La Espada de las Estrellas (asesinos interestelares)

Capítulo 9 Un legitimo Guerrero Abea.

La reyerta es inevitable y los Dioses volverán a ser testigos de la fuerza que tiene un mortal cuando desea algo con todos su ser.

Nadie sospecha que Micte tiene injerencia en todas partes y que prepara la batalla final.

 

Los mortales, desean no morir y tener la oportunidad de volver a ser jóvenes, para volver a comenzar, mientras los inmortales, preferirían sucumbir al beso helado de la muerte y de igual modo volver a comenzar, aunque nunca envejecen.

 

En el Planeta Aurón, la batalla definitiva está por iniciar. Abi Al a desaparecido al entrar a la puerta dimensional y en un instante, los dos gladiadores se encuentran frente a frente en el satélite de Liorón Rúyer. Émoran se ha transformado en el guerrero joven e invencible que, en el pasado, causó tantos estragos a los Eviternos.

El joven luce una túnica corta, que apenas cubre sus rodillas, con las mangas recortadas hasta los codos, de un color rojo oscuro, la cual, está ajustada a su cintura por un cordón blanco, con tres joyas que cuelgan por la izquierda del atuendo. La Guerrera Abea eleva su sincronía al máximo y sin perder detalle, mira a su rival, con Brísaliz en una mano y Akábul en la otra, dar pequeños pasos de un lado al otro, comenzando a decir.

— ¡De tras de ti permanecerá abierto el Portal Negro, para que el vencedor de esta contienda, pueda regresar al universo! —Sin dejar de caminar, Émoran habla, a la vez que se sincroniza al máximo con las dos Llaves del Tiempo—. ¡No hay forma en la que un mortal pueda vencer a un Eterno! ¡Tú morirás aquí y yo volveré al universo, para entregar las tres Llaves del Tiempo a Balder  Caltio y así ellos, me entreguen la llave de Glosan que tú cargas ahora, y así, tenga libre acceso a la región oculta!

Bajando un poco la guardia, el Dios del Caos recuerda algo importante y con voz amable, cuestiona a la mortal, que no hace ningún movimiento.

— ¡Me gustaría saber una cosa que me intriga! ¿Cómo lograste convencer al Destructor, para que te ayudara a volver al universo?

Dando un par de pequeños saltos en su sitio, la Guerrera Abea exclama, con su sincronía al máximo, observando que el bastón del anciano, permanece erguido a espaldas de Émoran.

— ¡No lo convencí de nada, el pidió mi apoyo, y en equipo, logramos salir juntos de ese horrible lugar! ¡No te confíes anciano, antes pude derrotar al Destructor y he aprendido que no debo atacarte como lo haría en contra de un mortal! ¡Vamos Émoran, dejemos la charla y veamos, si tú puedes entrar a mi universo! ¡Zula no lo logró!

La batalla da inicio cuando Émoran, con una sonrisa de confianza desaparece, por la gran velocidad con la que se mueve y arremete por las espaldas de Abi, quien puede seguir cada movimiento del eterno.

Las espadas chocan y paulatinamente, la velocidad aumenta, sin embargo, el Dios del Caos logra cortar el costado del brazo izquierdo de la mortal con un gran movimiento, después de varias fintas, y la mujer exclama un pequeño quejido por el dolor. Deteniendo un poco la batalla, Émoran celebra con soberbia el diminuto triunfo, señalando con la punta de Akábul, la herida que logró hacer a su rival.

— ¿Que ocurre mortal? ¿Es demasiado rápido para ti? —Abi vuelve a saltar en su sitio y agrega—. ¿Qué ocurre contigo? ¿Ya te cansaste? ¡Pareces un anciano, no te detengas!

El joven guerrero enfurece y arremete con mayor velocidad, logrando colocarse frente a la mortal y dándole la espalda, propina un golpe en el rostro con su codo, haciendo que la Guerrera Abea, termine en el piso del satélite.

— ¡No importa cuánto lo intentes, nunca podrás ganar! ¡Soy invencible! —Tras la arrogante exclamación del Eterno, Abi se incorpora y responde, mientras limpia con su antebrazo la sangre que comienza a salir de su boca.

— ¡Lo haces bien para ser un anciano, aunque no lo parece, pero aún sigo en pie! ¡Ven, inténtalo otra vez!

El Guerrero Invisible está iracundo por lo escuchado y sin pensarlo, llega al máximo de sincronía con Akábul y Brísaliz. La velocidad del joven gladiador no puede aumentar más, pero es lo suficientemente rápido para volver a ponerse frente a la mujer, quien se ha colocado durante la pelea, de frente al Portal Negro, y está vez, es derribada con una patada frontal.

La Llave del Tiempo de Glosan, se suelta de la zurda de la guerrera, ante la mirada satisfecha del Guerrero Invisible, quien sonríe al poner su pie sobre la tercera espada y prepararse para unir las dos llaves que están en sus manos, enunciando prematuramente su victoria.

— ¡Espero que te hayas despedido de tus compañeros, porque ahora morirás, Guerrero Abea!

La espada doble aparece bañada por las carcajadas del Dios, que se inclina lentamente, para levantar a Ántria y tener ventaja en la pelea.

Después de varios minutos de espera, El Guerrero Invisible, por fin logra unir las tres Llaves del Tiempo y se percata que la guerrera se encuentra de pie, con los brazos cruzados, mirando la escena, con una seriedad que lo sorprende, y este, bajando la guardia, exclama con una mirada victoriosa.

— ¡Veo que te has dado por vencida, eso es bueno para ti, porque no te haré sufrir como lo mereces, miserable mortal! —Abi sonríe y desaparece el tiempo que dura un parpadeo y al reaparecer, muestra las tres joyas que colgaban del atuendo del Dios, diciendo tranquila.




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