La Espada de las Estrellas (asesinos interestelares)

Capítulo 4 Gorta.

En ocasiones, La esperanza es tan pequeña que prácticamente se vuelve intangible, ante los ojos de aquellos que tienen poca fe, aunque la esperanza es la única fuerza que permanece inamovible, ante las irrupciones de muchos males, sin importar el tamaño que estos perseverantes enemigos puedan llegar a tener.

La nobleza vive en el alma de los hombres y cuando se desborda ante la vista de los más necesitados, no hay nadie que pueda negar que existan espíritus en completa libertad.   

 

 

Cada uno de los mundos de un universo está tristemente acompañado por millones de otros mundos que caminan solos, circundando una estrella o vagando en la oscuridad de un vacío infinito, que es frío y desolado.

Las galaxias tienen millones de estrellas, y cada estrella, puede estar orbitada por muchos planetas, y tal vez, estos mundos nunca generen vida en su superficie, pero algunos de estos planetas son afortunados y logran crear y albergar un sin fin de criaturas vivientes. En la gran minoría de estos mundos, se consigue una evolución perfecta, logrando hacer de estos seres vivos, criaturas muy inteligentes.

 

El Planeta Aurón, es un planeta de esta pequeña minoría, porque en él, ha florecido una civilización maravillosa que se halla enfrascada en una lucha leal y milenaria, debido a que existe un rito muy antiguo, que se remonta a cientos de años antes de la llegada de Jaféluz Declón, Dios del Tiempo a este lugar.

El reino de Barros, se encuentra en la parte central de una gran planicie, que es atravesada en su lado Este, por un modesto río que baja desde un glaciar enorme que brilla a lo lejos desde la parte sur de este reino. Al norte de esta planicie, se halla un océano de aguas tibias, que hierve de vida.

Al Oeste del reino de Barros, se encuentran los Bosques Azules de árboles Gorta, y son estos magníficos árboles, la principal razón de la contienda ancestral.

En el centro del reino de Barros, se halla la provincia de Pánfera, y al centro de esta, el suntuoso palacio del Rey Zalas, que luce sus bellas torres doradas y sus grandes jardines con un esplendor envidiable.

Por otro lado, muy al oeste de Barros, más allá de los bosques azules, existe una gran cordillera seca y estéril que recorre por todo ese lado al reino de Sancol. Esta gran cordillera, nace desde lo profundo del océano que comparten ambos reinos y termina, cerrando su camino con la parte sur de los Bosques Azules de árboles Gorta, da la vuelta y regresa nuevamente al océano por la parte Noreste del reino de Barros, por lo que ambos reinos, se encuentran encerrados por la enorme e inexpugnable sierra.

 

El Emperador Cayejas se halla muy deprimido y a la vez preocupado, porque en los últimos años, no ha logrado que su mejor grupo de Elegidos, venzan al los hombres del Rey Zalas en la contienda que se celebra cada dos años, cuando alcanza su madurez, uno de los miles de árboles Gorta de los Bosques Azules.

Cuando un árbol Gorta llega a su estado perfecto, este cambia el color de su follaje, y brinda una fantástica fruta, que tiene la cualidad de saciar el hambre durante un año, además de curar los males y las enfermedades de los nativos de este mundo cuando llegan a comer este fruto, pero con el penoso infortunio de que el árbol Gorta, solo da un fruto cada dos años, y en el mismo lapso, solo un árbol madura, por lo que solo puede ayudar a una persona a la vez.

 

Por el pasillo principal que llega a la habitación de descanso del Emperador Cayejas, uno de los sirvientes, camina un tanto apresurado, como lo hacen los pingüinos, balanceando su cuerpo un poco, mientras acomoda su cabello negro muy corto y se alinea la ropa blanca con adornos negros, preparándose para entrar a la habitación. Un momento después, el sirviente abre la puerta de la habitación de descanso con diligente cuidado y enuncia con mucha propiedad.

— ¡Perdone la intromisión su alteza, el maestro Jaféluz ha vuelto y desea hablarle!

El Emperador Cayejas, mira desde una de las ventanas de la habitación de su modesto palacio, que de igual modo, se ubica al centro de su imperio, el humo que proviene de los campamentos que se encuentran muy lejos, a las orillas de los Bosques Azules.

El Emperador Cayejas, gira todo su delgado cuerpo, mira al sirviente con sus ojos castaños, levanta su mano para alisar su cabellera un tanto larga y negra, a la vez que dice al sirviente, con su voz ruda pero educada.

— ¡Di al maestro Jaféluz que puede pasar!

El sirviente obedece y un momento después, el Eviterno entra a la habitación. Este gran cuarto se halla iluminado con varias antorchas que también entibian el lugar, además, tiene el piso cubierto de pieles de animales de distintas especies. Los muebles de la habitación parecen muy antiguos y un poco descuidados, con un color blanco muy opaco. Jaféluz Declón, pregunta.

— ¡Todo está dispuesto! ¿Cómo te sientes amigo mío? ¿Estás preparado para intentarlo nuevamente?

El Eviterno, trata de animar al Emperador Cayejas, que en los últimos ritos, no ha podido ver feliz a ninguno de los suyos, al ganar con su grupo de elegidos, el preciado fruto del Gorta. El emperador, mira a lo lejos por la ventana. Con su mano diestra, acaricia su corta barba negra y apoyando ligeramente el peso de su cuerpo en su pierna izquierda, taconea nerviosamente con su pie derecho, suspira profundamente y comenta al Eviterno.




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