__ ¿Cuál es tu deseo? -le preguntó su madre con la sonrisa más hermosa que Zara había visto, una que parecía resplandecer más que todas las imaginarias estrellas de la noche-
__ Es un secreto -contestó ella- He oído que si los deseos se dicen en voz alta, no se harán realidad.
SU madre asintió con aquella sonrisa que iluminaba como el sol y sin insistir continuó garabateando en una de las paredes de la lámpara. Zara contuvo su deseo de mirar y en vez de ello, se concentró en su propio rotulador.
Deseo que mi papá sea feliz.
Escribió en el papel de la lámpara y con eso encendió la pequeña vela que adornaba el pie de la linterna y con ojos desmesurados, contempló sus paredes inflarse y la vio ascender lentamente hacia el cielo. Una a una, decenas de lámparas cobraban vida a su alrededor y siguieron a la suya en su camino de regreso a la noche y Zara admiró anonadada por primera vez la belleza de un cielo repleto de estrellas...
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Editado: 15.11.2019