El momento de volver a la lucha se aproxima, pero nadie es adivino, nadie puede saber de quién debe cuidarse. Los seres vivos se transforman, los Eviterno se multiplican y la muerte es otra puerta.
La búsqueda a través del tiempo será cansada, encontrar a los tres nuevos Eviternos, será un camino largo, y el primer atraco, será casi instantáneo e inesperado.
Las galaxias, giran y se separan poco a poco durante millones de siglos. Las estrellas nacen y mueren como las luces de un letrero luminoso que enciende algunos focos, mientras apaga otros tantos. Los seres que viven en el universo no lo ven, porque el tiempo de vida de una estrella es inmenso y el de las criaturas mortales, es tan solo un suspiro fugaz, que se pierde en el vasto océano de la eternidad.
En el Salón del Tiempo, Émoran, Dios Eterno del Caos, se prepara para entrar en el Portal Negro que fue creado por Zula Fráguer, el Destructor.
Luego de deshacerse de Fráguer, Émoran abre nuevamente el Portal Negro y se introduce en él, dando pasos lentos, como si el Eterno, fuera un anciano indefenso y cansado.
El Dios del Caos, aparece en un hermoso planeta lleno de extrañas criaturas vivientes. La gran variedad de estos seres vivos que se pasean por las enormes praderas, alimentándose y jugueteando en manadas, causan algo de molestia al Dios Eterno, sin embargo, Émoran cierra el Portal Negro y luego de dar un par de pasos, permanece de pie en el centro de la formación circular de rocas enormes, que constituyen el Portal de Llegada de este mundo y comienza con su labor destructiva.
Mirando hacia el cielo en todas las direcciones posibles, como si escaneara a las nubes de la tarde, Émoran trata de localizar a los cuatro Eviternos.
La búsqueda se extiende durante varias horas, y Émoran, al darse cuenta que los Dioses del Tiempo, creadores de los universos, ya no se encuentran presentes en ese universo, detiene la búsqueda y habla para si en sus adentros, mientras se apoya con ambas manos en su bastón.
— ¡Parece que he tardado más de lo necesario! Tendré que localizar a los creadores de otra manera, aunque me descubran los Eternos. ¡No puedo perder esta gran oportunidad!
El Dios del Caos, abre el Portal de Llegada en el que se halla parado y donde lo llevó el Portal Negro, que ahora, lo seguirá a donde vaya.
A diferencia de los Eviternos, Émoran permanece dentro del portal abierto sin desaparecer, debido a que, como Eterno, él puede buscar y elegir el destino y el tiempo de llegada de su viaje.
Antes de usar el portal y desaparecer, Émoran es interrumpido por un grupo de voces que él conoce bien, y que hace miles de siglos no escuchaba, y que ahora le hablan dentro de su ser, de forma muy similar a la sincronía de los Eviternos.
— ¿Cómo has logrado salir de tu prisión Émoran? ¿A caso piensas volver a intentarlo?
El Eterno, que continúa de pie en el Portal de Llegada del Planeta Tlajú, al darse cuenta que ha Sido descubierto, levanta su cara hacia el cielo y grita su respuesta a las voces que claramente suenan en su cabeza, a la vez que extiende sus brazos y gira lentamente en el centro del portal, en contra de las manecillas del reloj.
— ¡Yo no tengo que rendir pleitesía a la Región Oculta! ¡Ustedes me condenaron cien universos a permanecer en “Los Males Ocultos”, donde estuve durante milenios, bajo el yugo de un Eviterno que no ha podido hacer lo que he planeado ejecutar personalmente! —Émoran agita su puño hacia el cielo mientras sigue—. ¡Pero eso ya no me preocupa, porque me he encargado de mi carcelero y ahora, voy tras de ustedes! La respuesta de las voces fue inmediata y directa.
— ¡Sabías perfectamente que está prohibido retirar la inmortalidad a los Eviternos y nos damos cuenta que has violado una de las leyes más antiguas y poderosas que nos rigen como eternos! —El Dios del Caos, solo sonríe y reniega con la cabeza, a la vez que continúa escuchando a las voces—. ¡Por lo tanto, La Región Oculta, retira el poder de "El Grillete de Los Males Ocultos"! ¡Si vuelves a tu prisión, estarás al descubierto y no habrá clemencia esta vez!
Émoran, se da cuenta de que se halla condenado a lograr su meta o a fallar y regresar a su prisión, sin la protección del Grillete de Los Males Ocultos, que lo mantuvo a salvo y separado de los demás presos de ese lugar, los mismos presos que él condenó, en un pasado muy lejano.
El Dios Eterno del Caos, levanta su bastón. A su derredor, la atmósfera del planeta, cambia significativamente. Las pacíficas criaturas de este mundo, corren despavoridas ante la tormenta que se desata y que es causada por la ira de Émoran.
Con su bastón en todo lo alto, el Dios del Caos, maldice a los Eternos de la Región Oculta, diciendo a todo pulmón y con una furia diabólica.
— ¡No he de volver a Los Males Ocultos! ¿Me escuchan? ¡Maldigo el momento en el que decidí entregarme! ¡Esta vez seré yo quien gobierne el entramado infinito y ustedes permanecerán en Las Sombras hasta el final de los universos! ¿Me están escuchando? ¿Me escuchan malditos Eternos?
Émoran ya no recibe respuesta. El Dios del Caos que tiembla de rabia, baja su bastón y coloca la punta de este en el piso del portal regresando todo a la calma. Las últimas palabras del Eterno que voltea en todas direcciones sonaron así. “¡Son unos malditos!”, y desapareció.