿No tenemos ya suficientes buenos caballeros?"
"Siempre estamos en búsqueda de talento, McKenna. ¿Quién sabe si dentro de unos años hay tan pocos caballeros que podrás contarlos con los dedos de una sola mano?"
"Ya veo."
"Si creo un título altamente deseable, los caballeros competirán entre sí por él. Una de las virtudes será la lealtad, la cual es naturalmente beneficiosa para mí."
"Ah..."
"La cuestión es cómo hacerlo deseable..."
Heinley se detuvo de repente, levantando la mano para indicarle a McKenna que guardara silencio.
McKenna tenía una expresión de desconcierto en su rostro, pero pronto se dio cuenta de lo que Heinley estaba haciendo.
Mientras hablaban, llegaron al salón donde Lady Mullaney estaba esperando.
Había voces silenciosas que venían del salón. Heinley se coló cerca de la puerta.
"No dije nada que no pudiera decir, ¿Verdad?"
"Fue bastante impertinente."
"Lo siento Christa, pero ya no eres la reina, ¿No es cierto?"
"La posición está vacante, pero soy la más cercana por el momento."
"No lo sé. Eres la más alejada. Ninguno de los nobles puede sentarse en ese trono."
"Nadie puede decirme nada hasta que llegue una nueva reina. E incluso si tuviera que dar un paso atrás, seguiría siendo la anterior reina. ¿Debería escuchar semejantes palabras de tu parte, Lady Mullaney?"
"Tú eres quien vino primero y comenzó a darme todo tipo de órdenes."
"Puedo decirle eso a cualquiera que entre en mi casa."
"Esta no es tu casa, ¿O sí, Christa?"
"...¿Qué?"
"No eres la madre del rey, y si sigues quedándote en el palacio real, te sentirás incómoda con la nueva reina. Seguirás actuando como si fueses la reina actual."
"¡Lady Mullaney!"
"En el pasado, tus predecesoras se fueron a la Mansión de Compshire. Esa es la costumbre."
Parecía haber una discusión entre Lady Mullaney y la Reina Christa. McKenna susurró entre admiración y asombro.
"Verdaderamente es la hija de un noble."
Cuando el nuevo rey heredó el trono después de la muerte del rey anterior, la posición de la reina anterior tampoco había sido ignorada.
Si era la madre del rey, naturalmente recibiría más honra que el rey, pero si no lo era, el propósito de las políticas era el de bloquear el poder de la reina anterior.
Es por esto que Wharton III le pidió a Heinley que cuidara a Christa, por miedo de que ella tuviera algún choque con la nueva reina.
"Me siento mal por Christa, pero así es como se distribuye el poder."
Heinley golpeó la puerta en vez de responderle a McKenna.
Al escuchar el sonido, el par adentro dejó de hablar inmediatamente.
Heinley abrió la puerta, y Lady Mullaney y Christa parecían desconcertadas.
Él saludó a ambas con su acostumbrada sonrisa.
McKenna miró a Christa como señal para que se fuera, permitiendo que los otros dos permanecieran en la habitación.
Sin embargo, antes de que Christa se fuera, Heinley se dirigió a Lady Mullaney.
"Lo que dijiste, Lady Mullaney, lo escuché todo."
Los ojos de Lady Mullaney se ampliaron en sorpresa, al igual que los de Christa.
McKenna abrió su boca para protestar en contra de las palabras de Heinley, pero él habló antes de que pudiese decir una palabra.
"Ciertamente es un problema, Lady Mullaney. Pero no le corresponde a usted preocuparse por ello."
Sutilmente se puso del lado de Christa.
Lady Mullaney hizo una pausa, después dio un consentimiento silencioso y sonrió de nuevo.
Por último, hizo una reverencia formal y se fue.
Sin embargo, la tensión no se disipó incluso después de que ella se fue.
Christa parecía profundamente avergonzada, McKenna tiró de su cabello y gimió con frustración.
Editado: 30.05.2024